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La emergencia de milicias antitalibanes, nueva amenaza en Afganistán

Imagen tomada el 18 de octubre de 2015 de un integrante de una milicia antitalibán patrullando a caballo y armado contra los insurgentes talibanes en Jamshedi, en las afueras de la provincia de Faryab, en el norte de Afganistán afp_tickers

A caballo o en moto, los combatientes del comandante Naeem inspeccionan una vía utilizada por los talibanes en el norte de Afganistán, donde milicias como ésta tienen cada vez más apoyo del gobierno para luchar contra los insurgentes.

El gobierno afgano se ampara en casi un millar de grupúsculos armados, de pasado turbio, como parte de la solución a los problemas de seguridad a los que se enfrentan las tropas gubernamentales, que sufren pérdidas récord.

La emergencia de estas milicias recuerda a la situación que desembocó en la guerra civil en los años 1990 y allanó el camino a la toma del poder por parte de los talibanes. Además, todo ello corre el riesgo de agravar las rivalidades entre facciones y hundir aun más al país en lo que los observadores describen como un conflicto que se retroalimenta.

Sin embargo, para el comandante Naeem, un hombre bajo y fornido que dirige a 200 combatientes en el inestable distrito de Pashtun Kot, en la provincia de Faryab fronteriza con Turkmenistán, estos grupos armados desempeñan un rol esencial.

“Sin estas fuerzas emergentes”, explica Naeem, que rechaza el término de ‘guerrilla’ por su mala reputación, “los talibanes tomarían el distrito en pocos minutos”..

Sus combatientes, a caballo, armados con fusiles en bandolera y granadas, patrullan en una brumosa colina, cerca de la localidad de Jamshedi, en busca de talibanes acusados de una serie de sangrientas emboscadas.

“Sin nosotros, Faryab sería otro Kunduz”, asegura, refiriéndose a esta gran ciudad del norte, brevemente conquistada por los talibanes en septiembre, lo que supuso su más espectacular operación en 14 años.

Solamente en la provincia de Faryab, unos 5.000 hombres están enrolados en fuerzas irregulares o semi-irregulares, y los políticos afganos estimulan que otros miles sean reclutados en esta región, asegura a la AFP un responsable occidental.

El gobierno del presidente Ashraf Ghani prevé asimismo desarrollar la Policía local afgana (PLA), una fuerza de defensa a escala local comparable a una milicia y apoyada por Estados Unidos. Quiere que pase de 30.000 a 45.000 hombres en todo el país, según anunció.

– Protectores o depredadores –

La proliferación de milicias, otro polvorín en un país ya devastado por décadas de conflicto, va contra la política de desarme llevada a cabo por el ejecutivo precedente, y de la reciente promesa electoral del propio Ghani de controlar las armas.

“El desarrollo de grupos armados es inquietante ya que estas milicias tienen un pasado desastroso de violaciones de derechos humanos y de desobediencia (…) al gobierno” subraya el responsable occidental.

Algunas milicias, aprovechando el reinante clima de corrupción y de impunidad, se han transformado en brutales grupos criminales.

Así, una unidad de la PLA en Faryab fue acusada de utilizar un pozo seco, repleto de víboras, como cámara de tortura, según un reciente informe del International Crisis Group (ICG).

Sus robos, violaciones y tráfico de droga han impulsado a la gente a huir de sus pueblos, incluso a unirse a los talibanes para hallar protección.

La emergencia de estos grupos armados revela los límites de los esfuerzos de Estados Unidos, que a golpe de miles de millones de dólares ha intentado en vano que las fuerzas gubernamentales afganas fueran fiables y autónomas.

En la montañas de Faryab, estas fuerzas no han conseguido detener el avance de los talibanes, que hace poco estuvieron a punto de conquistar la capital provincial.

La noche del 4 de octubre, cuando los talibanes lanzaron su ofensiva contra Maimana, el comandante Naeem afirma haber recibido aterrorizadas llamadas de responsables de las fuerzas de seguridad, que querían buscar refugio.

“Si las fuerzas de seguridad fueran capaces de derrotar a los talibanes, los campesinos no se verían obligados a combatir y a vender joyas y ganado para comprar armas”, dice Naeem.

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