Nuevo cine peruano emociona al público suizo
El pesado decorado que asimila a la ciudad de Lima desierta con un apocalipsis planetario solo puede existir en la ficción. De ahí el desafío mayor del joven realizador peruano Adrián Saba con su primer largometraje ‘El Limpiador’.
Saba, de 24 años, es uno de los directores latinoamericanos más jóvenes que participa en los certámenes europeos. Su película, que se estrena en las salas de su país este jueves-, compite junto con otros once largometrajes por el premio mayor del Festival Internacional de Filmes de Friburgo (FIFF).
“Más allá de la atmósfera especial de una Lima abandonada, lo que me interesaba retratar es la relación estrecha entre el limpiador forense Eusebio – en la figura de Víctor Prada-, y el pequeño Joaquín -Adrián Du Bois-, huérfano como resultado de una epidemia letal que azota la ciudad”.
Tema universal
Una relación de particular y fría ternura que logra conmover al público que encuentra en esta realización minimalista y casi sin personajes extras, una fuerza escénica particular.
“Sin duda, un limpiador forense, dedicado a recoger muertos y sangre sería el personaje menos indicado para ocuparse de un niño abandonado. Sin embargo, y a pesar de su ignorancia en el difícil ejercicio de la paternidad, es tal vez lo mejor que le pudo pasar a Joaquín”, subraya Adrián Saba a swissinfo.ch.
Una temática universal, que según el joven director, puede ser vista y comprendida en cualquier rincón del planeta. Así como el escenario de fondo: “cada vez son más las amenazas de catástrofes, teorías recurrentes sobre el fin del mundo, riesgos nucleares…E incluso las epidemias letales que han acompañado la historia de la humanidad desde sus orígenes…”, explica.
Magistralmente logrado es el escenario de una Lima irreconocible en tanto centro urbano desierto. “Logramos filmar durante la madrugada. E incluso tuvimos mucha suerte porque el metro recién inaugurado estaba en fase de prueba y sin muchos usuarios. Y el aeropuerto estaba fuera de servicio por reparaciones…Todo esto nos ayudó a dar la imagen de una ciudad muerta”.
Sin embargo, confiesa Saba, “no todo fue fácil. Pensé que para no deber recurrir a personajes extras que aumentarían los costos del modesto presupuesto podía incluir en mi guión una ciudad aniquilada por la epidemia…y sin embargo, el lograr que Lima, con casi 10 millones de habitantes y siempre bulliciosa, se convirtiera en un desierto, fue uno de los grandes desafíos de la producción”.
Adrián Saba tenía 22 años en el momento de la realización de su primer largo metraje.
Lo filmó durante 21 jornadas en el espacio de dos meses.
El Limpiador obtuvo una mención especial en el Festival de San Sebastián. Y participó en otras competencias desde París hasta Chicago.
Adrián Saba realiza en la actualidad una formación de cinco meses en París promovida en el marco de unos de los proyectos del Festival de Cannes.
El Limpiador, junto con la producción mexicano-holandesa Los Salvajes, del joven director argentino Alejandro Fadel, son las dos únicas películas latinoamericanas que compiten con otras diez por el premio mayor en Friburgo en esta edición 27.
La pasión por el cine
Luego de terminar el secundario, Adrián Saba viajó a los Estados Unidos para estudiar cine en la Universidad de Hofstra de donde regreso a Perú con apenas 22 años, para iniciar la escritura del guión de su primera ficción.
“Vengo de una familia dedicada al teatro. Desde joven sentí que el cine sería mi forma principal de expresión artística. Pienso que es la más completa ya que integra la música, la foto, la literatura…”, afirma el director peruano.
Y en ese sentido, con la explosión de la era digital, “siento que vivo en el mejor momento y en un buen lugar para realizar mi sueños”.
En un país como Perú, que “protagoniza una especie de mini explosión cinematográfica. Si hace algunos años se hacían anualmente 6 películas, ahora son cerca de doce”. Y algunas de ellas recorren festivales internacionales aportando sus marcas, señala.
“El derecho al error”
Ser uno de los realizadores latinoamericanos más jóvenes de la actualidad con presencia internacional, “no me pesa”, asegura Saba. Al contrario, en este proceso de aprendizaje y de prueba, “mi juventud me da todo el derecho a equivocarme”.
Sin embargo, su primer largometraje es puro acierto. Así lo demuestra su acelerado recorrido: luego del último Festival de San Sebastián, en septiembre pasado, aterriza ahora en Friburgo integrando una tan compacta como competitiva selección oficial.
“Agradezco mucho al FIFF por haberme incluido en su programa principal. Es un honor dado el perfil y el prestigio de este festival”, subraya.
“No vengo a Suiza a ganar nada. No espero premio alguno”. Simplemente hacer una experiencia. Conocer al festival. Ver muchas películas –“me alegro enormemente de haber podido presenciar, Infancia Clandestina de Benjamín Ávila, un verdadero peliculón”- y conocer a la gente, sus comentarios y reacciones.
“El diálogo con el público es sumamente nutritivo y formador. En Friburgo me preguntaron por la idea del filme, por la elección de los personajes, por la Lima vacía e irreconocible, e incluso por la ausencia de la presencia femenina”, cuenta.
Y a veces no tengo respuestas, confiesa, “y es el público el que me las da. Alguien comentó, por ejemplo, que la ausencia femenina agrega un factor de fuerza, casi maternal, en la relación particular entre el limpiador y Joaquín…Tal vez tiene razón”, concluye Saba.
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