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¡Más cara la pena capital que la cadena perpetua!

Camilla para la aplicación de la inyección letal, una de las formas usadas en EE UU para aplicar la pena de muerte. Keystone

En efecto, contrario a una idea generalizada, es más oneroso ejecutar a una persona que confinarla en prisión por el resto de sus días. Otra falsa suposición: La pena de muerte tiene efectos disuasivos contra el crimen. “¡En absoluto!”

El IV Congreso Mundial contra la Pena de Muerte, a celebrarse del 24 al 26 de febrero en Ginebra, busca erradicar esos y otros prejuicios en torno al tema; desarrollar lazos entre abolicionistas y sensibilizar a la opinión pública sobre esa punición, contraria a la dignidad humana.

“Es un castigo fundamentalmente injusto y reservado a las personas más marginalizadas”, enfatizó Edward McCarthy, ciudadano estadounidense que pasó 21 años de su vida en prisión, 19 de los cuales en el corredor de la muerte. Que fue juzgado, declarado culpable y condenado a muerte en tres ocasiones y que al final logró salir de su prolongado calvario, merced a una prueba de ADN.

El suyo forma parte de una serie de testimonios que serán presentados a lo largo del IV Congreso Mundial contra la Pena de Muerte, de cuyas líneas generales hablaron sus organizadores este miércoles ante la prensa en Ginebra.

“Suiza (copatrocinadora del evento) considera que la aplicación de la pena de muerte es un obstáculo inaceptable para la marcha de la Humanidad”, sentenció el embajador Thomas Greminger, responsable de la división política ‘Seguridad Humana’, del Ministerio helvético de Exteriores.

Ratificó igualmente el compromiso de su país con la lucha internacional para abolir la pena de muerte. Para Berna, dijo el diplomático, esa es una prioridad de su política exterior.

Cauteloso optimismo

Por su parte, el director de la Asociación Juntos Contra la Pena de Muerte (ECPM por sus siglas en francés), Raphaël Chenuil Hazan y el coordinador del Congreso, Arnaud Gaillard, coincidieron en advertir el reto que los abolicionistas tienen por delante, a pesar de los logros alcanzados: hace 25 años, dos terceras partes del mundo aplicaban esa sanción. Hoy, sólo una tercera parte.

“Pero aún 6 mil personas son ejecutadas cada año, y eso es enorme”, puntualizó el responsable de la ECPM, organización francesa que desde su creación en el 2000 se consagra a combatir los ajusticiamientos y a cuya iniciativa obedecen el Congreso Mundial (trianual) y la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte.

En el IV Congreso se prevé la participación de unas mil personas procedentes de todos los confines del planeta. Inclusive, y gracias al patrocinio de los organizadores, de periodistas de países del Sur, en muchos de los cuales se aplica todavía la pena máxima.

En total, son 58 Estados los que así proceden, en su mayoría de Asia, del Mundo Árabe y una parte del Caribe. El listado incluye a Estados Unidos y Japón, lo que constituye una contradicción al carácter de “país democrático” de estas poderosas naciones.

Argumento de gobiernos populistas

La cita de los abolicionistas en Ginebra busca igualmente lograr avances en la resolución de la ONU en favor de la moratoria contra la pena de muerte, cuya próxima votación tendrá lugar en diciembre del año en curso, así como en la ratificación del Protocolo II del rubro que impide la marcha atrás de los países comprometidos a suprimir la pena capital, lo cual no es ocioso:

“Los gobiernos populistas de algunos países esgrimen la posibilidad de reinstaurar la pena de muerte para luchar contra el crimen; sin embargo, estudios científicos han probado que la pena de muerte no tiene ningún carácter disuasivo”, destacó Arnaud Gaillard.

Precisó que la comisión de un homicidio, por ejemplo, responde a un acto pasional, al margen de cualquier racionamiento, incluido por supuesto, el argumento de ser sentenciado a muerte.

En entidades de países como México o en Jamaica, se ha planteado la posibilidad de restablecer la pena máxima. En entidades de otros, como de Estados Unidos, se ha suspendido por razones económicas.

Y es que, a pesar de la generalizada idea en sentido contrario: cuesta más caro ejecutar a una persona que mantenerla en prisión por el resto de sus días.

Lo anterior, en virtud de que, desde que una persona es condenada a muerte y hasta la aplicación de la sentencia (o la declaración de inocencia) pueden pasar 10, 15 o 20 años. Y, como explica Raphaël Chenuil Hazan, “en todo ese tiempo hay que pagar abogados, hacer frente a los costos de los procesos, las investigaciones, las pruebas de laboratorio, la máquina de la muerte…”

Y ese es sólo el aspecto pecuniario, pero la pena capital tiene consecuencias en muchos y muy diversos ámbitos… como será analizado desde el miércoles próximo en la Ciudad de Calvino.

Marcela Águila Rubín, swissinfo.ch, Ginebra

Tendrá lugar en Ginebra del 24 al 26 de este mes de febrero.

Es organizado por la asociación francesa Juntos contra la Pena de Muerte (EPCM) con patrocinio de la Confederación Suiza y en asociación con la Coalición Mundial Contra la Pena de Muerte.

Es la cita trianual de los abolicionistas del mundo entero que permite reforzar lazos, revisar y fortalecer las estrategias comunes y sensibilizar a la opinión pública sobre la urgencia de erradicar esa práctica contraria a los derechos humanos.

Más de 1000 congresistas se reunirán en dos sesiones plenarias, 10 mesas redondas y 9 talleres.

Entre la temática: la discriminación social y racial en la aplicación de la pena de muerte; la protección de los grupos vulnerables (menores y deficientes mentales); violencia, víctimas y pena de muerte; religiones y pena de muerte; la situación de la pena máxima en diversas regiones del mundo.

Entre las actividades: representación de la pieza ‘El último día de un condenado’, de Víctor Hugo y una velada de testimonios de víctimas de crímenes, de terrorismo y de testigos de ejecuciones, y en la que participará la cantante franco-inglesa Emily Loizeau.

Lo anterior amén de una serie de exposiciones de fotografías, caricaturas y afiches y de la proyección de filmes documentales.

Ediciones anteriores: Estrasburgo (2001): Montreal (2004) y París (2007).

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