«Acción limpieza» en las grandes ciudades suizas
Berna, Basilea, Zúrich, Lausana y Ginebra declaran la guerra contra las basuras, los «tags» y los excrementos de perros.
Fieles a la imagen que describe a Suiza como un país obsesionado por el orden y la limpieza, varias grandes ciudades suizas declaran la guerra contra las basuras, las pintadas y la mendicidad, problemas recurrentes en estas épocas de comidas rápidas, juventud marginada, droga y desajustes económicos.
A comienzos del año, Berna, la capital federal de Suiza, había dado el ejemplo al iniciar una campaña destinada a extirpar la «mendicidad organizada». «En Suiza nadie está obligado a mendigar para sobrevivir. Constitucionalmente, los necesitados tienen derecho a una ayuda»: decía la responsable de asuntos sanitarios y previsión social de la capital. Aunque formalmente autorizada, la mendicidad ya no es tolerada en Berna.
Pero esta ciudad, en muchos sentidos ejemplo de preservación de espacios verdes, fluidez urbana y conservación del patrimonio arquitectónico, ha sido también objeto de auténticas depredaciones por las bandas de artistas del «tag». A costos que llegan a varios millones de francos suizos, Berna, Basilea, Lausana, Ginebra y Zúrich lanzan acciones de limpieza para restaurar fachadas de edificios, muros, calles, pasajes peatonales y medios de transporte pintados o rayados como espacios de conquista.
Con agentes especiales, a pie, en bicicleta o a caballo, Zúrich quiere acabar con los basureros en los que se ha convertido la orilla derecha de su lago, lugar apreciado por los bañistas del verano. A partir de agosto quienes no utilicen los contenedores de vidrio, aluminio, plástico y otras basuras, corren el riesgo de recibir una multa superior a los 60 dólares.
La austera Ginebra, domicilio de numerosas organizaciones internacionales y escenario de múltiples encuentros de carácter mundial, los espíritus viven alterados por el problema de los excrementos de perros. Las autoridades ginebrinas reconocen que poco a poco las campañas educativas han dado frutos, pero aseguran que aún no se ha llegado a una solución satisfactoria.
Jaime Ortega
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