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“Un nuevo Núremberg, deseable, pero… ¿posible?”

François Zimeray
Corinna Staffe

En Ucrania, todavía no sonó la hora de la justicia. ¿Es posible esperar la paz sin justicia? ¿Cómo llegar a una tregua con el enemigo que está en el origen mismo del “terror y el asesinato”? Análisis del abogado y antiguo diplomático francés François Zimeray.

François Zimeray
ldd

François Zimeray es abogado en el Colegio de Ginebra y en el de París y en la Corte Penal Internacional (CPI). Fue Embajador de Francia, encargado de Derechos Humanos y miembro del Parlamento Europeo. Se ocupó, entre otros casos, del genocidio de los Jemeres Rojos en Camboya y de los niños soldados en la República Democrática del Congo. En 2015, tras el atentado contra Charlie Hebdo en París, François Zimeray sobrevivió a un ataque terrorista en Copenhague, donde se desempeñaba como embajador de Francia. 

swissinfo.ch: Suiza, así como otros países, condenaron los actos cometidos por las fuerzas armadas rusas e Ucrania. La Unión Europea subrayó, por su parte, que las autoridades rusas son responsables de esas muertes. ¿Qué se debe hacer ahora cuando Ucrania interpela a la justicia?

François Zimeray: La historia nos enseña que hay tiempos de conflicto, de pacificación y, finalmente, de justicia. Frente a las atrocidades, cuando todavía la sangre continúa a correr, todos sentimos la necesidad de justicia y nos cuesta soportar nuestra propia impotencia para detener estos crímenes. Pero debemos confrontarnos con la realidad, no es el momento de hacer justicia.

Sin duda, la hora de la ley llegará. La pregunta es: ¿cuándo y en qué jurisdicción? Actualmente se da el hecho de que los países cuyas autoridades son susceptibles de ser procesadas no han adherido al Estatuto de Roma, que dio origen a la creación de la Corte Penal Internacional (CPI), que constituye la jurisdicción más universal. Si Rusia -y de hecho Estados Unidos- no ha adherido al Estatuto de Roma, es difícil pensar que en el futuro Moscú estaría dispuesto a aceptar la constitución de un tribunal especial, un nuevo Núremberg.

Juicio
El mariscal de campo Hermann Goering (izquierda) y Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler, en la lectura de los veredictos de culpabilidad en el juicio de Núremberg, 1 de octubre de 1946. Keystone / Str

En otras palabras, este “Núremberg del siglo XXI” no tiene más posibilidades de ser creado o reconocido como legítimo que la propia CPI. De ahí la pregunta: ¿se hará justicia por estos crímenes? Núremberg representó un inmenso paso adelante en la historia de la humanidad, pero la legitimidad de una jurisdicción debe ser reconocida por todos, víctimas y acusados. Desde Núremberg hasta ahora, la justicia internacional avanzó significativamente como para garantizar un juicio justo y, sobre todo, para que no sea identificada como justicia de los vencedores.   

¿La legitimidad de ese proceso no se cuestionó ya en su momento?

Sí, por supuesto, estas cuestiones ya se habían argumentado y se plantearon mucho más tarde, en Francia, en particular en el marco del juicio Barbie. Impugnar la legitimidad de los jueces puede constituir una línea de defensa, que será deshonrosa y sin salida. Tras la Segunda Guerra Mundial, los nazis que fueron llevados al banquillo de los acusados, no tuvieron muchas opciones. En la actualidad, la cuestión de la legitimidad de un tribunal especial produciría un áspero y acalorado debate. En circunstancias muy particulares, ya que Rusia tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y contaría con el apoyo de China. De ahí que cualquier iniciativa de las Naciones Unidas (ONU) chocaría con este obstáculo.

¿Cómo se pueden juzgar estos delitos sin que el proceso pueda ser cuestionado?

De hecho, evidentemente, la hipótesis de una justicia a corto plazo es deseable. ¿Pero es probable y realista? De lo que estoy convencido es de que Ucrania cuenta con la suficiente legitimidad y el derecho internacional permite que esos crímenes sean juzgados, ya que las víctimas son principalmente ucranianas y las jurisdicciones del país son, sin discusión alguna, competentes. Idealmente, pienso que podrían actuar esas jurisdicciones ucranianas con el apoyo de la ONU y, eventualmente, con el sostén técnico de la Corte Penal Internacional.

Personas trasladando cadáveres
Voluntarios cargan en un camión los cadáveres de civiles asesinados en Boutcha y los llevan a un depósito de para su investigación posterior, abril de 2022. Copyright 2022 The Associated Press. All Rights Reserved.

Pero, más allá de la legitimidad para juzgar a los criminales de guerra, ¿cuáles serían las condiciones para que el proceso sea reconocido?

De no ser posible que actúe la CPI, la fórmula ideal sería un tribunal ad hoc, como se ha propuesto. Son innegables las ventajas que representaría, tanto para la ley como para la historia.

Pero, insisto: ¿esta propuesta es realmente posible sin un consenso internacional? Pienso que, en esencia, los tribunales ucranianos están en la mejor posición para hacerlo. Cuentan con la información, los nombres, hablan el idioma, tienen un buen conocimiento de los hechos, las víctimas están cerca -ya que los hechos sucedieron en su suelo- y, sobre todo, cumplen perfectamente con los requisitos para realizar un juicio justo y su legitimidad es indiscutible.

Si Ucrania emite una orden de detención internacional, el acusado no podrá viajar fuera de las fronteras de Rusia. 

Hay otra opción que parece irreal, pero que puede hacerse realidad: la de la justicia rusa. Llegará el día en que las personas que cometieron crímenes deberán responder ante los tribunales, no solamente ucranianos sino también rusos, que son también competentes. Eso supone, sin duda, un cambio de régimen en Rusia, ¿pero esto no es una posibilidad? Se ve claramente que la coyuntura cambia. Todo lo que vi y escuché en más de cien misiones que realicé en el mundo me lleva a la conclusión que, incluso los regímenes más opacos, más cerrados, se enfrentan a líneas de fracturas tan profundas como imperceptibles.

En el Kremlin, evidentemente, hay gente que no está de acuerdo con Putin. Vemos la reacción increíble de una parte de la sociedad civil rusa frente a la movilización militar, el coraje de los periodistas que empiezan a expresarse. Miles, incluso decena de miles de muertos… ¿esto significa cuántas familias en duelo o golpeadas, directa o indirectamente, por el conflicto?  Antes o después, esa gente dejará de callarse.

Si se recuerda el proceso de Núremberg, todo comenzó bastante rápidamente, en 1946… 

Sí, luego de una victoria que significó que una de las partes quedó totalmente aplastada, aniquilada. El proceso de Núremberg fue, al mismo tiempo, ejemplar e imperfecto y hoy no sería posible. Las normas evolucionan y en particular, la exigencia de un proceso justo derivada del Pacto de Nueva York de 1966.

Al inicio, usted habló de que habrá un tiempo para la justicia. ¿Por qué la justicia debe esperar? 

No hay paz duradera sin justicia, ¿pero puede haber una verdadera justicia sin pacificación? No se pasa sin un proceso de transición del fuego y de las lágrimas a los tribunales. Es necesario que se impulse la investigación, que se callen las armas y que las víctimas hablen. Frente a las atrocidades, sentimos una necesidad inmediata de justicia, pero la justicia misma necesita serenidad para alejarse de cualquier riesgo de venganza. ¿Cómo se pretende que las partes en conflicto negocien un cese al fuego si la primera consecuencia es la de enviar al interlocutor a la cárcel? Gran paradoja que conocen bien los diplomáticos.

¿No se corre el riesgo de la impunidad?  

Es un riesgo terrible, pero real. Por eso la paz suele estar condicionada a una ley de amnistía al final de los conflictos. Esta idea se vuelve insoportable.  

¿Podrá conocer algún día la población rusa lo que realmente ocurrió en Ucrania, sin que se juzgue a los criminales?

Se trata, por, sobre todo, de una cuestión de libertad de prensa y de educación. Hasta ahora, el pueblo ruso solo ha conocido el nacionalismo, la propaganda y la negación. Se les mantiene en un peligroso victimismo, cuyos efectos se pueden ver. Hace unos años, en una misión a Rusia, me impresionó el hecho de que oficiales y soldados parecían convencidos de que la única obsesión de la OTAN era la de asfixiarlos. Ya se ve a donde conducen esos fantasmas…

Ni Suiza ni Francia emplean el concepto de genocidio, en tanto el presidente Volodimir Zelenski, sí lo utiliza.  ¿Por qué?   

Entiendo que los ucranianos hablen de esta forma. Si yo estuviera en su lugar quizás diría lo mismo. Pero en Derecho, las palabras sirven para describir situaciones con la mayor precisión posible y tienen consecuencias. El ejército ruso y sus dirigentes están cometiendo crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, mientras que el término “genocidio” describe la eliminación general y masiva de un grupo étnico o humano.

Si finalmente hubiera un “Núremberg 2”, ¿podrían ser también sentados en el banquillo de los acusados los responsables de la propaganda en Rusia?

El instigador y el cómplice son castigados como el criminal, y está claro que quienes avivaron las llamas del resentimiento y la paranoia tienen una responsabilidad considerable. Recuerdo las palabras de Elie Wiesel: “La Shoá no empezó con las cámaras de gas, empezó con las palabras”.  

 Editado por Balz Rigendinger

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