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Cuando los científicos suizos hacen política

Científicos exigen nuevas soluciones más sostenibles ecológicamente para los sistemas de calefacción en Zúrich. Un primer paso en esa dirección es la renovación de este edifico con una fachada en vidrio que produce energía solar. Stephanie Hess

En el cantón de Zúrich, destacados científicos del campo energético quieren que las viejas calefacciones a gas y aceite sean sustituidas por aparatos más respetuosos del medioambiente. Han dirigido sus reivindicaciones al parlamento a través de un simple y antiguo derecho democrático: la iniciativa individual. 

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Las novedades en el sector científico helvético son constantes. Se suceden espectaculares descubrimientos del Laboratorio Europeo de Física de Partículas, el CERN, en Ginebra. Se desarrollan importantes piezas de la robótica, o se difunde el reciente logro de Bertrand Piccard con su vuelta al mundo en una nave impulsada solo por energía solar. Pero normalmente las brillantes mentes de la ciencia se reservan de participar en los debates políticos. Y si aparecen bajo los reflectores es, en la mayoría de los casos, como expertos neutrales.

En Zúrich, sin embargo, el conocido arquitecto Niklaus Haller (36) creó un grupo activo en la política. Este especialista está convencido de que los científicos deben aportar sus conocimientos y participar activamente en la sociedad, convencido de que la Ciencia también forma parte de esta.

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Apoyo de alto nivel

Haller tiene el respaldo de 42 especialistas, entre ellos se encuentran profesores de diversas especialidades y también Sarah Springman, rectora de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ), la número uno de las instituciones helvéticas de estudios superiores.

Unidos exigen al cantón de Zúrich que hasta mediados de este siglo se instalen sistemas de calefacción que no utilicen energías fósiles. “También en Suiza son insuficientes los esfuerzos para proteger el clima”, asevera el profesor e investigador climático Reto Knutti, que también respalda la iniciativa.

En el sector de la construcción se dispone desde hace tiempo de tecnologías para eliminar completamente el uso de los combustibles de fuentes fósiles. Lo demuestra, por ejemplo, la edificación de la empresa Viridén+Partner en Zúrich, reconstruida íntegramente y cuya fachada se compone solo de elementos fotovoltaicos.

Para que la idea se transforme en una realidad, Haller hace uso del más simple de los instrumentos democráticos a disposición: la iniciativa individual. Cada ciudadano del cantón de Zúrich puede presentar de este modo una demanda ante el Parlamento cantonal. Y si convence a la mayoría de sus miembros se convierte en ley o en una modificación constitucional.

Zúrich, Appenzell Rodas Interiores y Glarus son los tres cantones de Suiza que conocen este instrumento.

Thomas Widmer, politólogo de la Universidad de Zúrich, explica que la iniciativa individual se instituyó en Zúrich a mediados del siglo XIX a través del otrora emergente movimiento por la democracia. Los miembros de esa agrupación pensaron en cómo vencer el dominio elitista de algunas grandes familias. Entre diversas medidas impulsadas por el movimiento surgió la iniciativa individual, una innovación de la democracia directa. En 1869 se inscribió en la Constitución, al igual que la iniciativa popular.

Muy directa, muy veloz, pero poco exitosa

A través de una iniciativa individual cada elector puede presentar sus demandas a la Oficina del Parlamento Cantonal. El documento se transmite directamente al Legislativo, sin ningún tipo de examen preliminar. Si un tercio de los 180 legisladores lo apoya, se dirige al Ejecutivo.

Si no obtiene el respaldo preliminar del Parlamento, se deshecha. Un destino que han tenido la mayoría de las iniciativas individuales en las últimas décadas.

Cada año se presentan entre 10 y 20 iniciativas individuales, pero solo una de cuatro se transmite al Gobierno. Entre ellas, la del arquitecto Niklaus Haller, que en otoño de 2015 obtuvo el respaldo parlamentario con 73 votos a favor.

En los próximos meses, el Gobierno cantonal elaborará un concepto para su implementación que transmitirá al Legislativo para que sea votado.

Uno de los motivos principales de que pocas iniciativas individuales pasen la rampa es que, con frecuencia, abordan problemas personales, o cuestiones de competencia federal.

Por ejemplo, el año pasado el Parlamento Cantonal evaluó iniciativas como la que solicitaba disminuir el volumen de las campanas de las iglesias en horarios determinados o abolir el secreto bancario en Suiza y en el extranjero.

Al considerar el tiempo que ocupa abordar estas iniciativas individuales y el poco éxito que tienen, surge la cuestión: ¿Tiene sentido este instrumento democrático rápido?

Efecto “sostenible” directo

El politólogo Thomas Widmer responde: Si únicamente se observan los resultados directos, el impacto, efectivamente, es muy limitado”. Han pasado casi 15 años desde la última vez que una iniciativa individual influyó en la Constitución cantonal.

Pero Widmer subraya el efecto indirecto de este instrumento democrático. A través de estos intentos se pueden detectar problemas que hasta entonces no habían emergido a la luz pública y que inquietan a la sociedad. Un modo de iniciar el debate al respecto.

Además, no es raro que los legisladores aborden tiempo después el asunto tratado en una iniciativa individual rechazada a través de un tipo de contrapropuesta indirecta y susceptible de obtener una mayoría en el Parlamento, observa el politólogo.

Widmer menciona también la función de válvula de escape de la iniciativa popular. Este instrumento veloz permite a los ciudadanos hacerse escuchar de un modo simple y de este modo se ventila el tema. “Además, la sola existencia de esta forma de participación tiene un efecto positivo”.

Vía iniciativas populares, las personas pueden llevar sus ideas al Legislativo, aun cuando no tengan vínculos con algún círculo activo en el ámbito político, como es el caso de Niklaus Haller y su grupo. Haller espera que el proyecto gubernamental para aplicar su iniciativa sea aprobado por el Parlamento cantonal. El voto tendrá lugar en el curso de los próximos nueve meses.

El arquitecto es consciente de las escasas posibilidades de éxito: “Las ideas visionarias requieren siempre de varias tentativas”. Niklaus Haller está dispuesto a llevarlas a cabo. En el caso de que el parlamento unicameral rechace el proyecto piensa utilizar la iniciativa popular, el número uno de los instrumentos a disposición de la ciudadanía. “Debemos tomar nuestro futuro en nuestras manos. Y debemos hacerlo ahora”, argumenta.


Traducción: Patricia Islas

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