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La relación de Turquía con los occidentales quedó dañada tras el fallido golpe de Estado

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, durante el 22º Congreso Mundial del Petróleo, el 10 de julio de 2017 en Estambul afp_tickers

La reacción del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, frente al fallido golpe de Estado del 15 de julio de 2016 debilitó la posición internacional de Turquía, cuyos vínculos con los países occidentales quedaron seriamente dañados.

Las purgas a gran escala en el Estado, las detenciones masivas tras el fallido golpe y las violentas polémicas con varios países europeos en las semanas previas al referéndum que en abril reforzó los poderes de Erdogan dejaron el proceso de adhesión a la Unión Europea (UE) al borde del precipicio.

El Gobierno turco responsabilizó del golpe al clérigo Fethullah Gulen, residente en Estados Unidos.

Hasta ahora, el Gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, no ha dado ninguna señal de que vaya a cumplir con las peticiones de Ankara de extraditar a Gulen.

Además, Trump continúa con la política de Barack Obama, condenada por Erdogan, de apoyar en Siria a las milicias kurdas, que Turquía califica de “terroristas”.

“En cierta forma Turquía ha quedado aislada diplomáticamente desde el golpe de Estado fallido de julio de 2016, tanto porque los socios de la OTAN fueron tomados por sorpresa como por la purga posterior, que fue mucho más allá de lo que se podía esperar”, explicó Marc Pierini, profesor visitante del centro Carnegie Europe.

“La crisis entre Arabia Saudita y sus aliados y Catar no hizo más que sumarse a los problemas que enfrenta Turquía en el frente diplomático”, indicó a la AFP el experto.

– Un rol precario –

La actual posición de Ankara, relegada a un rol precario en la escena internacional, contrasta con la condición de mediador esencial con la que gozó Erdogan en la década pasada.

En cada una de las crisis, tanto Estados Unidos como la UE cortejaban a un aliado clave en la zona.

Para el ex primer ministro turco Ahmet Davutoglu, Turquía era el centro del mundo islámico y tenía un influencia que iba desde Bosnia hasta toda la zona de Arabia, replicando el terreno que alcanzó alguna vez el Imperio otomano.

Turquía esperaba que la Primavera Árabe llevara al poder a Gobiernos sunitas que pudieran quedar bajo su alero, pero el derrocamiento de Mohamed Mursi y de los Hermanos Musulmanes en Egipto y el alzamiento contra Bashar al Asad en Siria, mostraron otra realidad.

“Hoy el panorama es muy diferente”, explica Kemal Kirisci, perteneciente al centro de investigación Brookings Institution, que destaca las actuales disputas con sus vecinos y otros países.

– Sin avances tangibles –

Durante casi 50 años, Turquía ha buscado unirse al pacto europeo, un proceso largo en el cual Ankara ha visto con envidia cómo antiguos países comunistas han logrado su adhesión sin demasiadas trabas.

La entrada a la UE sigue siendo un objetivo estratégico, pero a veces Erdogan ha jugado a hacer de Bruselas un antagonista en una batalla dialéctica.

Entre las declaraciones que han alimentado la polémica está la intención declarada por Erdogan antes del referéndum del 16 de abril para ampliar sus poderes de restaurar la pena de muerte, lo que supondría la estocada final a su candidatura.

“Las bases para una alianza política más profunda mediante la adhesión a la UE sigue como siempre ha sido. Va a depender de los líderes turcos, en algún futuro”, estimó Pierini, antiguo embajador de la UE en Ankara.

Las autoridades turcas celebraron la llegada de Trump al poder tras la tensa relación que mantuvieron con la administración de Barack Obama.

Sin embargo, la visita de Erdogan a Washington quedó opacada por la decisión de Estados Unidos de emitir órdenes de detención contra 12 guardaespaldas del presidente acusados de enfrentamientos con manifestantes prokurdos en su territorio.

“Aunque Ankara es muy optimista sobre la presidencia Trump, ninguna de las expectativas de Turquía sobre la nueva administración estadounidense se ha cumplido, ni siquiera parcialmente”, indicó Özgür Ünlühisarcıklı, director de la oficina en Ankara del centro de estudios German Marshall Fund of the United States.

– “Una dura prueba” –

En este contexto, la voluntad de Arabia Saudita de aislar a Catar por las acusaciones de que Doha apoya a grupos “terroristas”, un vínculo que Ankara niega, fue la última cosa que esperaba el Gobierno turco.

Después de que Turquía lograra parcialmente mejorar sus vínculos con Riad, afectados después de que Arabia Saudita apoyara el derrocamiento de su aliado Mursi en Egipto, Ankara debe además afrontar el inesperado nombramiento de Mohammed bin Salmán como príncipe heredero.

En los últimos años, Catar se había ido consolidando como el aliado número uno de Ankara, que incluso instaló una base en el emirato, y Erdogan desarrolló fuertes vínculos con el emir Tamim bin Hamad.

Kirisci dijo que esta crisis es “profundamente inquietante para Turquía”, ya que Riad no sólo ha desairado los esfuerzos de mediación de Ankara, sino que además ha impugnado “sus estrechos vínculos con Catar y el despliegue de sus tropas en el país”.

Turquía está apostando cada vez más por establecer un vínculo estrecho con Rusia, a medida que avanza la cooperación por el conflicto en Siria.

Ankara también ha desplegado una diplomacia multipolar, expandiendo su presencia en África y también buscando ampliar sus vínculos con América Latina.

Pero Moscú podría ser un bastón poco estable para apoyarse, sobre todo después del quiebre que hubo entre ambos países por el derribo de un avión ruso.

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