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“Es el ritmo lo que más fascina a los alumnos”

'Flamencokeller', una cava bajo los soportales de Berna. www.flamencokellerbern.ch

El éxito mundial del ballet ‘Carmen’, de Antonio Gades, que Carlos Saura llevó al cine en 1983, desató una auténtica pasión por el flamenco fuera de España.

En ese año, Franziska Badertscher fundó su academia de baile en Berna. Ahora hay al menos siete.

Franziska Badertscher tiene 47 años y lleva dos décadas impartiendo clases de flamenco en Berna. Su academia ‘Flamencokeller’, una cava bajo los soportales que caracterizan el casco antiguo de la capital suiza, fue una de las primeras en Berna.

Es también una de los fundadores de la peña flamenca Los Caracoles, la primera de su índole en Berna, que durante muchos años se reunió y organizó actos culturales en el acogedor e íntimo ‘Flamencokeller’ del número 39 de la Münstergasse.

”Fuego flamenco”

Por las venas de esta flamenca suiza corre alguna gota de sangre española. Su bisabuelo, que llegó a la tierra de Guillermo Tell a principios del siglo XX y abrió una tienda de vinos en Aarberg, era catalán. Y fue, precisamente, en Barcelona, donde Franziska descubrió por primera vez el flamenco.

“Era un tablao, me parece”. Tenía sólo cuatro o cinco años, pero recuerda que le impresionaron las ‘bailaoras’ y sus trajes de gitana. Más adelante el baile flamenco siguió presente en su vida. “Solía acompañar a mi madre a las clases de flamenco que impartía Reina Angel, en Biel. A veces era muy aburrido, a veces no”, dice y suelta una carcajada.

A la edad de 15 años empezó a tomar clases con Reina Angel, una de las pioneras del flamenco en Suiza. Pero tardaría unos años en descubrir su verdadera pasión y vocación por el flamenco. En 1963 comenzó sus estudios de danza en Alemania.

“Fue allí donde me cogió el fuego flamenco”, afirma. El “fuego” que despertó en ella su profesor Alberto Alarcón, la llevó a España a proseguir sus estudios y a dar rienda suelta a la pasión que le dictaba el corazón.

Gran afición en Berna

La academia ‘Flamencokeller’ cuenta hoy con más de noventa alumnos. “Desde el año 1983, siempre hubo muchos aficionados en Berna”. Y a pesar de que se ha multiplicado el número de academias de flamenco (hay mínimo siete, sin contar la gente que imparte clases particulares), Franziska sigue teniendo muchas alumnas (casi todas mujeres y muy pocos hombres), “y eso que no hago publicidad”, señala. “Tengo algunas alumnas que vienen desde hace 18 años”.

Dicen los entendidos que el flamenco no se aprende, sino que se lleva dentro. Franziska lo confirma en cierto sentido. “Normalmente se ve en la primera clase, si son flamencas o no”.

En su opinión, para ser una buena flamenca se necesita “sinceridad – para mí es muy importante – y querer bailar. Nada más.” Y trabajar, claro, agrega. Lo más difícil es la posición y el movimiento de los brazos, y luego coordinar la técnica de brazos y pies con la posición del cuerpo y la expresión del rostro, tan significativo en el baile flamenco.

Baile de la desinhibición

Dos de las alumnas de Franziska son Madeleine y Zora. En seis años han aprendido a bailar sevillanas, soleás, tangos, bulerías, y ahora están aprendiendo farrucas. Madeleine descubrió su pasión por el baile en la cuna del flamenco.

Estuvo en Cádiz, Jerez de la Frontera y Sevilla (barrio Triana) y echa de menos ese ambiente andaluz, “donde se baila en cualquier sitio y a cualquier hora”. Curiosamente, se siente inhibida cuando baila en lugares públicos en Suiza, “porque aquí se me hace raro”, pero no en España.

Zora tiene 22 años y se crió en el campo. Siempre quiso bailar, pero sólo pudo realizar ese sueño cuando se mudó a Berna. “Creo que el flamenco triunfa en Suiza, porque somos un pueblo muy ordenado, muy esquematizado. Y pienso que, inconscientemente, el flamenco nos permite desinhibirnos.”

Para Franziska Badertscher “es el ritmo lo que más fascina a los alumnos”. Y luego hay “algo que nos falta un poco a los suizos, que son más tímidos”. Es un algo que no sabe definir, probablemente porque no se puede explicar, sino sólo sentir en el fondo de las entrañas.

“En el flamenco tú bailas tu propia personalidad”, y es tal vez ahí – en ese sacar afuera lo que uno siente muy dentro – donde radica la magia y fascinación que emana del baile flamenco.

swissinfo, Belén Couceiro

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