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Los indocumentados se preparan para lo peor, ser deportados por Trump

Unas personas asisten a un curso para preparase en caso de confrontación con agentes de inmigración en el colegio Academia Avance, en Los Ángeles, California (EEUU), el 9 de marzo de 2017 afp_tickers

Adriana comienza a prepararse para el peor escenario: ser deportada. El plan lo tiene bien armado en la cabeza, pero aún no sabe cómo hablar con sus hijos, que viven aterrados ante la posibilidad de perderla.

En la escuela de su hijo, ubicada en un barrio de muchos indocumentados hispanos de Los Ángeles, recibe, además del boletín de calificaciones, un folleto con recomendaciones para una situación de emergencia migratoria.

Donald Trump llegó al poder con la promesa de deportar a los 11 millones de indocumentados que viven en EEUU y su Gobierno ya dijo que no tendría problema en separar a familias.

Y Adriana teme que su propia familia se cuente entre estas. Ella llegó a EEUU con seis años y aunque es beneficiaria del programa DACA, que da permiso de trabajo a quienes inmigraron de niños, sabe que no está exenta de poder ser deportada.

“Capaz llega (Trump) y dice: ‘se acabó’ y ya, lo pierdo”, dice esta mujer de 31 años. Por eso, comienza a prepararse.

“Hemos hablado con unos primos” para que cuiden a sus niños de 9, 10 y 14 años, nacidos en EEUU, en caso de que ella o su esposo, que también tiene un permiso temporal de trabajo, sean deportados.

“Nos falta aún hacer el papel”, dice en alusión a la autorización legal para que sus familiares sean los tutores y los chicos no pasen a resguardo del Estado.

“Los niños no saben, no queremos que les dé miedo. Ya mis niñas pequeñas me preguntan ‘¿qué pasa si te vas?’ y yo intento tranquilizarlos y decirles que todo va a estar bien, pero la verdad, no es fácil”, expresa.

Los hijos de Adriana van a la Academia Avance, la misma escuela de Fátima Avélica, la adolescente de 13 años que grabó el arresto de su padre una mañana cuando la llevaba en el coche al colegio. El vídeo se hizo viral y generó protestas en la calle.

“Dicen que mi papá es un criminal, pero no es un criminal, trabaja muy duro, vino a Estados Unidos por nosotras, sus hijas, no para hacer cosas malas. Es un buen hombre”, dijo la chica a la AFP.

– Familia junta –

Desde que Trump asumió el poder, el 20 de enero, no ha habido deportaciones masivas, pero hay un temor generalizado entre los indocumentados porque la ICE, la agencia migratoria estadounidense, recibió más poderes para detener a indocumentados.

No importa si se encuentra en una ciudad santuario o si se trata de un DACA. Quien no tiene papeles, está en el radar.

Adriana recuerda el caso de Daniel Ramírez Medina, detenido en Seattle a pesar de que tenía el beneficio vigente. Los agentes migratorios, que entraron a su casa a detener a su padre, aseguran que confesó ser miembro de una pandilla, aunque él lo niega y no tiene antecedentes.

La mujer no ha vuelto a México desde que cruzó la frontera hace tres décadas, pero tiene contacto con tías y primos para que, en caso de emergencia, la reciban.

Socorro, otra de las madres en Avance, dice que camina con temor, desconfiada. De sus 38 años, ha pasado 18 en EEUU, donde hasta hace poco trabajó como peluquera y hoy es ama de casa.

“En la calle uno no puede estar tranquilo, uno tiene que estar mirando alrededor”, indica esta mujer, que tiene pendiente sacar el pasaporte mexicano a sus hijos para poder llevárselos con ella si es deportada.

“La familia va a estar junta, ya sea allá o aquí si uno intenta cruzar de nuevo, pero será imposible separarnos”, asegura por su parte Giovani, cuyos hijos también estudian en Avance.

“Les costará un poco a los chicos porque están muy acostumbrados a EEUU, pero luego terminan adaptándose”, confía.

El Gobierno estadounidense ha dicho que aunque la prioridad es la captura y deportación de inmigrantes en situación irregular y con antecedentes criminales, todos los indocumentados son susceptibles de ser deportados.

Hay mucho de azar. Estar en el lugar y a la hora errada, como en San José, donde en un operativo en el que fueron capturados una docena de pandilleros, cayeron 11 indocumentados sin antecedentes criminales.

“Uno no sabe ahora, le puede pasar a cualquiera”, dice Socorro junto a su hija de 14 años, que ya sabe qué hacer si es testigo de alguna detención: “Grabarlo con el móvil”, como hizo Fátima.

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