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El campo de Gaza, devastado por herbicidas israelíes, florece de nuevo

Agricultores palestinos dicen que Israel roció sus tierras con potentes herbicidas durante cuatro años, quemando sus cultivos, aunque estas prácticas cesaron esta primavera, permitiendo de nuevo florecer los cultivos afp_tickers

Desde su campo de berenjenas en la Franja de Gaza, Massud Habib mira al cercano muro de seguridad israelí deslumbrado por el sol otoñal.

Durante cuatro años, dice, aviones israelíes solían rociar herbicidas a lo largo de la frontera quemando sus cultivos. Y aunque este año no ha ocurrido, teme que puedan empezar de nuevo en cualquier momento.

Israel sostiene que solo pulveriza con herbicidas su lado, y lo hace para limpiar una zona de escondites para potenciales atacantes palestinos.

Israel y el movimiento islamista palestino Hamas, que controla la Franja, han librado tres guerras desde 2008, con enfrentamientos frecuentes, la última en 2014.

“Pulverizaban pronto en la mañana”, dice Habib, con su mono azul salpicado de barro, porque “el viento estaba a su favor y llevaba todo a nuestro lado”.

Todos los agricultores de Gaza dicen que los isralíes comprobaban si tenían el viento a favor antes de pulverizar, lo que hizo que durante cuatro años los meses de abril y diciembre el aire apestaba a cloaca.

“Se te quedaba en la garganta y te asfixiaba”, dice Habib.

Moutia Habib, un colega suyo, asegura que los químicos destruían todo el follaje, dejando a la vista solo tierra roja.

“Después de dos o tres días, todo lo verde había desparecido”, agrega. “Teníamos que empezar a plantar todo de nuevo, sin ayuda de nadie”.

Según la ONG isralí Gisha, Israel pulverizó defoliante una treintena de veces entre 2014 y 2018 a lo largo del muro fronterizo.

En 2015, varias ONG emprendieron una acción legal para prohibir esta práctica.

El ministerio de Defensa israelí confirmó a la AFP estas prácticas.

“La pulverización se realiza de vez en cuando, de acuerdo a las necesidades operativas y solo en territorio del Estado de Israel”, dijo en un comunicado.

Asimismo aseguró que esta labor la realizaban compañías especializadas con materiales aprobados por el ministerio de Agricultura y de acuerdo a la legislación israelí.

Los químicos “se utilizan en los campos agrícolas en todo Israel, al igual que lo hacen otros países”, agregó.

– ‘Más allá de las directrices europeas –

Según un análisis de una simple operación de pulverización realizado por Forensic Architecture, un grupo de investigación de la Universidad de Londres, los químicos que llegaban a Gaza estaban por encima de los niveles recomendados por la Unión Europea.

“Las tierras agrícolas que están a más de 300 metros de la frontera oriental de Gaza (con Israel) sufrieron daños y concentraciones de herbicidas superiores a los niveles recomendados por la Unión Europea”, según dicho informe.

El material utilizado incluye glifosatos, que es potencialmente dañino para los humanos, dice el informe.

La Organización Mundial de la Salud considera el glifosato como “probable cancerígeno” aunque la Unión Europea decidió en diciembre de 2017 renovar la licencia de este herbicida por otros cinco años.

Aunque esta primavera no hubo pulverizaciones, el ministerio de Defensa israelí no confirma si ha abandonado estas prácticas.

Los campos están de nuevo verdes y Habib vuelve a acariciar las berenjenas.

Nadie, ni Israel ni el ministerio de Agricultura de Gaza le han indemnizado por las pérdidas, asegura.

Las ONG siguen presionando a Israel para que se prohíban de manera permanente estas prácticas en la frontera.

“No se justifica ni existen bases legales para seguir con esta práctica tan destructiva”, dice Shay Grunberg de Gisha.

Samir Zaqout, del grupo de defensa de los derechos humanos palestino Al-Mezan dice que este comportamiento de Israel se remonta a su retirada de Gaza en 2005.

“Empezaron utilizando topadoras para limpiar el terreno o los aviones para las pulverizaciones”, dice.

– Riesgo de disparos –

Los agricultores gazetíes no solo se sienten amenazados por los herbicidas. Aquellos que se acercan demasiado al muro fronterizo pueden recibir un disparo de las tropas israelíes, como bien lo sabe Riad al-Nasser.

“El 9 de junio de 2017, me hirieron en una mano y no puedo cerrarla”, dice tratando de doblar sus dedos con evidente dolor. Es su muñeca hay una profunda cicatriz.

En mayo del año siguiente le amputaron dos dedos de un pie trs ser herido de nuevo.

Nasser mira con aprensión a sus trabajadores que recogen pimientos. Puede ayudar, pero algunos trabajos le resultan imposibles.

“Tengo miedo y no me siento bien cuando vengo a trabajar”, dice, pese a que asegura que no representa ningún peligro.

“Solo estoy en mi tierra”, concluye.

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