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“¡Libertad para los prisioneros!”, grita Alhucemas la rebelde

Varios manifestantes, durante una protesta el 8 de junio de 2017 en la ciudad de Alhucemas, en el noreste de Marruecos, contra el Gobierno central afp_tickers

En medio de la noche de Alhucemas, las luces giratorias de las furgonetas de la policía marroquí contrastan con los flashes blancos de los teléfonos móviles blandidos por los manifestantes, que piden pacíficamente pero a gritos la liberación de los prisioneros.

A una distancia prudencial de las fuerzas antidisturbios, grupos de manifestantes, muchos de ellos jóvenes, están sentados en círculo en la calzada. Llevan 13 noches consecutivas haciéndolo.

Después de la ruptura del ayuno del ramadán el jueves por la noche, Alhucemas la rebelde, en el norte de Marruecos, era un hervidero.

Cientos de habitantes del barrio popular de Sidi Abed, con cascos en la cabeza, desafían los cordones policiales desplegados en las esquinas de las calles.

“¡Libertad para los prisioneros!”, grita la muchedumbre, en pie, con los brazos cruzados hacia el cielo como si tuvieran las manos esposadas.

Los manifestantes están congregados en una plaza, cerca de las montañas. “¡Naser Zefzafi es nuestro líder!”, clama una mujer de unos 50 años, refiriéndose al jefe del movimiento popular, detenido el 29 de mayo y acusado de “atentar contra la seguridad interior del Estado”.

“Reclamamos su liberación y la de todos los detenidos, no retrocederemos ante nada” hasta conseguirlo, recalca esta mujer ataviada con una chilaba negra y una bandera bereber sobre los hombros. Dice haber participado en las manifestaciones de Alhucemas desde el comienzo, hace casi siete meses.

Algunos coches se acercan a los manifestantes, sus conductores hacen sonar el claxon al ritmo de los eslóganes, bajo los aplausos y los ‘yuyus’ (gritos de júbilo de las mujeres).

Unos niños acompañan a sus padres en la calle y los adolescentes graban la escena desde las ventanas. Muchos edificios aledaños, con las persianas bajadas, están vacíos. Son de emigrantes.

– ‘Silmya’ –

“Muchas personas originarias de aquí viven en Europa y tienen casa en Alhucemas”, explica un habitante de este barrio al que cada año llegan miles de emigrantes para pasar sus vacaciones. Sus remesas mantienen a una parte de la ciudad.

Al final de la calle hay una gran cantidad de policías desplegados, pero no intervienen. “Es porque hay muchos periodistas esta noche, si no los hubiera no habrían dudado en darnos una paliza”, afirma un manifestante.

Los agentes bloquean el acceso al barrio, lo que obliga a los vecinos a esquivar los cordones policiales adentrándose en callejuelas para volver a sus casas.

En Alhucemas, la mayoría de la población apoya la revuelta, que reclama el desarrollo del Rif. Insisten en el carácter “pacífico” de su lucha. “Silmya” (esta palabra en árabe), repiten todos.

Rechazan los intentos de mediación de las asociaciones y de los responsables locales. “Queremos que intervenga el rey”, recalcan muchos de ellos.

“Las manifestaciones son pacíficas y deben seguir siéndolo”, repite un comerciante. “La gente de aquí es educada y civilizada, sólo reclama sus derechos”.

Sin embargo, a última hora del jueves, por primera vez desde hace unos diez días, estallan altercados entre jóvenes y policías, señal de la tensión reinante en la ciudad. Los policías hacen retroceder a los manifestantes, algunos de los cuales les lanzan piedras.

“Los que apedrearon no son de aquí”, jura un militante de la ‘hirak’ (movimiento) que anima la revuelta y cuyos líderes fueron detenidos recientemente. Muchos manifestantes abordan a los periodistas para decirles que condenan estos actos violentos, que atribuyen a “delincuentes”, a “infiltrados” y a “gente que no es de aquí”.

Poco antes de medianoche, la manifestación comienza a dispersarse y algunos toman el pelo a los policías con un “adiós y hasta mañana”.

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