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Hillary Clinton, o la ambición permanente

La precandidata demócrata Hillary Clinton durante el segundo debate de su partido de cara a la nominación demócrata por la Casa Blanca, en Des Moines, Iowa (EEUU), el 14 de noviembre de 2015 afp_tickers

Desde sus días de estudiante, Hillary Clinton buscó el éxito, los honores y el reconocimiento, y la ambiciosa exprimera dama logró conseguir prácticamente todos sus objetivos de su larga carrera, menos la presidencia de Estados Unidos, una obsesión de décadas.

Su sueño parecía en vías de cumplirse en las campañas presidenciales de 2008, pero en ese momento su camino se cruzó con el de un carismático senador de Illinois, llamado Barack Obama, quien la derrotó en la interna demócrata y luego se instaló en la Casa Blanca.

Al lado de su marido, Bill Clinton, formó un simbiótico y todopoderoso tándem político que se mantuvo en el centro de la escena política estadounidense desde 1977, un año antes que Bill conquistara el gobierno del sureño Estado de Arkansas.

Ahora, Hillary se encuentra en el medio de la pelea de su vida contra otro senador, Bernie Sanders, quien busca repetir la hazaña de Obama y sorprenderla en el inicio de las primarias demócratas, que arrancan el lunes en Iowa.

En este capítulo de su vida, Hillary cambió de discurso. Aún se presenta como la abanderada de las mujeres estadounidenses, una imagen que buscó desempeñar desde sus inicios como abogada, pero ahora también se exhibe como una mujer madura que acaba de ser abuela.

Abrazada a su reputación de luchadora, Clinton busca ahora convertirse en la primera mujer presidente de Estados Unidos.

– El camino a Yale –

Hillary Diane Rodham nació el 26 de octubre de 1947 y se crió en un hogar de clase media en un suburbio de Chicago llamado Park Ridge. Sentía adoración por su madre y llegó a describir a su padre, nacido de inmigrantes galeses, como un hombre rígido e inflexible.

Pero fue su padre quien impuso a Hillary su ética de trabajo, así como su frugalidad. De acuerdo a la autobiografía que escribió en 2003, aún coloca de vuelta las aceitunas restantes en su envase, y detesta el derroche.

Hasta su adolescencia, Hillary compartió las convicciones de su padre, próximo del partido Republicano, así como la ruidosa carcajada. Toda la familia es de fe Metodista, y hasta la actualidad ella se mantiene en esa iglesia.

Desde los 13 años pasó a desempeñar pequeños trabajos para ayudar con sus estudios. Inteligente y ambiciosa, logró ser aceptada en 1965 en Wellesley, una selecta escuela para mujeres cerca de Harvard, y rápidamente fue elegida representante de su clase.

Fue precisamente el tumulto social de la década del 60 el que cambió a Hillary, haciéndole abrir los ojos a las campañas por los derechos civiles, el debate sobre la guerra de Vietnam y la lucha por la igualdad de género.

En 1969 logró ingresar a la prestigiosa Facultad de Derecho de la Universidad de Yale, donde conoció a un joven rubio, llamado Bill Clinton, y su vida cambió para siempre. Después de trabajar para el Fondo de Defensa de la Infancia, y por un período en la comisión que en Washington investigaba el escándalo Watergate, Hillary dejó todo y se instaló en Arkansas, junto con Bill.

Poco más tarde Bill fue elegido gobernador de ese estado, y Hillary pasó a trabajar con una poderosa firma local de abogados, llegando a convertirse en la única mujer asociada. Chelsea, la única hija de la pareja, nació en 1980.

– Una primera dama diferente –

Fue en esa época que abandonó su nombre de soltera y se convirtió oficialmente en Hillary Clinton, la primera dama de Arkansas y más tarde de Estados Unidos, luego de que su marido llegase a la Casa Blanca en 1992.

Como primera dama estadounidense, su estilo rápidamente se desmarcó de todas sus sucesoras. Pasó a jugar un rol político activo, cuyo mayor símbolo era la instalación de su oficina personal en la célebre ala oeste de la Casa Blanca, la famosa West Wing.

Su relación con legisladores y periodistas rápidamente se deterioró, especialmente durante sus esfuerzos por reformar el sistema de salud, una tarea que Bill le dejó a su esposa. Los republicanos pasaron a señalarla como una feminista radical.

En 1998 sufrió una intensa humillación cuando quedó al descubierto el escandaloso caso que envolvía a su marido y una becaria de la Casa Blanca llamada Monica Lewinsky, pero un sondeo del instituto Gallup descubrió que Hillary terminó ese año terrible con una popularidad de 67%, un récord.

– Vuelo solo –

Dos años más tarde, Hillary se lanzó personalmente a la política y obtuvo una plaza en el Senado, en representación del Estado de Nueva York. Durante la campaña presidencial de 2004 mantuvo su perfil estratégicamente bajo, pero en 2008 se arrojó en cuerpo y alma a la carrera presidencial, donde se cruzó con Obama.

En ese momento Hillary decidió no basar su campaña en una cuestión de género, pero los estadounidenses optaron por el joven Obama, en busca de un cambio de aire después de ochos años de George W. Bush.

Después de ser elegido presidente, Obama buscó cerrar las heridas internas del partido Demócrata y convocó a Hillary para ser su secretaria de Estado. Aunque la mayoría de los críticos señala que ella no alcanzó éxitos diplomáticos de importancia, sus constantes viajes la ayudaron a cementar su imagen de estadista.

Entre los grandes problemas de su paso por el Departamento de Estado se destaca el escándalo por su insistencia en usar una cuenta personal de correo electrónico en vez del sistema gubernamental, consolidando en sus detractores la convicción de que ella se considera por encima de la ley y las normas.

Además de no poseer mecanismos de seguridad, el servidor privado utilizado por Hillary como secretaria de Estado en la práctica quedó fuera del escrutinio oficial. En 2014 afirmó que ella y Clinton estaban en la quiebra cuando salieron de la Casa Blanca, aunque poseían una casa evaluada en dos millones de dólares.

Posteriormente, los dos hicieron varios millones de dólares cada uno con honorarios por dictar conferencias.

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