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“Los políticos no deben tener miedo del poder popular”

Durante dos décadas, Andrea Gross representó a Suiza en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Y hasta finales de 2015 ocupó un escaño en la cámara baja del Parlamento suizo. Keystone

Andreas GrossEnlace externo, además de un renombrado experto en democracia directa, es un personaje único. Es posiblemente el solo ciudadano suizo que tiene la experiencia práctica de un militante de base que ha lanzado iniciativas populares, organizado campañas, ocupado un escaño en Parlamentos municipales, nacional y europeo, y a la vez ha realizado investigaciones y escrito obras sobre el poder de los ciudadanos.

A sus 63 años, el historiador, politólogo, periodista y político que ha dedicado gran parte de su trayectoria a la democracia participativa hace una retrospectiva de cuatro décadas de actividades y publica un libro que reúne unos 70 textos: ensayos, entrevistas, análisis y un discurso que pronunció ante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. La publicación de ‘Die unvollendete Direkte DemokratieEnlace externo’ (La democracia directa inconclusa) ha sido una ocasión perfecta para pedirle una serie de recomendaciones en materia de democracia directa.

Andreas Gross suele comparar el sistema de democracia directa con un puzle, al que a veces se refiere como una especie de ‘obra de arte completa’. Lo fascinante, pero también lo difícil, afirma, es que los elementos del puzle son tan fluidos que resulta prácticamente imposible alcanzar un sistema de democracia directa que sea estable y perfecto.

En un intento de cernir los elementos clave de la democracia suiza que pueden ser una fuente de inspiración para otros países Andreas Gross cita tres aspectos.

Triunfos…

“En primer lugar, los políticos no deberían tener miedo de compartir el poder con el pueblo, porque no hay cuestión importante que los ciudadanos no sean capaces de comprender. Todo el mundo puede aprender y el aprendizaje social es uno de los productos derivados más significativos de la democracia directa”.

“El poder político hay que compartirlo también entre los diferentes estratos de un Estado federalista europeo, con los niveles nacional, regional y local. En Suiza, esto significa que los ciudadanos pueden decidir sobre cuestiones fiscales, sin delegarlas completamente a un gobierno central. Es algo que a la población de muchos países les resulta inalcanzable. Pero la Unión Europea debería adoptar más elementos de democracia directa”.

“La experiencia suiza muestra que a los ciudadanos modernos les gusta el instrumento de la democracia directa –el derecho de proponer en cualquier momento ideas sobre cualquier tema y así cambiar la Constitución o rechazar una ley. Esta es la lección, o el incentivo, número dos”.

“Hace 40 años que hablo de participación ciudadana con la gente en cerca de 75 países del mundo entero, he participado probablemente en más de 1 100 debates públicos sobre el tema y jamás he conocido a alguien a quien no le gustara la opción de sugerir ideas políticas”.

“En cuanto a saber si la gente utiliza sabiamente sus derechos democráticos directos, no nos corresponde a nosotros juzgarlo. Las opiniones pueden diferir sobre la sabiduría de una decisión o una propuesta ciudadana, pero en un Estado democrático es fundamental dar la palabra a la ciudadanía”.

“El tercer punto: los instrumentos de participación política deben ser fáciles de utilizar por parte de los ciudadanos. La configuración es la que define la calidad de la democracia directa. Los obstáculos para exigir una votación nacional deben ser mínimos –en Suiza, se necesita solamente el 2% del cuerpo electoral para proponer una enmienda constitucional y el 1% para objetar una decisión del Parlamento”.

“Y los ciudadanos deben disponer de tiempo para recolectar las firmas –18 meses [iniciativa popular] y 100 días [referéndum], respectivamente, en Suiza. En otros países, los plazos son más cortos, a veces de solo unas semanas. Los militantes también deben poder abordar libremente a la gente en el espacio público. No se puede obligar a nadie a entrar en una comisaría de policía para firmar una iniciativa”.

Andreas Gross ganó notoriedad como activista de la democracia directa. En los años 80, fue uno de los protagonistas de la iniciativa que pedía abolir el ejército suizo. RDB

“Finalmente, el debate público es el alma de la democracia directa. Y la participación en las urnas no debe ser un criterio para determinar la validez o no de una votación, como en Italia, por ejemplo. Al igual que en el fútbol, este sistema de quórum corresponde a anotar un gol al equipo cuyo jugador ha cometido una grave falta, en lugar de enviar a ese jugador al vestuario”.

… y advertencias

Andreas Gross es aficionado al fútbol y seguidor del FC Basilea, el club de la ciudad en la que se crió. Dejando de lado el ejemplo del fútbol –que no ayuda necesariamente a esclarecer las cosas– su atención se centra en tres puntos débiles de la democracia directa en Suiza.

“Contrariamente a California o Alemania, Suiza no tiene un Tribunal Constitucional para tratar las iniciativas que son incompatibles con los derechos fundamentales. Necesitamos una institución análoga para evitar decisiones discriminatorias hacia las minorías, lo que podría conducir a una verdadera tiranía de la mayoría”.

“Todo el mundo tiene derechos fundamentales. Y nunca deben ser sometidos a votación. La ley debe proteger a todas las personas –incluidos los delincuentes. Algunas iniciativas que aprobaron recientemente los votantes en Suiza violan los derechos fundamentales. La propuesta para expulsar sistemáticamente del país a los extranjeros que delinquen, o la iniciativa que pide prisión perpetua para quienes cometen delitos sexuales, sin darles una segunda oportunidad, o la iniciativa para prohibir que los pederastas trabajen con niños son algunos ejemplos”.

El libro

Die unvollendete Direkte DemokratieEnlace externo’ (La democracia directa inconclusa) reúne una serie de ensayos que Andreas Gross ha publicado en los últimos treinta años.

El libro, de 390 páginas, incluye análisis históricos, comparaciones internacionales y un resumen anual de las decisiones de la democracia directa suiza, así como entrevistas y el discurso que el autor pronunció ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York.

“Segunda advertencia: la democracia necesita reglas de transparencia en materia de financiación de campañas y de partidos. Y es que el dinero representa un riesgo que puede perjudicar al sistema. Pese a las reiteradas críticas del Consejo de Europa, Suiza es el único país del continente que no dispone de una ley que fije los límites del patrocinio político”.

“Y esto es incluso más grave porque la mayoría de los países están confrontados al problema solo cada cuatro años, cuando se convocan elecciones, mientras que los suizos acuden a las urnas cuatro veces al año para votar todo tipo de temas. No es indiferente saber si, por ejemplo, una sola persona ha gastado cinco millones de francos en una campaña o si cinco millones de personas han puesto cada una un franco de su bolsillo”.

“La razón por la que el Gobierno y el Parlamento son reacios a esas normas se debe a que la privacidad en Suiza es un valor preciado”.

“Como no hay reglas de transparencia en Suiza, es difícil decir qué impacto tiene el dinero sobre una campaña u otra. Pero el dinero nunca es el único factor y una derrota no se puede atribuir únicamente a la falta de recursos económicos, aunque nadie niega que estos son muy importantes”.

“En tercer lugar, las democracias necesitan partidos fuertes capaces de defender el interés público, formar a políticos, organizar debates e informar a los ciudadanos sobre las cuestiones políticas que están en juego”.

“Desafortunadamente, los grupos de interés, que por definición representan intereses privados, disponen de más recursos económicos que la mayoría de los partidos. Y esto se aplica tanto a las organizaciones económicas como a las que defienden el medioambiente”.

“Es evidente que estas organizaciones y estos grupos tienen una mayor presencia mediática. Suelen dominar el espacio público, sobre todo en la Suiza de habla alemana, en detrimento de los particos o de las asociaciones ciudadanas”.

Durante la entrevista, Andreas Gross establece comparaciones internacionales, cita a pensadores del pasado o el presente para ilustrar sus afirmaciones. Entre otras recomendaciones y advertencias, se refiere a la flagrante falta de educación cívica en Suiza en materia de democracia directa.

Concluyamos con una cita que muestra su entusiasmo por el sistema participativo: “Cuando estoy en Alemania, suelo decir a menudo ‘os puede gustar la democracia directa, pero también os puede no gustar Suiza’”.

El autor

Andreas Gross, político, investigador y autor, es un destacado experto en democracia directa.

Nacido en 1952, pasó los primeros siete años de su vida en Japón hasta que su familia se mudó a Suiza. Estudió Ciencias Políticas, trabajó como investigador, impartió cursos y fue diputado a escala local, nacional e internacional.

Ocupó un escaño en Legislativo de la ciudad de Zúrich, luego en el Parlamento suizo, de 1991 a 2015, y durante 20 años en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, donde presidió el grupo socialdemócrata durante seis años.

Antes de su trayectoria parlamentaria, fue uno de los fundadores del Grupo para una Suiza sin Ejército, cuya iniciativa popular destinada a abolir el ejército fue rechazada en las urnas en 1989. Fue también uno de los impulsores de la iniciativa para la adhesión de Suiza a Naciones Unidas, que los suizos aceptaron en 2002.

Asimismo ha sido observador internacional en más de 90 escrutinios en Europa.

Traducción del inglés: Belén Couceiro

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