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“Alerta máxima” para rebeldes de Deraa, bajo amenaza del régimen sirio

Dos jóvenes palestinos caminan en medio de ruinas en el sector bajo control rebelde de la ciudad de Deraa, en el sur de Siria, el 20 de abril de 2018 afp_tickers

Los enfrentamientos diarios, las barricadas y los aviones de reconocimiento sobrevolando la ciudad es el día a día de los rebeldes de Deraa, que tratan de consolidar sus posiciones frente a la amenaza de una ofensiva del régimen sirio.

“Estamos en estado de alerta máxima, los mandos nos dijeron que nos preparásemos para un asalto del régimen”, afirma Atalá Qatifan, un joven combatiente rebelde apostado en la línea del frente que separa los barrios insurgentes de los sectores gubernamentales, en un mercado en pleno corazón de Deraa.

Cuna de la contestación contra el régimen del presidente Bashar al Asad en 2011, la provincia de Deraa sigue en un 70% bajo control de los grupos rebeldes, pero también hay zonas en poder del régimen y de los yihadistas afiliados al grupo Estado Islámico (EI).

Su ubicación -en la frontera con Jordania y con la meseta del Golán, anexionada por Israel- la convierte en estratégica. Una posición geográfica que explica porqué Washington y Ammán, entre otros, siguen de cerca la situación.

En la capital provincial, los rebeldes controlan el casco antiguo, es decir el sector sur, mientras que el norte está en manos del régimen.

“Los aviones de reconocimiento no salen del cielo, todos los días hay escaramuzas con las fuerzas del régimen en la ciudad”, añade Attalá Qatifan, de 25 años. “Más de una vez intentaron infiltrarse en nuestras posiciones, pero desbaratamos sus planes”, añade.

– Refuerzos y barricadas –

Según expertos, el régimen podría convertir Deraa en su próximo blanco, después de haber reconquistado los territorios rebeldes en Guta oriental, último bastión insurgente a las puertas de Damasco.

Pese a que las fuerzas gubernamentales luchan actualmente para arrebatar al EI el último reducto en la periferia sur de Damasco, en las últimas semanas se enviaron refuerzos a la provincia de Deraa, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

“Después de la caída de Guta, el régimen intensificó sus bombardeos: misiles tierra-tierra, disparos de obuses y de artillería pesada”, explica el combatiente rebelde Fahd Abu Hatem, de 29 años, apostado en el suroeste de la ciudad.

Los combatientes consolidan sus posiciones, afirma. “Cavamos nuevas trincheras, levantamos más barricadas”, añade.

Algunos sectores de la provincia, y de las regiones vecinas de Quneitra y Sueida, forman parte de una de las cuatro zonas de distensión instauradas en Siria para poner fin a las hostilidades en el país.

En julio, Rusia, Estados Unidos y Jordania anunciaron un alto el fuego en esta región, donde en los últimos meses se redujo la intensidad de los combates.

“Nuestros aliados (extranjeros) nos aconsejaron preservar la desescalada, mientras que el régimen de Asad no la viole”, asegura a la AFP un comandante rebelde, Ibrahim Mosalama, miembro de una célula que reagrupa a varias facciones.

– “Bombardeos y heridos” –

“Estamos preparados para afrontar cualquier intento que haga que el régimen progrese” en el terreno, recalca el joven de 27 años, precisando que “la cooperación se ha reforzado entre las facciones del frente sur, desde Quneitra hasta Sueida”.

La provincia de Deraa también es estratégica porque alberga el puesto fronterizo de Nasib, entre Siria y Jordania, una fuente de ingresos considerables.

Los insurgentes controlan desde 2015 este puesto fronterizo por el que transitaba todo el comercio terrestre con Jordania, pero también con los países del Golfo.

Pese a la movilización de los rebeldes, los civiles residentes en el sector en poder de los insurgentes tienen miedo. “Todos los días hay bombardeos y heridos”, lamenta Um Mohamed al Bagdadi, enfermera de un hospital de campaña.

“Después del final de Guta, el régimen intentará intensificar sus bombardeos sobre cualquier región que esté en contra suyo”, añade la mujer.

En el sector rebelde, donde viven más de 30.000 personas, los servicios básicos como el agua corriente y la electricidad escasean y las infraestructuras sufrieron destrozos por los años de guerra, enumera el jefe del Consejo local, Mohamed Abdel Majid. “Los civiles, mujeres y niños, serán -advierte- los primeros afectados por una escalada militar”.

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