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“¡Me quedaré para siempre!”

Silvia Martínez Urrutia (Freiermuth), una artista suiza en Cuba. swissinfo.ch

Silvia Freiermuth nació en el cantón de Argovia, pero cursó sus estudios y pasó su juventud en Basilea. Conoció Italia, Francia, España, México...

Pero el viaje que trastocaría el rumbo de su existencia se produjo en 1988 y su destino era Cuba.

“Me gusta el país, el paisaje, la gente que es muy amable y también el sistema con la escuela para todo el mundo, de medicina gratis para todo el mundo…”, la artista plástica pincela para swissinfo el cuadro de sus afectos.

Ella misma supo del beneficio de una de las mayores conquistas de la Revolución Cubana: la asistencia médica.

“He disfrutado de eso. Hace año y medio me operaron de la vesícula. No me costó nada. No hay el lujo y la limpieza de los hospitales de Suiza, pero estuvo muy bien. No faltó ningún medicamento. El sistema es perfecto”.

Cuenta con su libreta

Y es que, en su calidad de residente permanente, Silvia cuenta con la cobertura de salud que ampara a la población local y también está inscrita “en la libreta”, lo que le garantiza sus seis libras de arroz y el resto de los insumos básicos que, aunque en proporciones modestas, se distribuyen a toda la ciudadanía.

“No hay esa pobreza, claro que la gente no es rica, pero no hay esa pobreza de otros países de América Latina, como Brasil con los niños por la calle y todo eso”.

Enfatiza: “No tienen mucho pero aquí, en este país, nadie muere de hambre.”

El amor vino poco a poco…

Casada con un ciudadano cubano, Silvia Martínez Urrutia (Freiermuth es de pronunciación complicada en español) confiesa que hacia la Perla del Caribe “el amor vino poco a poco, a partir de la primera visita”.

Desde entonces se desplazaba con regularidad a la isla, una o dos veces por año. En 1990 cruzó hasta seis veces el Atlántico en una serie de tres viajes, que incluyeron un curso de español en la Universidad de La Habana y que terminaron con la constatación inequívoca de que su sino era Cuba.

“Me gustaría pasar aquí mi vejez. Me gusta la atención que recibe aquí la gente mayor. ¡Me quedaré para siempre!”

Egresada de la Escuela de Artes y Oficios de Basilea, Silvia labora en La Habana como diseñadora y consagra su tiempo libre a la pintura. El pasado mes de octubre inauguró su primera exposición en Cuba, en la sede de la Unión de Escritores y Artistas.

Las raíces africanas de su pintura

La muestra ‘El Mundo Yoruba’ da continuidad a una temática que fascina a la artista y a la que se consagra desde 1996: el mundo mágico de la religiosidad cubana con raíces africanas.

Desde su encuentro con esa forma sincrética de la creencia nigeriana, llevada a Cuba por los esclavos, con el catolicismo impuesto por los españoles, nació un vivo interés, que la ha llevado a documentarse a fondo y a plasmar sus conocimientos en esos lienzos que desde Suiza le ganaron reconocimiento.

“Y también tengo amistades que practican esa religión y me explicaron muchas cosas y también me quitaron el miedo, porque al principio todo es místico y da un poco de miedo. Yo pensé que era algo como Vudú, pero no es nada de eso”.

Silvia habla de su vida en Cuba en términos de alegría, de solidaridad.

Es feliz con su marido del que aprende y al que aporta, como en toda pareja binacional –y en toda pareja a secas-, y disfruta enormemente el calor de una gran parentela. “Mi esposo tiene ocho hermanos, es una familia grandísima y aquí la familia está más junta. Al final de año estamos juntos y es lindísimo. No son sólo familia, sino amigos”.

Lo que hace falta es prescindible

En sus planes está seguir con su pintura, realizar otras exposiciones, jubilarse el año próximo, en forma anticipada, para enfrentar mejor la lucha cotidiana con el apoyo de su renta suiza.

Pero, inquirimos, al margen de otras consideraciones, ese día a día en Cuba, ¿no es demasiado agobiante para alguien habituado al confort helvético?

“En el país hace falta mucho, pequeñas cosas como, por ejemplo, una pila para la cámara. Hay que buscar todo y, por ejemplo, desde hace dos o tres semanas estoy buscando bombillas y no las encuentro, pero se puede sobrevivir sin eso, no es fundamental. Cuando hace falta algo… hace falta.

“En cosas normales, siempre hay algo que hace falta, pero –la conclusión es rotunda- se vive sin eso”.

swissinfo, Marcela Águila Rubín, de vuelta de La Habana

Entre los principales objetivos de la política social en Cuba están:

Garantizar el acceso a una alimentación básica.
Asegurar el derecho ciudadano a la salud y la educación.
Ingreso adecuado para quienes se jubilan o requieren de un apoyo económico de la sociedad.
Fuentes de empleo; protección y descanso para los trabajadores.
Una vivienda confortable, preferiblemente de propiedad propia.
Lograr una sociedad progresivamente más justa y solidaria.

Estrategia del Gobierno de Cuba en materia social:

Distribución de un 55% del aporte calórico de la dieta por vías sociales, como son el sistema de racionamiento a bajos precios; una red de alimentación popular para personas de bajos ingresos; alimentación gratuita o a bajos precios a través de los centros de salud, educación y otros.

Acceso universal y gratuito a los servicios de salud y educación, incluyendo la enseñanza universitaria; y en el caso de la salud, los tratamientos médicos más complejos y costosos. Asignación de los recursos financieros y humanos necesarios para asegurar servicios de calidad.

Cobertura universal de la seguridad social y de la asistencia social mediante mandato constitucional.

Impulso al desarrollo económico como fuente principal de creación de empleos; programas de empleo en regiones deficitarias y para personas discapacitadas. Restructuración gradual del empleo por redimensionamiento de capacidades, con reubicación o garantías de ingresos a los trabajadores excedentes.

Reducción de los alquileres; adquisición de la vivienda mediante un pago equivalente al alquiler; programas estatales de construcción de viviendas y programas con esfuerzo propio; alternativas de viviendas de bajo costo; reparación de viviendas con apoyo estatal.

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