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La angustia de los supervivientes de la matanza en una escuela de Peshawar

Una activista paquistaní sostiene unas velas en homenaje a las víctimas de la masacre del años pasado en el colegio de Peshawar, el ataque terrorista más sangriento de la historia de Pakistán, en su aniversario, en Karachi, el 15 de diciembre de 2015 afp_tickers

Un año después de la matanza en una escuela del ejército paquistaní en Peshawar, en la que murieron 151 personas, entre ellas 134 niños, los supervivientes siguen atormentados por las secuelas y los recuerdos de la tragedia.

Mubashir Subhan estaba con sus amigos en la sala de usos múltiples de la escuela cuando los talibanes entraron y comenzaron a disparar a mansalva, el 16 de diciembre de 2014. La primera bala rozó su cabeza, la segunda atravesó el hombro y la tercera le arrancó dos dedos de la mano derecha.

La matanza, el peor ataque de la historia moderna del país, conmocionó a Pakistán. Ese día, nueve talibanes mataron a sangre fría a 151 personas en la Escuela Pública del Ejército (AMS) de Peshawar, noroeste de Pakistán.

Los supervivientes, como Mubashir, siguen concurriendo a la escuela administrada por el ejército y asisten a los cursos en las salas de clase donde murieron sus camaradas hace un año. Mubashir tuvo un apoyo psicológico después de la matanza pero, al igual que muchos de sus camaradas, la angustia lo invade cuando llega el momento de ir a la escuela. “Me siento incapaz de vivir normalmente. Los recuerdos vuelven sin cesar”, explica este joven de 16 años, que por milagro salvó su vida y recuerda todo el tiempo a los compañeros muertos a su lado. “Pienso como era la vida con mis amigos”, cuenta.

Los padres de Mubashir recuerdan la vida de antes, cuando su hijo era un joven confiado y expansivo. Después de la matanza “se enoja por tonterías”, explica su padre, agente inmobiliario, que cada día lo lleva a la escuela. “Debemos despertarlo una o dos horas antes y es difícil. Cuando vuelve de la escuela se encierra en su cuarto y permanece solo, reflexionando”, explica el padre.

El miércoles, al cumplirse el primer aniversario de la matanza, el primer ministro paquistaní Nawaz Sharif y el poderoso jefe de estado mayor de las Fuerzas Armadas, Raheel Sharif, participarán junto al jefe de la oposición, Imran Khan, en una ceremonia de conmemoración en la escuela.

El traumatismo persiste, dice Andaleeb Aftab, una profesora de química, que perdió a su hijo en la sala de usos múltiples, donde fueron asesinados muchos jóvenes. Los talibanes dispararon contra Andaleeb Aftab sin herirla y la profesora permaneció durante horas escondida en los baños, angustiada por la suerte de su hijo. “Convirtieron a nuestro instituto en un cementerio”, dice con un suspiro.

Algunos supervivientes vieron cambiar su vida completamente, como Waheed Anjum, de 18 años, herido en el pecho y los dos brazos. Waheed Anjum tuvo que ser operado varias veces, lo que le impidió estudiar durante seis meses. “No puedo mover mis brazos correctamente, no puedo transportar cosas pesadas”, comenta Waheed, que quizás no logre su aspiración de ser ingeniero o ingresar en el ejército como su padre. “Van a declararme inapto”, agrega refiriéndose al ejército.

“Muchos estudiantes siguen con alteraciones psicológicas”, destaca Aftab. “Ha pasado un año, pero no se puede olvidar ningún momento de ese día. Todavía no salimos del 16 de diciembre”, concluye con una mirada triste.

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