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Liu Xiaobo, premio Nobel y encarnación de los valores democráticos en China

Una mujer y un cartel con la efigie del premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, el 29 de junio de 2017 en Hong Kong afp_tickers

Liu Xiaobo, el primer chino en obtener el premio Nobel de la Paz, quien falleció este jueves a causa de un cáncer de hígado tras ocho años en la cárcel, encarnaba la lucha por los ideales democráticos en su país.

El escritor, una de las figuras del movimiento democrático de Tiananmen de 1989 y enemigo del régimen comunista, obtuvo a los 61 años la libertad condicional después de que se le diagnosticara en mayo un cáncer en fase terminal.

La justicia lo condenó en 2009 a 11 años de reclusión por “subversión” tras haber reclamado reformas democráticas.

Un año después se enteró desde su celda de que le habían otorgado el premio Nobel de la Paz, un galardón que dedicó a los muertos de Tiananmen.

El premio tuvo que ser entregado de forma simbólica el 10 de diciembre en Oslo, donde una silla vacía representó al escritor preso.

Su galardón provocó la ira de Pekín, que califica al activista de “criminal”, y desde entonces cualquier imagen de una silla vacía fue censurada en la red de internet china.

Sin embargo, el Nobel le garantizó a Liu Xiaobo un reconocimiento internacional por su compromiso y su lucha de varias décadas marcada por largos periodos en prisión.

– Censurado en China –

En 1989, tras regresar de Estados Unidos, donde había impartido un curso en la Universidad de Columbia, en Nueva York, este profesor de la Universidad Normal de Pekín participó en el movimiento democrático de la plaza Tiananmen, desencadenado por estudiantes.

Frente al endurecimiento de la política del régimen, inició una huelga de hambre en la célebre explanada de Pekín, en compañía del cantante Hou Dejian y de otros dos intelectuales, Zhou Duo y Gao Xin.

En la noche del 3 al 4 de junio, cuando el ejército entró en Pekín para desalojar la plaza, intentaron una mediación para obtener una evacuación pacífica.

Detenido después de la sangrienta represión del movimiento, el opositor pasó un año y medio en la cárcel sin haber sido condenado.

Después volvió a tener problemas con el régimen y fue enviado a un campo de “reeducación por el trabajo” entre 1996 y 1999, por haber reclamado una reforma política y la liberación de personas todavía encarceladas por su participación en el movimiento de junio de 1989.

En las escasas fotos que hay de los periodos de su vida que pasó en libertad, llama la atención su figura delgada, con unas gafas de montura delgada, una frente amplia y el pelo rapado.

Tras ser excluido de la universidad, se convirtió en uno de los animadores del Centro Independiente Pen China, una agrupación de escritores, lo cual le permitió mantener un contacto estrecho con el mundo intelectual.

Censurado en China, sus libros se siguieron publicando en Hong Kong. En sus escritos criticó el consumismo desenfrenado de una sociedad china que había perdido los referentes y sufría de amnesia, y denunció a las élites y a los artistas “vendidos” al régimen.

– Condena –

Con ocasión del 60º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, participó en la redacción de la “Carta de 2008”, que hace un llamado al respeto de la libertad de expresión y la celebración de elecciones. “Hay que terminar con la práctica de tratar los escritos como un crimen”, rezaba el texto.

Este texto le valió una condena a 11 años de prisión en 2009 por “subversión”. Desde entonces, la comunidad internacional exigió su liberación.

Su esposa, Liu Xia, una artista convertida en activista, también fue puesta bajo arresto domiciliario tras el anuncio del Nobel, convirtiéndose ella misma en un símbolo de la resistencia al régimen del partido único.

En una entrevista publicada en 2009, el escritor dijo que guardaba esperanza sobre los avances de su lucha.

“Esto va a progresar muy lentamente, pero las demandas de libertad, entre la gente de a pie pero también para la gente del partido, no van a ser fáciles de contener”, afirmó.

Sin embargo, tras la llegada a la presidencia de Xi Jinping, a finales de 2012, la presión aumentó para los defensores de los derechos humanos y después tocó también a sus abogados, con decenas de juristas y activistas presos.

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