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En Mosul, los civiles son enterrados dos veces

Hasan al Abasi, amigo de la familia Riadh, mira las tumbas que Abdelrahman preparó para sus padres y uno de sus hermanos en el jardín de casa de su abuelo en el barrio de Al Zirai, en el este de Mosul, el 21 de enero de 2017 afp_tickers

“Los hemos enterrado bajo los naranjos” del jardín, a la espera de darles sepultura en otro lugar, dice Abdelrahman Riadh, de 18 años, que perdió a su padre, su madre y su hermano pequeño en un bombardeo aéreo contra la ciudad iraquí de Mosul.

Y muestra, al fondo del jardín, a la sombra de los frutales, tres montículos de tierra sobre los que yace una piedra rectangular.

Los tres miembros de la familia Abdelrahman murieron el 6 de enero junto a otros habitantes en un bombardeo aéreo sobre el barrio Al Zirai, en el este de Mosul, que casi destruyó tres casas.

La segunda ciudad del país es escenario de combates desde el 17 de octubre, cuando las fuerzas iraquíes -respaldadas por una coalición internacional encabezada por Estados Unidos- lanzaron una ofensiva para expulsar al grupo yihadista Estado Islámico (EI) de Mosul, su principal bastión en Irak.

El martes anunciaron haberse apoderado de todo el este de la ciudad, dividida en dos por el río Tigris.

“Todo se hundió a mi alrededor”, recuerda Abdelrahman, que sobrevivió con su hermano Adnan, dos años mayor que él.

“Empujé los escombros y me levanté y le pregunté a mi hermano mayor si seguía vivo, estaba herido en la pierna”, explica.

– ‘Nadie contestó’ –

“Después, empecé a buscar a mi hermano pequeño, a mi madre y a mi padre. Grité, pero nadie contestó”, añade.

Debido a los combates, los dos hermanos tuvieron que enterrar a su familia a pocas calles de su casa, en el jardín de su abuelo.

“En un solo día, tuve que decir adiós a tres miembros de mi familia. Aquel día enterré una parte de mi alma”, suspira Adnan.

El cementerio improvisado por los dos huérfanos es un lugar tranquilo, pese a los disparos que resuenan de vez en cuando.

Pero Abdelrahman y Adnan tiene la intención, llegado el momento, de enterrar a sus familiares en la parte oeste de la ciudad, donde descansa ahora su abuelo.

Sin embargo, podrían tener que esperar mucho tiempo antes de desplazarse a esa zona de Mosul, enteramente controlada por el EI, donde se prevé que los yihadistas opongan una feroz resistencia a la ofesiva de las fuerzas iraquíes.

En el cementerio de Gogjali, primer distrito de la ciudad que fue liberado, el sepulturero Faleh Mohamed dice realizar hasta diez “segundos entierros” al día.

“Hay gente que, durante los combates, fue enterrada en los jardines o las mezquitas. Y, uno o dos meses más tarde, cuando los barrios fueron liberados y las carreteras limpiadas, sus allegados vienen a enterrarlos aquí”, explica.

– ‘Dos y hasta tres veces’ –

“Pero para algunos, el cementerio familiar se encuentra al otro lado de la ciudad, así que cuando el oeste sea liberado, prevén desplazar los cuerpos otra vez”, afirma Mohamed, con las manos cubiertas de tierra.

Detrás de él, las lápidas lo cubren todo hasta donde se pierde la vista.

En un estrecho camino, una camioneta aparca frente a dos fosas. Con mucha precaución, un hijo agarra el cuerpo de su padre envuelto en una manta y una sábana blanca manchada de sangre.

El olor de la muerte se mezcla con el de la tierra húmeda. Muertos hace tres semanas cuando un obús de mortero cayó sobre su calle, estos dos habitantes de Mosul habían sido enterrados una primera vez en su jardín antes de serlo aquí.

“Del polvo venimos (…) y en polvo nos convertiremos”, recuerda el imán frente a los asistentes silenciosos.

Raad Hasan, familiar de las dos víctimas, no oculta su dolor: “enterrarlos una vez ya fue difícil, pero dos es todavía peor”.

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