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Aung San Suu Kyi habla el martes a Birmania y al mundo sobre los rohinyás

La líder birmana Aung San Suu Kyi en la 71 Asamblea General de la ONU, el 21 de septiembre de 2016 en la sede de Naciones Unidas en Nueva York afp_tickers

Horas antes del inicio de la Asamblea General de la ONU, la líder birmana Aung San Suu Kyi hablará por primera vez el martes a sus compatriotas sobre la crisis de los rohinyás, en un mensaje destinado también a la comunidad internacional.

Suu Kyi decidió romper su silencio, pero no lo hará desde la tribuna de Naciones Unidas en Nueva York, adonde anunció que no viajará, sino desde Naypidaw, la capital administrativa de Birmania.

Un gesto simbólico, en un momento en que el nacionalismo birmano suscita numerosas críticas internacionales por la situación de los más de 400.000 rohinyás que huyeron a Bangladés tras abandonar el estado de Rakáin, en el oeste de Birmania, donde el ejército lleva a cabo una amplia campaña de represalias desde varios ataques de los rebeldes de esta comunidad, a finales de agosto.

El discurso televisado de Suu Kyi, previsto para las 10H00 locales (03H30 GMT), genera mucha expectación porque permitirá comprobar si la Nobel de la Paz mantiene su apoyo inquebrantable al ejército, acusado de perpetrar todo tipo de atrocidades en su operación antiterrorista.

Hasta el momento, la líder birmana, que hizo sus únicas declaraciones públicas sobre los rohinyás a través de su servicio de prensa y en una entrevista para una televisión india, pidió al ejército que actuara con moderación y perdonara la vida a los civiles.

Parece poco probable que su discurso del martes se inspire en el que dio el año pasado desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, en el que prometió defender los derechos de esa minoría musulmana, considerada como una de las más perseguidas del mundo, y dijo que “se opondría firmemente a los prejuicios y la intolerancia”.

– Todos con Suu Kyi –

Desde el principio de la crisis, la mayoría de la población birmana apoya al régimen, tanto al gobierno civil como a los militares.

“Estamos con nuestra Consejera de Estado” (el título oficial de Suu Kyi), titulaba este fin de semana en su portada el diario oficial New Light of Myanmar, con una foto de miembros de la diáspora birmana manifestando en Londres a favor de la líder.

Otras fotos, en las que se ven manifestantes que queman retratos de ella en países musulmanes, incendiaron las redes sociales de Birmania, un país donde más del 90% de la población es budista y en el que los musulmanes se consideran como una amenaza para la identidad nacional.

Mayzin Aye, una mujer de negocios birmana conocida por su compromiso con Suu Kyi, reflejó la opinión de muchos en su país al dirigirse a la comunidad internacional a través de Facebook. “No es su líder, es NUESTRA líder”, escribió. “Tiene a millones de hijas, hijos y hermanas que la apoyan al 100%”, añadió.

Suu Kyi, hija del padre de la independencia birmana y figura icónica en su país, denunció el “iceberg de información” difundido por los medios internacionales sobre la crisis, y prometió decir “su” verdad el martes.

Su discurso también le permitirá presentarse como la persona que manda en el país, mientras, en la sombra, el jefe del ejército, el general Min Aung Hlaing, desempeña un papel clave en la situación actual.

“Señala que su prioridad es la relación entre el gobierno y el ejército, y que el pogromo (antirohinyá) es una cuestión secundaria”, afirma Francis Wage, autor del libro “Myanmar’s enemy within” (El enemigo del interior de Birmania), dedicado al rechazo antimusulmán.

Los generales siguen siendo muy poderosos en el país asiático, a pesar de la disolución en 2011 de la junta militar que alentó el miedo a la islamización de Birmania durante sus décadas en el poder.

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