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Cameron muestra sus cartas en el proyecto de referendo sobre la UE

El primer ministro británico, David Cameron, se marcha de un Consejo Europeo en Bruselas el 15 de octubre de 2015 afp_tickers

Después de meses de misterio, el primer ministro británico, David Cameron, desvelará finalmente la próxima semana las reformas que quiere en la Unión Europea para aconsejar a sus ciudadanos que voten a favor de la permanencia en el bloque.

Dos años y medio después de haber prometido a sus ciudadanos un referéndum sobre la cuestión antes del fin de 2017, el primer ministro detallará sus demandas en una carta al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. La carta, que se hará pública, llegará a tiempo para que los 28 países del bloque la discutan en el Consejo Europeo de mediados de diciembre en Bruselas. Esto deja abierta la posibilidad de celebrar el referéndum el próximo año, aunque las discusiones con los socios europeos podrían alargarse a los primeros meses de 2016.

“Encontrar un acuerdo en diciembre es una meta ambiciosa”, señaló el secretario de Estado para Europa, David Lidington, que espera un desenlace más bien en primavera (boreal).

En cualquier caso, si el tema se está alargando tanto es porque “Cameron juega un partido difícil, atrapado entre los euroescépticos de su Partido Conservador y su propio deseo de evitar un ‘Brexit'”, o salida de la UE (‘Britain-exit’), explicó Gabriel Siles-Brügge, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Manchester.

“No hay que olvidar que cuando Cameron hizo su promesa de un referéndum, en enero de 2013, el Ukip (partido antieuropeo) estaba en ascenso y él, en cambio, estaba en lo más bajo en las encuestas, con pocas posibilidades de ser reelegido en 2015”, dijo John Springford, investigador del Centro para la Reforma Europea, un ‘think tank’ con sede en Londres. “La iniciativa” de prometer el referéndum “obedecía únicamente a los imperativos de la política interna. Entonces no tenía ninguna idea clara sobre qué pedir a la UE”, agregó.

Las cosas finalmente se aceleraron a principios de octubre, paradójicamente bajo la presión de sus colegas europeos, hartos de ver a Cameron reclamando unas “reformas” que no especificaba.

Aunque Londres vaya finalmente a revelar su lista de deseos, David Lidington ya advirtió de que no debemos esperar un inventario muy detallado, sólo el necesario para mantener un margen de maniobra en las negociaciones. Pero las líneas principales son conocidas y ya no se corresponden con las grandes ambiciones iniciales.

– Las cuatro reclamaciones –

Las pretensiones británcias se resumen en cuatro. De entrada, “grabar en mármol el estatus especial que Reino Unido ya tiene en la práctica, en gran parte porque no participa en el euro o el espacio Schengen”, dijo Stephen Booth, codirector del ‘think tank’ Open Europe.

Enviado como avanzadilla a Berlín el martes, el ministro de Finanzas, George Osborne, planteó otras dos demandas: la igualdad de trato entre la eurozona y la parte del bloque que no usa el euro y una revisión de las normas y reglamentos europeos para mejorar la competitividad.

Estas propuestas han recibido una recepción generalmente favorable de la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, que habló de “reclamaciones legítimas”.

Para John Springford, “los compromisos son posibles en todas estas cuestiones, porque no tiene nada de extraordinario decir explícitamente que la libra esterlina convive con el euro o querer mejorar la competitividad”. “Tampoco la tercera demanda”, agregó el analista, “es un obstáculo irremontable, la de quedar exento de una unión más férrea, que es sobre todo de orden simbólico”.

La cuarta y última demanda es la congelación durante cuatro años de ciertas ayudas sociales a los inmigrantes de la UE que llegan a Reino Unido. Inicialmente, varios ministros querían ir más allá y establecer cuotas de inmigrantes intraeuropeos. “Aquí, sin embargo, no veo cómo David Cameron puede ganar”, dijo John Sprinford, porque estas demandas topan “con el principio de no discriminación entre los trabajadores del bloque y la hostilidad de varios Estados miembros de la UE”.

“Esta es la reivindicación más difícil, tanto técnica como políticamente”, resumió Stephen Booth. El problema, añade, “es que es la demanda más importante” para el electorado británico. “A la gente”, terció John Springford, “no le importa nada el concepto de una unión cada vez más estrecha. Europa no es parte de sus principales preocupaciones. La inmigración, sí”.

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