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Lucha por los pastos en los altiplanos de Kenia

Un pastor de la etnia Samburu dirige el rebaño de su familia en los altiplanos de Loisaba, en Kenia, el 24 de enero de 2017 afp_tickers

Las mesetas de la reserva privada de Mugie, en las estribaciones del Monte Kenia, eran tierra de elefantes, búfalos y gacelas hasta hace poco; ahora su hierba alta y dorada sirve de pasto a decenas de miles de vacas, cabras y ovejas.

Equipados de lanzas o armas automáticas, los ganaderos seminómadas en busca de nuevos pastos entraron ilegalmente en la reserva a mediados de enero para cazar a los animales salvajes.

“Veinte años de esfuerzos, sudor y dinero… todo quedó destruido en dos semanas”, protesta Josh Perrett, un responsable de la reserva.

En Mugie, las instalaciones fueron saqueadas. Más al sur, en el rancho Suyian, hubo disparos y quema de chozas acondicionadas para turistas. Los propietarios de estos terrenos de la región de Laikipia, tanto blancos como negros, lo tachan de invasión o asedio.

Estos altiplanos se han convertido en escenario de un combate.

“En el origen de todo esto está la explosión demográfica”, acompañada de un aumento de los rebaños, explica Joe Ogutu, autor de un estudio del Instituto de investigaciones internacional sobre el ganado.

En las últimas cuatro décadas, el número de reses en Kenia ha aumentado un 76%, mientras que el de animales salvajes ha disminuido un 68%, según este estudio.

Es un problema continental y no sólo de Kenia, asegura Ogutu.

– Inversión financiera –

El crecimiento de los rebaños se debe también a motivos financieros: el valor del ganado se disparó, convirtiéndose para las élites urbanas kenianas en una inversión por la que no pagan impuestos.

Cuando los animales acaban con los pastos, los ganaderos van en busca de lugares con hierba alta, como las reservas y ranchos de la región de Laikipia.

“Esto dificulta la protección” de la fauna silvestre, lamenta Tom Silvester, responsable de la reserva de Loisaba, al este de Mugie.

Esta reserva a duras penas levanta cabeza tras el paso ilegal en 2016 de inmensos rebaños de ganado, que lo convirtieron en un terreno árido.

Si no se hace algo por resolver el problema, los pastos desaparecerán, los animales salvajes y el ganado morirán y no habrá medios de subsistencia para nadie, advierte Silvester.

– ‘Barreras y fusiles’ –

Existen acuerdos entre las reservas de Laikipia y las comunidades locales. Cuando los tiempos son duros abren sus puertas a los rebaños, el problema es cuando éstos son inmensos.

El ganado de Adowan Letowon -un ‘moran’ (‘guerrero’) de la etnia Sambur, de 28 años y con un cuchillo en la cintura- sobrevive desde hace 15 años a la temporada de sequía pasando de vez en cuando por la reserva de Loisaba.

“Hace tiempo que estamos aquí, nuestros hijos y nuestro ganado han sobrevivido gracias a estas tierras”, asegura.

“Somos vecinos de Loisaba y formamos parte” de este equilibrio, añade Lesibia Larari, propietario de 70 vacas. “Pero a otros les importa poco ser buenos vecinos”, afirma este hombre de 70 años, envuelto en una manta tradicional de cuadros azules y rojos.

Las comunidades locales suelen proteger las reservas, pero cuando llegan cientos de miles de animales es imposible.

Charles Lekalasimi, un estudiante de 24 años de la universidad de Samburu que realiza una pasantía en Loisaba, estima que la solución radica en el “diálogo y la comprensión”.

Como la mayoría de los ganaderos de la región, Charles es un ‘moran’ y asegura que los hombres de su edad lo escuchan cuando les dice que 50 vacas sanas valen más que 200 bovinos famélicos.

“La respuesta no son las barreras y los fusiles”, asegura.

– Elecciones a la vista –

Josh Perret, responsable de la reserva de Mugie, negocia actualmente con los Samburu y los Pokot para que depongan las armas, dejen de matar animales salvajes y que el ganado se vaya de la reserva, a cambio de un acceso reglamentado a los pastos en el futuro.

Pero teme que Mugie “se convierta en polvo”. Y las actividades turísticas, una de las principales fuentes de ingresos, se han suspendido.

En un mundo cada vez más poblado, la coexistencia es un desafío para muchos Gobiernos.

El de Kenia no parece reaccionar. En enero, el presidente Uhuru Kenyatta condenó a quienes “invaden tierras” en Laikipia, pero no fue más allá.

Además, en agosto se celebrarán elecciones generales y en periodo electoral no se suelen tomar medidas que cuesten votos.

“La solución -estima Tom Silvester- es la coexistencia, el diálogo, admitir que los recursos son limitados y encontrar la manera de repartirlos equitativamente entre los animales salvajes y el ganado”.

“Si no lo conseguimos, lo que nos espera es la visión apocalíptica de un hombre sentado sobre una roca en el desierto, con un cuenco vacío en la mano, esperando ayuda humanitaria”.

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