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Esperanza de paz en conflicto israelo-palestino parece lejos 25 años después de Oslo

En esta imagen del 13 de septiembre de 1993 en Washington se observa al por entonces primer ministro de Israel, Yitzahk Rabin (i), al presidente de Estados Unidos, Bill Clinton (c), y al líder de la OLP, Yasser Arafat afp_tickers

Veinticinco años después del histórico apretón de manos entre Yasser Arafat y Yitzhak Rabin, los acuerdos de Oslo no desembocaron en la esperada paz y para muchos se acerca rápidamente el momento de declarar muerto el acuerdo y la idea de un Estado palestino coexistiendo con Israel.

El jueves deberían ser pocos los israelíes y palestinos que celebren este aniversario.

“Fue un momento decisivo para muchos de nosotros”, recuerda Ghaith al Omari, estudiante palestino que vivía en Jordania en 1993, año del acuerdo, y que hoy es miembro del Washington Institute for Near East Policy.

“Teníamos mucha esperanza, una esperanza ingenua quizás, pero mucha esperanza”, recuerda el que años después se convirtió en asesor de los negociadores palestinos.

“A largo plazo, no hay otra solución que la de dos Estados”, dice a la AFP. Pero, agrega, “a corto plazo, no hay absolutamente ninguna chance de que ello suceda”. Una opinión ampliamente compartida.

Incluso los acérrimos defensores de una solución con dos Estados ven con inquietud lo que interpretan como un profundo giro de Israel hacia la derecha, la ocupación perenne de los Territorios palestinos, una dirección palestina cada vez más debilitada o las medidas de ruptura tomadas por el presidente estadounidense, Donald Trump.

Trump trasladó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, reconociéndola así como capital de Israel, suprimió las ayudas a los refugiados y hospitales palestinos de Jerusalén, se negó a comprometerse en una solución con dos Estados y, el lunes, anunció el cierre de la representación palestina en Washington.

– ¿Responsabilidades compartidas? –

El acuerdo diplomático “último” prometido por Trump se transformó “en la bofetada del siglo”, estimó el presidente palestino, Mahmud Abas.

Pero la derecha israelí no ve las cosas de la misma manera. Muchos de sus miembros se oponen a la creación de un Estado palestino y ven en Oslo el germen de la Segunda Intifada, en la que murieron centenares de israelíes a principios de 2000.

Los palestinos acusan a Israel de no haber cumplido los compromisos de Oslo. Pero su dirección está profundamente dividida, entre el Fatah del presidente octogenario Mahmud Abas y el movimiento islamista Hamas, que dirige la Franja de Gaza y rechaza reconocer a Israel.

Benny Morris, reconocido historiador israelí y autor de “Sólo víctimas: una historia del conflicto sionista-árabe, 1881-2001”, también observa un Israel cada vez más a la derecha. Pero piensa que las responsabilidades son compartidas.

“Algo debe cambiar en la cabeza de los dos pueblos”, dice. “Israel debe sacarse de encima a los dirigentes actuales, incapaces de avanzar hacia la paz e incapaces de adoptar la fórmula de dos Estados”.

Los palestinos “deben sacarse de encima la dirección de Hamas, y los dirigentes del Fatah tienen que querer realmente la paz y no sólo pretender quererla”, dice.

– Trump: un acuerdo más difícil de lo pensado –

El 13 de septiembre de 1993, luego de seis meses de negociaciones secretas en Oslo, Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se reconocieron mutuamente, firmando en Washington por impulso del presidente Bill Clinton una “declaración de principios” sobre una autonomía palestina transitoria de cinco años.

Por etapas, el proceso iniciado debía concluir con el fin del conflicto antes de que terminara el siglo. Sin mencionar explícitamente la creación de un Estado palestino, Oslo sentó las bases de mecanismos de autogestión, entre ellos la Autoridad Palestina, considerada como la prefiguración de un Estado.

Pero los tropiezos se repitieron. El 4 de noviembre de 1995 el primer ministro israelí Yitzhak Rabin fue asesinado por un extremista judío opuesto al proceso.

En 2000 estalló una segunda intifada, luego de la cumbre de Camp David.

Al mismo tiempo, los colonos siguieron instalándose en Cisjordania, sobre tierras que los palestinos consideran como territorio de su futuro Estado.

Benjamin Netanyahu, primer ministro entre 1996 y 1999, cargo que ocupa actualmente desde 2009, dirige un gobierno calificado como el más derechista de la historia de Israel.

Importantes miembros de su coalición reclaman abiertamente la anexión de gran parte de Cisjordania, sin hacer caso de las advertencias sobre el régimen de apartheid que podría instaurarse.

El mismo Trump, de quien todavía se espera su plan de paz, admitió últimamente que comenzaba a creer que un acuerdo israelo-palestino es quizás muy difícil de concluir.

Benny Morris, que durante toda su vida escribió sobre el tema, sigue pensando que una solución con dos Estados es la única posible aunque no es muy optimista.

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