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A cada uno su propio búnker

Una imagen familiar para todos los suizos: la entrada de un refugio antiatómico (Hospital de Lachen, 1966). RDB

En Suiza, los refugios atómicos pueden acoger en caso de necesidad a toda la población. Un caso único en el mundo.

“¿Pero qué demonios hace una puerta blindada en vuestro sótano?”. El asombro de nuestro amigo recién llegado de Italia es comprensible. Nunca antes había entrado en los bajos de una casa suiza. Intentamos tranquilizarle explicando: “Nuestro modesto palacio no oculta una prisión secreta de la CIA y no tenemos ninguna intención de dejarte atrapado aquí abajo”.

El sótano está invadido por botellas de vino, viejos libros, una nevera y ropa que ya no usamos. Pero el término ‘sótano’ posiblemente no sea el más correcto, pues lo que el amigo italiano acaba de descubrir es nuestro refugio antiatómico. Gracias a la gruesa puerta blindada y al sistema de ventilación, completado con filtros antigás, los cerca de 25 inquilinos del edificio podrían sobrevivir, en la peor de las hipótesis, a un ataque con armas nucleares.

“¡Vaya con los suizos! Paranoicos y obsesionados con la seguridad”, debe haber pensado nuestro amigo. Y probablemente no se equivoque del todo. Basta con pensar que a escala mundial los suizos son uno de los pueblos que más dinero gastan en protegerse de todo y de todos. Invierten en ello más del 20% de su presupuesto. Aunque, de hecho, es una necesidad impuesta por las leyes del país.

Hay sitio para todos los habitantes del país

“Todos los habitantes deben disponer de un sitio protegido al que puedan llegar rápidamente desde sus casas” y “los propietarios de inmuebles deben construir y equipar refugios adecuados en todos los nuevos edificios habitables, rezan los artículos 45 y 46 de la Ley federal sobre la protección de la población y la protección civil.

Es por esta razón que existe un refugio antiatómico en la mayor parte de los edificios construidos a partir de los años 60. La primera reglamentación en este sentido data del 4 de octubre de 1963.

En 2006 existían en Suiza 300.000 refugios repartidos entre casas, escuelas y hospitales, a los que se suman 5.100 refugios públicos. La suma de todas sus capacidades equivale a 8,6 millones de puestos disponibles.

Esto equivale al 114% de la población. Dicho de otra manera, en los refugios nucleares suizos puede protegerse a toda la población helvética… e incluso a la totalidad de los habitantes de una ciudad del tamaño de Milán.

Campeones del mundo

Si la construcción de refugios nucleares fuese una disciplina olímpica, Suiza obtendría seguramente al menos una treintena de medallas de oro más. Basta con lanzar una rápida ojeada a la situación mundial para darse cuenta de que ninguna otra nación podría aspirar al primer puesto.

De hecho, sólo Suecia y Finlandia pueden competir con Suiza en la materia. Pero con una cobertura que llega a los 7,2 millones en el primer caso y a 3,4 en el segundo (lo que representa el 81% y el 70% de sus respectivas poblaciones) estos dos países apenas podrían aspirar a la medalla de plata en esta disciplina.

En otros países europeos la situación es bien distinta. Por ejemplo, en Austria la cobertura alcanza al 30%, pero la mayor parte de los refugios no está provista de filtros de ventilación. En Alemania la protección a escala nacional apenas llega a un modesto 3%.

En los países extraeuropeos las estructuras de protección son muy difusas. En China, Corea del Sur, Singapur o India los niveles de cobertura no superan jamás el 50%. En Israel dos tercios de la población pueden encontrar refugio en caso de ataque. Pero a menudo, estas protecciones están realizadas en un hormigón que tiene grietas y aperturas, por lo que no son completamente impermeables.

La edad de oro

La construcción sistemática de refugios atómicos en Suiza se inició, como ya dijimos antes, a mediados de los años 60. Era una época caracterizada por la amenaza atómica y el temor a una eventual invasión soviética. “La neutralidad suiza no nos protege de la radioactividad”, era un eslogan popular en esos tiempos.

Esta puesta a punto de refugios llegó a su punto culminante en la década de los 70. Entonces se añadían entre 300.000 y 400.000 nuevos puestos anuales. A día de hoy, esta cantidad se ha limitado a unas 50.000 unidades.

Durante mucho tiempo, Suiza pudo vanagloriarse de tener la mayor obra de protección civil del mundo: las galerías del Sonnenberg, en Lucerna, un espacio en el que podían hallar refugio hasta 20.000 personas a la vez. En las siete plantas que componían este refugio, inaugurado en 1976, se encontraban un hospital con quirófano, un estudio de radio o incluso un puesto de mando militar.

Esta infraestructura fue desmantelada en 2006 pues presentaba numerosos fallos. Por ejemplo, las puertas de 1,5 metros de grosor y 350.000 kilos de peso cerraban mal. Por otro lado, los responsables de esta construcción no tomaron en cuenta otros pormenores como los problemas psicológicos y logísticos asociados a una tal concentración humana bajo tierra.

“No se cambia”

Con el fin de la Guerra Fría se generó un nuevo contexto en los campos de la política de seguridad y en muchos países la situación cambió radicalmente. Por ejemplo, en Noruega las autoridades abolieron en 1998 la obligatoriedad de construir búnkeres.

Pero no fue así en Suiza. En 2005, el entonces diputado Pierre Kohler presentó una iniciativa parlamentaria que pedía abolir la obligación de construir refugios nucleares en los domicilios particulares. El diputado del Tesino subrayó la inutilidad de estas “reliquias de otros tiempos” que repercuten excesivamente en el precio de construcción de las viviendas.

Tras un análisis de la situación, el Gobierno llegó a la conclusión de que siguen siendo útiles. No sólo en caso de guerra, sino también para afrontar eventuales ataques terroristas con armas nucleares, accidentes químicos o catástrofes naturales. Todo parece indicar que los refugios atómicos suizos tienen un futuro radiante…

Daniele Mariani, swissinfo.ch
(Traducción y adaptación: Rodrigo Carrizo Couto)

En 2006 en Suiza existían 300.000 refugios nucleares en viviendas privadas, escuelas y hospitales hasta un total de 7,5 millones de puestos. A ellos se suman 5.100 refugios públicos, capaces de alojar a 1,1 millones de personas.

El costo anual de cuidado y mantenimiento de estas construcciones alcanzó en 2006 un total de 167,4 millones de francos. De esta suma, 128,2 millones están a cargo de la iniciativa privada, 23,5 corresponde a las comunas (municipios), 9,8 a la Confederación y 4,2 a los cantones.

El valor del conjunto de estas construcciones ronda los 11.800 millones de francos suizos.

La construcción de un refugio nuclear en una casa unifamiliar cuesta unos 10.000 francos suizos.

Quien construye una vivienda puede evitar los gastos de un búnker pagando a la comuna (municipio) una contribución de 1.500 francos por cada puesto protegido.

Desde la entrada en vigor de esta reglamentación en 1979 hasta 2006, las comunas han ingresado cerca de 1.300 millones de francos.

Aproximadamente 750 millones se destinaron a la construcción de refugios públicos y otras medidas de protección civil.

Los 550 millones restantes siguen a disposición de futuras obras. El Gobierno prevé dividir la contribución sustitutiva que deben pagar los particulares.

Los refugios particulares pueden ser utilizados también para otros fines, por ejemplo como cava o depósito. En tal caso el propietario tiene la obligación de garantizar su mantenimiento.

Algunos refugios nucleares han sido utilizados en los últimos años para a hacer frente al creciente flujo de demandantes de asilo.

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