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El acuerdo comercial del G20, un pacto bajo mínimos

La canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de EEUU, Donald Trump, durante la cumbre del G20 en Hamburgo, el 7 de julio de 2017 afp_tickers

El compromiso bajo mínimos logrado este sábado en el G20 salva las apariencias, pero deja sin resolver el debate entre libre comercio y proteccionismo y no evitará nuevas guerras comerciales, aseguran los analistas.

“Vamos a continuar (…) luchando contra el proteccionismo, incluyendo todas las prácticas comerciales desleales, y reconoceremos el papel de los instrumentos de legítima defensa en este punto”, reza un pasaje de la declaración final.

Esta declaración, muy vaga, es “típica de los compromisos del G20” y logra salvar las apariencias y un semblante de unidad, en este caso entre el proteccionismo que defiende Estados Unidos y el libre comercio del resto de sus socios, indica Claudia Schmucker, del instituto de investigación alemán DGAP.

El texto tiene dos elementos contradictorios. Por una lado la condena al “proteccionismo”, una constante desde la creación en 2008 del G20 (19 países + la Unión Europea), un foro que reúne a economías industrializadas y emergentes.

Al mismo tiempo, el comunicado final cita posibles medidas de “protección” comercial, una concesión evidente a las posiciones proteccionistas del presidente estadounidense Donald Trump.

“Es una mascarada (…) que indica que sigue el desacuerdo”, dice a la AFP Thomas Bernes, un exnegociador comercial internacional, ahora analista en el centro canadiense de investigación Cigi.

La noción de “instrumentos legítimos de defensa” contra prácticas “desleales” es “deliberadamente evasiva”, indica el experto.

– Europa en el punto de mira –

Desde su campaña electoral, Trump no ha cesado de afirmar que hará todo lo posible para defender la industria estadounidense y no sólo con medidas antidumping, que son toleradas en las relaciones comerciales internacionales.

En los primeros meses de su presidencia, Trump se limitó a criticar a China y el excedente comercial excesivo alemán, sin que nadie supiera si iba a tomar medidas concretas.

La respuesta llegó a principios de este año, con el aumento de tasas sobre la madera canadiense y la apertura de dos investigaciones para determinar si las importaciones de aluminio y de algunos tipos de acero amenazan “la seguridad nacional” estadounidense.

Este argumento legal, que no se ha usado casi nunca y data de la Segunda Guerra Mundial, permite aumentar los aranceles o decretar cuotas especiales. En el caso del acero, se espera una decisión el próximo 13 de julio.

Pero a pesar del peso de China, que produce la mitad del acero mundial y es objeto de medidas antidumping europeas, Trump no sólo tiene en mente a Pekín.

“Estados Unidos ya limitó enomemente sus importaciones de acero chino, por lo que Europa está en primera línea” de las sanciones, asegura Sébastien Jean, director del Centro de estudios y prospectiva (CEPII).

Por esto, antes de la cumbre, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, prometió que la Unión Europea (UE) “sabría reaccionar” en “pocos días” en caso de aranceles sobre su acero.

A los europeos les irrita verse en el mismo saco que “las prácticas de competencia desleal que no llevamos a cabo”, dijo la presidencia francesa, en una alusión a las subvenciones de Pekín a su industria.

Según el periódico Financial Times, la UE ha elaborado una lista de productos estadounidenses susceptibles de sanciones, como el bourbon (whisky) de Kentucky, un feudo electoral del líder republicano en el senado.

“Los europeos están obligados a responder y preparar medidas pensadas políticamente para dar a entender a Trump que esta cuestión será un boomerang”, indica Sébastien Jean.

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