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Esperanza y cautela en el bazar de Teherán un año después del acuerdo nuclear

El Gran Bazar de Teherán, repleto de clientes el 11 de julio de 2016 afp_tickers

Mostafá Javedan lleva 60 años trabajando como sastre en el bazar de Teherán, ha vivido golpes de Estado, la revolución, la guerra y ahora los altibajos del levantamiento de las sanciones, un año después del acuerdo sobre el programa nuclear iraní.

En su pequeño comercio abierto por su abuelo en el siglo XIX, bajo la dinastía Kayar, ha resistido a todos los embates, incluso cuando Irán estaba muy aislado.

“El francés es el más chic del mundo, le sigue el iraní, pero los mejores tejidos se fabrican en Reino Unido”, afirma este hombre de 80 años de ojos vivaces.

La mayoría de los productos de su tienda, administrada actualmente por su hijo Said, viene de China, sobre todo desde el refuerzo de las sanciones internacionales contra el programa nuclear de Irán a partir de 2012.

“Los europeos nos han empujado a los brazos de China, cuando hace diez años no le comprábamos nada. La calidad de sus productos está mejorando”, afirma Said. “Creo que las sanciones han beneficiado a la economía china”, añadió.

El bazar es el principal centro comercial de Teherán. Se puede comprar de todo, desde alfombras de hace varios siglos hasta teléfonos móviles de última generación.

El levantamiento en enero de parte de las sanciones internacionales no ha provocado grandes cambios en la vida de los comerciantes, que siguen con la mirada puesta en Asia.

En uno de los muchos comercios de utensilios de cocina, la mayoría de los productos (desde las cazuelas hasta los cuchillos) son ‘Made in China’.

“También tenemos bienes procedentes de Italia y de Estados Unidos, pero muy pocos”, afirma Ali Masumi, cuyo padre se instaló en el Bazar en los años 1950.

– Confianza –

Masumi es muy escéptico sobre los resultados concretos del acuerdo nuclear y cree que “si debe haber un cambio, debería venir del interior. Pero el Gobierno no tiene realmente la voluntad”, opina.

El Gobierno del presidente moderado Hasan Rohani, en el poder desde 2013, ha logrado reducir la inflación en más del 40%, hasta el 10% actual. Pero para muchos esta bajada se debe sobre todo a una fuerte desaceleración económica.

Rohani esperaba que el final de las sanciones permitiese atraer a entre 30.000 y 50.000 millones de dólares de inversiones anuales, necesarios para un crecimiento del 8%.

Las inversiones tardan en llegar y parte de las sanciones estadounidenses contra el programa balístico, la situación de los derechos humanos y el apoyo de Irán a grupos como el Hezbolá libanés y a movimientos palestinos calificados de “terroristas” siguen como estaban.

“La gente sigue sin querer arriesgarse a invertir o a gastar. Quieren asegurarse de que no habrá cambios radicales en la tasa cambiaria, el sistema bancario o el precio del mercado inmobiliario”, afirma Masumi.

Otros, por el contrario, consideran que el clima generado por el acuerdo ha dado frutos.

“Nuestras relaciones con las compañías extranjeras han mejorado después del acuerdo nuclear y ahora confían en nosotros”, afirma Esmail Ivazi, de 35 años, que vino a comprar una alfombra.

Este empresario, que posee una juguetería, exporta a los países vecinos, sobre todo a Irak, Uzbekistán, Georgia, Armenia y Tayikistán.

“Soy optimista. La situación del mercado mejorará. La gente tiene esperanza en el futuro”, estima Esmail. Reconoce que aún hay obstáculos, sobre todo en lo referente al sistema bancario internacional.

Los bancos extranjeros, en particular los europeos, son reacios a trabajar con Irán por miedo a represalias de Estados Unidos.

“Seguimos teniendo problemas bancarios”, dice Esmail. “Queremos exportar a Rusia, pero continuamos con los problemas de transferencias de dinero”, señala.

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