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El gran desafío de Hillary Clinton: unificar al campo demócrata

La candidata presidencial demócrata con más delegados a su favor, Hillary Clinton, durante el mítin tras las primarias en Nueva York el 7 de junio de 2016 afp_tickers

El 7 de junio de 2008, Hillary Clinton abrió el camino para que Barack Obama conquistase la Casa Blanca, al aceptar su derrota en la disputa de las primarias demócratas y brindarle todo su respaldo. Ocho años más tarde, es ella quien enfrenta la tarea de unificar su partido.

El trabajo es arduo después de una batalla con Bernie Sanders a veces muy amarga

En teoría parece una tarea más fácil que la que le espera a su rival Donald Trump, cuyos incendiarios comentarios -algunos calificados como “racistas” por figuras de su propio partido- amenazan con fragmentar a los republicanos.

El desafío de Clinton, sin embargo, es muy real, con una pregunta aún sin respuesta: ¿Cómo va a comportarse Bernie Sanders con respecto a una candidata a la que intentó detener con uñas y dientes?

¿Optará el senador de Vermont por retirarse discretamente? ¿Será capaz de llevar la batalla hasta el final para usar la convención demócrata de julio en Filadelfia como plataforma para dejar sembrado su mensaje sobre la necesidad de reformar Wall Street, fortalecer el salario mínimo y modificar la dependencia de las campañas políticas del capital privado?

El canoso político de 74 años ha asegurado repetidamente que luchará hasta el final. Después de décadas de relativo aislamiento en el Congreso, esta campaña le dio una tardía pero importante dosis de reconocimiento.

“Las primarias ya no giran en torno a la candidatura. Ahora todo es cuestión de equilibrio de poder en las conversaciones ‘de paz’ que de seguro van a venir”, señaló en Twitter David Axelrod, quien fue estratega electoral de Obama.

En su discurso de victoria en Nueva York, Clinton no instó directamente a Sanders a retirarse, pero le tendió una rama de olivo a él y sus partidarios.

“Su campaña, su vigoroso debate a favor del aumento de los ingresos, la reducción de la desigualdad y una movilidad en ascenso han hecho mucho bien al partido Demócrata y a Estados Unidos”, indicó.

“Pero mientras miramos hacia adelante, recordemos todo lo que nos une”.

En 2008, Clinton tiró la toalla inequívocamente a favor de su rival y pidió a sus seguidores “tomar nuestra energía, nuestra pasión, nuestra fuerza y hacer todo lo que podamos para ayudar a elegir a Barack Obama, el próximo presidente de Estados Unidos”.

– Miedo a Trump –

Esta vez, Clinton tendrá que ganarse el apoyo de los jóvenes y apasionados electores que dieron vida a la campaña de Sanders para las presidenciales de 8 de noviembre.

Su mayor obstáculo es la gran cantidad de simpatizantes de Sanders que ven a la ex primera dama, exsenadora y ex secretaria de Estado como una mujer calculadora y deshonesta.

Esa es también la principal línea de ataque de su rival republicano, Donald Trump.

“Clinton no tiene la posibilidad de hacerlo sola”, dijo Larry Sabato, analista político de la Universidad de Virginia. “Una importante minoría de las tropas de Sanders ha aprendido a despreciarla. Sanders tendrá que apoyar a Clinton reiteradamente y con entusiasmo”.

A los demócratas les gusta señalar que la mala sangre entre los equipos de campaña de Obama y Clinton era considerablemente peor de la que hay ahora en los campos rivales, y eso no les impidió ganar.

Los demócratas también cuentan con el propio Obama, que se espera entre en la carrera haciendo el papel de gran unificador apenas emerja un ganador de las primarias.

“Creo que se puede esperar que el presidente juegue ese tipo de rol”, dijo recientemente el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest.

El mensaje de Obama ya está afinándose: los dos candidatos demócratas, aunque son muy distintos en su estilo, no lo son tanto en lo sustancial.

“Ambos son buenas personas. Conozco a los dos muy bien”, dijo Obama durante un viaje a Japón la semana pasada, como preparando el terreno para la reconciliación.

“Creo que es importante que tratemos de poner fin a esto de una manera que deje a ambos bandos sintiendo orgullo de lo que han hecho”, indicó.

Para Sabato, “el presidente Obama debe razonar con el ala izquierda de su partido, usando el miedo a Trump como señuelo emocional”.

De acuerdo a la última encuesta de Gallup, la popularidad de Obama en ese segmento de electores es enormemente alto: 92%.

Con ocho años de diferencia, Obama y Clinton tienen una ventaja en común: ambos ofrecen la posibilidad de escribir una página de la historia. Uno como primer presidente negro y la otra como primera mujer presidenta.

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