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La reagrupación en Alemania, carrera de obstáculos para una familia siria

Kasem Alsabsabi posa junto a su esposa, Rafa, y sus hijos en el campo re refugiados de Skaramangas, un área industrial cerca del puerto griego de El Pireo, el 28 de junio de 2016 afp_tickers

“Lo más importante es que estemos todos juntos, donde quiera que sea”. Kasem Alsabsabi solo tiene un objetivo desde que llegó como refugiado en otoño a Alemania: reunir a su familia derribando las fronteras europeas que los separan.

Por el momento, los Alsabsabi saborean la alegría de estar en Skaramangas, una zona industrial cerca del puerto de El Pireo y de Atenas. La madre y los ocho hijos, en Grecia desde febrero, viven en un campo para 3.000 refugiados, rodeado de las grúas de los astilleros.

Como muchas otras familias de refugiados separadas por el bloqueo fronterizo que detuvo desde finales de febrero el éxodo hacia el norte de la UE, los Alsabsabi buscan la reagrupación familiar.

Pero independientemente de la puerta a la que llamen, el Alto Comisionado para los Refugiados, los directores del campo, la ONG de asesoramiento jurídico… deben armarse de paciencia. El proceso tomará meses, seis, nueve… nadie sabe decirles con exactitud cuántos.

Un tiempo que no tienen. Kasem, un antiguo oficial de la fuerza aérea siria de 45 años, sufre de cáncer y “no sabe en realidad cuánto tiempo” le queda de vida.

Su enfermedad es una de las razones por las que decidió irse de Turquía, donde residía toda su familia después de haber huido de Alepo hace tres años para vivir en Europa.

En ese momento, la ruta de los Balcanes estaba aún abierta. De la isla griega de Lesbos puso rumbo a Macedonia con destino a Bebra, una localidad del centro de Alemania, donde encontró un refugio “seguro”, un permiso de residencia de tres años y recibió atención médica.

Un “permiso de 14 días” le permitió reunirse con su familia en Grecia.

“No nos lo creíamos, cuando lo vimos llegar, fue maravilloso”, cuenta conmovida su hija mayor, Israa, de 19 años, en el barracón con aire acondicionado donde se protegen del sol.

– El caso de las hijas mayores –

La madre y los ocho niños llegaron a Lesbos a finales de febrero. Los más pequeños son las gemelas, de seis años.

A tiempo para que no les afectara el acuerdo UE- Ankara, que prevé el regreso a Turquía de los refugiados que llegaron a partir del 20 de marzo, pero demasiado tarde para evitar quedar bloqueados en el país.

Si no estuviera enfermo, ni tuviera que someterse a quimioterapia, Kasem se quedaría en Grecia. Ya que además de la espera, le preocupan sus hijas mayores, Israa y su hermana de 18 años.

“Me han dicho que para ellas será difícil”, asegura.

La reagrupación familiar “no es automática para los hijos mayores, depende del país de acogida”, confirma a la AFP Spyros Kouloheris, abogado del Consejo griego para los refugiados.

“En la cultura europea, es normal dejar que los hijos se vayan de casa a los 18 años. Pero para nosotros, es inconcebible, las niñas no soportarían la separación”, explica Kasem. Israa asiente.

Además la madre, enferma de la espalda, las necesita para ayudarle con los más pequeños.

“No me siento segura aquí”, comenta, después de que la víspera un altercado entre residentes yazidíes y sirios del campo dejaran once heridos.

Los niños del campo aprovechan para estudiar griego. Las gemelas ya han aprendido el alfabeto gracias a maestros voluntarios.

“Todavía no hay curso de alemán, pero figura en el programa, todos nos lo piden”, afirma Poppy Paraskevopoulou, una de las voluntarias.

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