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En la frontera turca, los sirios sueñan con “derribar el muro”

Niños desplazados sirios intentan escalar el muro de la frontera turca, en la provincia de Idlib, el 21 de febrero de 2020 afp_tickers

Para escapar de los combates en el noroeste de Siria, Abu Jaber se instaló junto al muro de la frontera turca. Pero el avance de las fuerzas prorrégimen parece imparable, por lo que él ya ha previsto un “plan B”: una escalera para cruzar al otro lado junto a sus once hijos.

En el norte de la provincia de Idlib, cerca de la ciudad de Kafr Lusin, muchos levantaron sus tiendas, en las inmediaciones de la frontera, tratando de huir de la ofensiva del régimen y su aliado ruso contra el último gran bastión yihadista y rebelde de Siria.

“Cuando vi que la situación empeoraba, decidí fabricar una escalera”, cuenta Abu Jaber, enseñando su obra, realizada con varios tubos de hierro oxidado.

Aquí, en medio de un olivar, en el flanco de una ladera en la que serpentea el muro de hormigón de la frontera, el campo de desplazados se ha transformado en una verdadera aldea en la que viven decenas de familias.

Las chozas de hormigón, equipadas con paneles solares y depósitos de agua, lindan con las tiendas más sencillas de los recién llegados, construidas con planchas de plástico, y que en ocasiones albergan a familias de diez miembros o más.

Lejos de la violencia, los niños juegan a los pies del muro. Uno de ellos lleva un uniforme militar y porta un escudo turco.

Aún así, los sueños de los desplazados de tener una vida mejor se topan cada día con este imponente muro, coronado con una alambrada y dotado de miradores. Turquía alberga a más de 3,6 millones de refugiados sirios y teme un nuevo flujo, por lo que mantiene la frontera cerrada.

Si el régimen sirio sigue avanzando, “cruzaremos el muro para proteger la vida de mis hijos”, dice convencido Abu Jaber, de unos 40 años.

Y eso, pese a que decenas de civiles ya hayan sido abatidos o heridos por los guardias fronterizos turcos cuando intentaban cruzar la frontera ilegalmente, según una oenegé siria.

– “Calefacción, comida” –

Oriundo de la provincia de Hama, Abu Jaber cambió de ciudad varias veces. Desde hace seis meses, vive cerca de Kafr Lusin con sus once hijos y sus padres.

A uno de sus hijos, un chico de diez años, le tuvieron que amputar una mano después de un bombardeo, en el que también perdió un ojo.

“Para mí, ir a Turquía no es una opción. Quiero seguridad, un refugio, calefacción, comida”, recalca Abu Jaber.

Desde que, en diciembre, el régimen sirio emprendiera una ofensiva contra la provincia de Idlib y sectores aledaños de las regiones de Alepo, Hama y Lataquia, con fuerte presencia de yihadistas y rebeldes, unas 900.000 personas tuvieron que desplazarse, según Naciones Unidas.

Frente al alcance de la tragedia, el Alto comisionado de la agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, instó a los países vecinos -sobre todo a Turquía- “a ampliar las admisiones para que las personas en peligro puedan encontrar refugio”.

– “Derribar el muro” –

La mitad de los tres millones de habitantes de la provincia de Idlib, fronteriza con Turquía, son desplazados procedentes de otros bastiones rebeldes reconquistados en los últimos años por el régimen sirio.

Abdel Razak Sallat es originario de la ciudad de Binnish, en Idlib. Llegó a Kafr Lusin hace dos semanas con sus ocho hijos.

En su tienda de lona azul, a unos pasos del muro, viven 19 personas, pues la comparte con la familia de su cuñada.

Para él, pasar a Turquía es la promesa de una vida mejor.

“Miren detrás del muro, qué bonita es la vida. Nuestra vida aquí es un desastre. ¿Acaso no somos humanos?”, suelta, amargamente.

“Si nos vemos obligados, entraremos a Turquía. Derribaremos el muro y entraremos”, afirma.

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