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El “selfi de la victoria”, al pie de la ciudadela de Tal Afar

Unos combatientes de las unidades paramilitares de Hashd al Shaabi, respaldados por las fuerzas iraquíes, posan en la histórica ciudadela de Tal Afar, el 27 de agosto de 2017 afp_tickers

En cada barrio reconquistado de Tal Afar se repite la misma escena: las fuerzas iraquíes arrancan la bandera del grupo Estado Islámico (EI). Pero al pie de la ciudadela, muy dañada por los explosivos de los yihadistas, el “selfi de la victoria” es agridulce.

En 2003, después de la invasión estadounidense y de la caída de Sadam Husein, el ayuntamiento y la policía municipal se instalaron en la ciudadela otomana y dos años después se convirtió en una base de las tropas norteamericanas que, junto con las iraquíes, emprendían otra batalla contra los yihadistas: en este caso Al Qaida.

En aquel entonces, la ciudadela permaneció intacta en lo alto de la colina. Pero años después, cuando el grupo Estado Islámico se apoderó de casi un tercio de Irak y de zonas extensas de la vecina Siria en una ofensiva fulgurante, corrió peor suerte.

Los yihadistas hicieron estallar explosivos al pie de la ciudadela, dañando los muros del norte y del oeste.

– “Tristeza” –

La ciudadela se ganó una triste reputación, convertida en cárcel del grupo EI, que encadenaba a los hombres y a las mujeres cuando se oponían al grupo o tenían un comportamiento que consideraban “pecaminoso”.

“Al recuperar la ciudadela, descubrimos las cadenas y grilletes que los del (grupo) EI” ponían a los prisioneros, cuenta a la AFP Abdel Hamid al Attar, un combatiente de las unidades paramilitares de Hashd al Shaabi.

Para este iraquí de 49 años, reconquistar la ciudadela fue un momento trascendente pero doloroso.

“Es uno de los pilares de la civilización”, dijo. “Esta ciudadela es un monumento histórico importante para todos los iraquíes, todos los árabes”, asegura. “Me quedé en ‘shock’ y sentí tristeza al ver los daños causados por el (grupo) EI”, añade.

Cerca de allí se encuentra la Gran Mezquita. Miembros del Hasch están apostados en lo alto de su minarete de siete pisos. A media altura ondea su bandera.

Desde su puesto divisan el alcance de los destrozos. En la plaza se ve un enorme cráter, los postes eléctricos de los alrededores están arrancados y las casas y comercios, destrozados por las explosiones.

No hay rastro de vida. Las inscripciones en las paredes -“Propiedad del Estado Islámico” o “Dios es grande”- dan fe de que hasta hace poco los combatientes vivían en la zona.

Los civiles huyeron antes de la entrada de las tropas en la ciudad.

Ahora, los yihadistas del “califato” se han atrincherado en el norte, en Al Ayadie, donde las fuerzas iraquíes libran su último combate antes del anuncio de la victoria, la última en la provincia de Nínive (norte), donde en julio reconquistaron Mosul.

– Fotos –

En el barrio de la ciudadela, la bandera negra del grupo EI está en manos de los combatientes de las fuerzas iraquíes. La voltearon para que no puedan leerse las inscripciones.

Junto a la bandera, un pequeño grupo posa. Un combatiente que se hace llamar Abu Abas saca el teléfono móvil para tomar “el selfi de la victoria”.

Parafraseando al eslogan del grupo yihadista sunita “El Estado Islámico se quedará para siempre”, este iraquí de Kerbala, la ciudad santa chiita del sur del país, ironiza: “¿Se van a quedar para siempre? ¿Pero dónde están? Yo no los veo”.

Un poco más lejos se ven unas casas en buen estado, sin que nadie se atreva a entrar en ellas por miedo a que los yihadistas hayan colocado explosivos.

En el barrio, los combatientes se topan con una fuente de agua fresca. Después de más de una semana de combates, unos se bañan y otros aprovechan para asearse.

De repente, uno de ellos duda: “Amigos ¿creéis que los yihadistas pudieron colocar explosivos en el agua?”.

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