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¿Qué sucederá con la ayuda suiza a los países del Este?

En Rumania, Suiza participa, entre otros proyectos, en la financiación de un estudio de factibilidad para ampliar la red de metro de la capital, con un presupuesto de 8,5 millones de francos. Keystone

En poco menos de diez años, Suiza ha empleado más de mil millones de francos para apoyar la ampliación de la Unión Europea. Pese a un balance positivo de este respaldo, su futuro es incierto. La causa: el hielo entre Berna y Bruselas por el tema de la libre circulación de personas. 

Cuando en 2004, la Unión Europea se amplió hacia el Este, Suiza, que no pertenece a la UE, decidió contribuir a reducir las disparidades económicas y sociales de los 19 Estados miembros de ese bloque. La solicitud de una contribución financiera, limitada inicialmente a mil millones de francos, fue dirigida de Bruselas a Berna con el argumento de que el país alpino podría disponer de un nuevo mercado de 75 millones de consumidores, gracias a los acuerdos bilaterales que rigen las relaciones entre Berna y la UE.

Combatidos por referéndum, impulsado por el partido de derecha Unión Democrática de Centro (UDC), los mil millones de la cohesión fueron finalmente aprobados por el voto ciudadano en 2006. Dos años más tarde, el Parlamento aceptó un nuevo crédito de 257 millones para el ingreso de Rumania y de Bulgaria en la UE, y en 2014, 45 millones a favor de Croacia.

En poco más de diez años, Suiza ha financiado más de 300 proyectos en Europa del Este, en los sectores económico, turismo, salud, energía y sociedad. 

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El balanceEnlace externo de este apoyo es positivo, confirmado en cuatro informes, comenta Hugo Bruggmann, de la Secretaria de Estado de Economía (SECO), responsable junto con la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) de la coordinación de los proyectos.

Con su contribución a la ampliación de la UE, Suiza ha mantenido su apoyo al proceso de transición de los países del Este tras la caída del muro de Berlín. “Suiza es fiel a su tradición de ayudar a los países en dificultad”, declara Gilbert Casaus profesor de Estudios Europeos en la Universidad de Friburgo. “El voto de la ampliación fue indirectamente una forma democrática de apoyo a Europa”.

Balance positivo, no exento de dificultades

Polonia recibió el mayor impacto del respaldo total, 489 millones de francos. Suiza sostuvo más de 400 nuevas empresas, participó en la eliminación de 31 000 toneladas de amianto que aún permanecían en edificaciones y mejoró la seguridad en la zona fronteriza con Bielorrusia. Aunque en países más pequeños, como Lituania, los proyectos suizos han dado frutos, según Bruggmann, que cita el ejemplo de la reducción de la tasa de mortalidad infantil, gracias a medidas sanitarias específicas.

Este éxito se debe en parte a la autonomía que Suiza tuvo para actuar. La contribución helvética se atribuye directamente desde Berna y no termina en los fondos europeos de la gran máquina administrativa de Bruselas. Suiza decide así de modo independiente cuáles proyectos apoyar. Evalúa los resultados de modo regular y tiene contacto más directo con los socios locales.

Pero no todo ha marchado sobre ruedas, admite Bruggmann. Algunos proyectos han sido abandonados a medio camino, porque no había la calidad técnica necesaria para establecerlos. También hubo retardos provocados por la lentitud de los procedimientos y la falta de personal cualificado, consecuencia de una fuerte emigración que afecta a ciertos países, como Rumania.

Este compromiso con los países del Este aportó también algunas ventajas a Suiza. Ciertos proyectos abrieron las puertas a empresas helvéticas o a los intercambios académicos en los sectores de la investigación. También, de modo indirecto, se respaldó el freno a la inmigración, gracias a la creación de empleos y a un mejor control de las fronteras, sectores en los que Suiza se ha empeñado especialmente en esos países. 

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¿Y después?

Limitados a diez años, los proyectos suizos llegan a su término en mayo del 2017 para los primeros diez países (UE-10) y en 2019, para Rumania y Bulgaria. En esa época, Berna había negociado con Bruselas el derecho de decidir de modo autónomo cómo y dónde intervenir tras una década de trabajos. “Visto el balance positivo de los proyectos y las necesidades que siguen siendo grandes en esos países, debido a la crisis económica y a la situación en Ucrania, sería sensato continuar”.

Pero el momento no parece oportuno para continuar la obra. El freno a la inmigración que la ciudadanía helvética decidió el 9 de febrero de 2014, ha ensombrecido las relaciones bilaterales entre Berna y Bruselas. La prevista introducción de contingentes y límites máximos del número de trabajadores inmigrantes no es compatible con el principio de la libre circulación, pilar de la política comunitaria y que Bruselas no está dispuesta a negociar con su socia comercial. Suiza se encuentra ante una misión difícil con este telón de fondo: conciliar la voluntad del pueblo, sin perjudicar la vía bilateral.

En este contexto, el gobierno subrayó que una renovación de la contribución a la ampliación de la UE se podrá “decidir a la luz de la evolución de las relaciones entre Suiza y la UE”. El éxito de las negociaciones en el ámbito migratorio se considera un factor “crucial”.

Dejar una puerta abierta 

El tiempo apremia. A finales de diciembre, el Gobierno abrió un procedimiento de consultaEnlace externo para extender hasta finales del 2024 el periodo válido de la Ley federal para la cooperación con los Estados de Europa del EsteEnlace externo, que sirve de base a la contribución de Suiza. No se trata de aceptar un nuevo crédito, subrayó el Ejecutivo, sino de dejar una puerta abierta en caso de que las nubes que opacan hoy el panorama entre Berna y Bruselas desaparezcan. 

Más dinero para el Este, gracias al franco fuerte

Con la apreciación del franco suizo, los créditos aprobados por el Parlamento en 2006 y 2008 aumentaron de valor en las monedas locales de los doce nuevos Estados miembros de la UE: Polonia, Eslovaquia, República Checa, Hungría, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovenia, Malta, Chipre, Rumania y Bulgaria. Se habla de una plusvalía estimada entre los 70 000 y los 100 000 francos, con la que Suiza podrá financiar más proyectos o ampliar los existentes. 

Una posición que no convence al Partido Socialista, que considera que Suiza debe acompañar aún el proceso transitorio de estos países del Este, independientemente de las relaciones con Bruselas. Suiza tiene todo el interés de que estos Estados tengan un desarrollo democrático y social, sostiene la izquierda en su respuesta sobre el tema al Gobierno.

Otra posición en las filas de la UDC, el partido que siempre se ha opuesto a la contribución suiza  para los más recientes países adheridos a la UE, y también precursor de la iniciativa “contra la inmigración de masas”. Los fondos son malgastados y terminan en las manos de la burocracia, escribe la UDC, que demanda el fin de lo que califica como un “programa de redistribución socialista”.

¿Ayuda al Sur o al Este?

Aunque poco plausible, la hipótesis de una interrupción brusca de las contribuciones helvéticas no se excluye, afirma el profesor Gilbert Casaus. “Suiza se encuentra en una posición desventajosa en las negociaciones con la UE sobre la libre circulación. Tiene un margen de maniobra extremadamente reducido y el expediente de la contribución a la ampliación no tiene mucho peso”, subraya. Los países del Este están satisfechos de la ayuda suiza, subraya Casaus, pero también forman parte de los más fervientes partidarios de la libre circulación de personas.
Y a esto se suma otra incógnita. Con la crisis económica que ha puesto en aprietos a países como Grecia o España, Bruselas también podría solicitar a Suiza apoyo financiero. ¿Ayuda al Sur en lugar del Este? Una proposición que, si se confirma, provocará acalorados debates en el seno del Parlamento.

Traducción del italiano: Patricia Islas

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