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Noruega, el país más feliz del mundo, duda si cambiar de rumbo

La primera ministra noruega, Erna Solberg, sonríe antes de una reunión en Bruselas, el 7 de junio de 2017 afp_tickers

Se puede ser el pueblo más feliz del mundo y acariciar sin embargo la idea de un cambio: es el caso de la rica Noruega, que vota el próximo lunes en unas legislativas muy inciertas para la saliente coalición de derecha.

Según los sondeos, la elección podría decidirse por la mínima diferencia para determinar quién dirigirá a este país nórdico en los próximos cuatro años, si la primera ministra conservadora, Erna Solberg, o su adversario laborista, Jonas Gahr Støre.

“La riqueza de la población noruega provoca expectativas suplementarias que son difíciles de satisfacer, sea cual sea el partido” en el gobierno, opina Bernt Aardal, politólogo en la Universidad de Oslo.

Desde su llegada al poder en 2013, el Gobierno -que agrupa a conservadores y populistas “light” del partido del Progreso- ha tenido que lidiar con dos crisis graves.

Primero, la histórica crisis de los migrantes que afectó a toda Europa en 2015, año en el que 31.000 personas -un récord- pidieron asilo en el reino nórdico, de 5,3 millones de habitantes.

Y la del sector petrolero, motor de la economía noruega, afectado por una brutal caída de las cotizaciones del crudo -la mayor en 30 años-, a partir de mediados de 2014.

Europa ha cerrado desde entonces sus fronteras, Oslo ha endurecido las condiciones de admisión y el flujo de refugiados se ha detenido.

– Millonario fondo soberano –

Gracias a reducciones de impuestos y al frecuente recurso al fondo soberano de cerca de un billón de dólares, que el país -mayor productor de crudo de Europa occidental- ha instituido en 20 años, la economía vuelve a crecer con fuerza, privando así de ángulo de ataque a la oposición.

“Ahora que la economía noruega va mejor, es importante no cambiar de rumbo”, dice Solberg, experimentada política de 56 años que se presenta como la candidata de la continuidad.

Y la guinda del pastel es que Noruega fue designada en marzo la nación más feliz del mundo, según un informe oficial de la ONU.

Pese a ello, el opositor Støre reprocha a la derecha haber hecho “más frío” al país, y se presenta como defensor de los menos privilegiados. El jefe de la oposición propone así anular ciertas reducciones de impuestos otorgadas a “los más ricos” y reforzar el Estado de bienestar.

“La noruega es una sociedad sólida”, dice el dirigente laborista de 57 años. Pero “estamos confrontados a crecientes desigualdades”, afirma a la AFP. La opinión pública está muy dividida y los editorialistas de los diferentes medios auguran un verdadero “suspense electoral”.

– Descartado el populismo –

En esta próspera nación, amante del consenso, el polémico tema de una adhesión a la Unión Europea (UE) ha sido dejado de lado, y las fuertes divergencias al respecto ya no emergen en la sociedad. También estas legislativas noruegas han logrado eludir el espectro del populismo.

Las formaciones más radicales, en efecto, han tenido que ejercer el poder, lo que ha contribuido a “neutralizarlas”, según el politólogo Bernt Aardal. Salvo algunas salidas de tono consideradas provocadoras de la ministra de Inmigración e Integración, Sylvi Listhaug, del partido del Progreso (antimigración), la campaña ha sido tranquila.

Sin duda, la formación del próximo gobierno dependerá en gran medida del resultado de los pequeños partidos, aliados indispensables tanto para la izquierda como para la derecha.

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