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Combatientes antiyihadistas ansían volver a sus hogares en Raqa

Varios miembros de las rebeldes Fuerzas de Élite Sirias, que combaten junto a las Fuerzas Democráticas Sirias contra los yihadistas en la ciudad de Raqa, el 14 de junio de 2017 en este bastión del grupo EI en el norte de Siria afp_tickers

A la entrada de la ciudad siria de Raqa, Jalil al Husein y otros combatientes de la alianza antiyihadista se preparan para ir al frente. Él sueña con volver a ver su casa, que abandonó hace año y medio.

“Huí de Raqa porque eran muchos los crímenes de Dáesh: castigos, decapitaciones, cárcel, insultos”, cuenta a la AFP este combatiente árabe de 25 años refiriéndose al acrónimo en ese idioma del grupo Estado Islámico (EI), que todavía controla la mayoría de la ciudad.

“Quiero volver a mi casa a cualquier precio, aunque tenga que morir”, asegura el joven, que vivía en el barrio de Rmeila, en el este de la ciudad. “Quiero liberar mi ciudad de Dáesh”, recalca, con un pañuelo verde atado a la cabeza.

El 6 de junio, Jalil al Husein entró en Raqa con algunos de sus compañeros de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) -alianza de combatientes kurdos y árabes apoyada por EEUU- con la esperanza de expulsar al grupo EI de su principal feudo en Siria.

Desde que los yihadistas tomaron en 2014 esta ciudad del norte del país, Raqa es sinónimo de terror, con ejecuciones y encarcelamientos, a veces tan sólo por fumar o vestir pantalones tejanos. El joven combatiente siente nostalgia de su ciudad. “No hay nada más bello que Raqa”, dice con un brillo en los ojos.

– “Generosidad” –

“Tengo recuerdos bonitos de sus calles, de sus habitantes generosos y de la coexistencia entre comunidades”, explica Jalil, quien se unió a las FDS tras partir de la ciudad.

Antes de la guerra, Raqa, bordeada por el río Éufrates, contaba con 300.000 habitantes, en su mayoría árabes suníes. También había miles de cristianos armenios y siríacos y un 20% de kurdos.

La ciudad milenaria vivió su edad de oro bajo el reinado de los abasíes (750-1258) y alberga murallas entre las que destaca la puerta de Bagdad.

Las FDS se hicieron con el control de un puñado de barrios y se preparan para lanzar el asalto al centro de la ciudad. Los compañeros de armas de Jalil debaten sobre la batalla. Algunos toman fotos, otros fuman.

En la calle, unos combatientes armados bailan la ‘dabké’ -una danza tradicional de Oriente Medio- o hacen con los dedos la ‘V’ de la victoria delante de las cámaras.

“Sentimos una alegría inmensa”, explica el comandante Abu Saleh al Hindaui, responsable de los combatientes árabes de las FDS.

Abu Saleh, también de Raqa, formaba parte de la rebelión que lucha contra el régimen de Bashar al Asad al comienzo de la revuelta de 2011 y luego se pasó a las FDS.

Walid al Jalaf, encaramado a una camioneta, huyó del barrio de Rmeila el año pasado. “Hace ocho meses que no veo mi casa. No logro describir lo que siento”, dijo este comandante de 28 años. “Me fui de casa con solo una manta y una esponja”. Para él, la misión está clara: “Vamos a perseguir a los yihadistas, allá donde estén”.

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