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Retiran las barricadas tras dimisión de Hariri, pero los problemas siguen sin resolverse

Un manifestante libanés ondea una bandera en una barricada en Beirut, el 20 de octubre de 2019 afp_tickers

La dimisión del primer ministro libanés, Saad Hariri, hacía desaparecer poco a poco el miércoles las barricadas en Beirut, pero la victoria de los manifestantes no significa que sus reivindicaciones vayan a ser escuchadas y el país entra en un periodo de gran incertidumbre política y social.

La dimisión de Hariri fue aceptada el miércoles por el presidente de la República, Michel Aoun, quien decidió dejar al primer ministro temporalmente en el cargo hasta la formación de un nuevo gobierno.

Tras dos semanas de una movilización inédita en las calles, los principales accesos a Beirut estaban abiertos el miércoles, lo cual permitía que la actividad cotidiana se reanudara poco a poco después de permanecer días paralizada.

El ejército pudo reabrir sin problema la entrada norte a la capital bajo la mirada atenta de algunas decenas de manifestantes que seguían apostados en el lugar. En otros puntos de la autopista sí había manifestantes que no habían desalojado las vías.

El anuncio de dimisión de Hariri provocó gritos de júbilo el martes en numerosos puntos de Líbano, donde manifestaciones multitudinarias mayoritariamente pacíficas pedían desde el 17 de octubre una renovación profunda de la clase política.

– “Todos quiere decir todos” –

Pero esta dimisión no responde plenamente a la cólera acumulada en la población contra dirigentes a los que reprochan una gran incompetencia y una corrupción en un país donde los servicios públicos están en plena decadencia.

Mohamed, oficial jubilado del ejército, volvió el miércoles a la plaza de los Mártires, epicentro de las manifestaciones en Beirut.

Saad “Hariri tomó la buena decisión al dimitir pero ahora queremos elecciones anticipadas y que devuelvan el dinero robado”, dice.

Charbel, de 26 años, con una bandera libanesa sobre los hombros asegura que “esta dimisión no será suficiente para salir de las calles”. “La presión va a continuar”, asegura.

Entre los gritos de júbilo escuchados en las calles el martes, tras el anuncio de dimisión de Hariri, se escuchó uno particularmente fuerte. “Todos quiere decir todos”. Un eslógan que muestra el deseo de un cambio radical en la clase política.

Y esto es algo que está lejos de ocurrir, como demuestra el violento ataque perpetrado el martes por la tarde en Beirut contra uno de los lugares de reunión de los partidarios del movimiento chiita Hezbolá (proiraní) y de su aliado Amal, que se oponen a este movimiento de protesta.

Desde Teherán, el Guía supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, cuyo país tiene una gran influencia en Líbano, consideró que las reivindicaciones de los manifestantes son “justas”, pero pidió que las formulen “en el marco de la ley”.

Según los expertos, Hariri dimitió pese a la opinión contraria del presidente Aoun y del líder del Hezbolá, Hasan Nasralá, quien alertó del posible “caos” que esta renuncia podría ocasionar.

“Hariri puso todo patas arriba para negociar mejor su vuelta”, asegura el diario libanés L’Orient le Jour.

Pero su deseo de dirigir un equipo totalmente nuevo, esencialmente compuesto por expertos reconocidos por sus competencias, podría chocar con un muro de resistencia.

– ¿Una primera ministra sunita? –

Según la prensa libanesa, Aoun se niega a “sacrificar” a su yerno, el ministro de Relaciones Exteriores, Gebran Bassil, uno de los blancos principales de los manifestantes, que lo consideran corrupto y “arrogante”.

Otro aspecto que complica el panorama político es que la regla de oro de la política libanesa es que el puesto de primer ministro debe recaer en un sunita. Hariri es una de las personalidades emblemáticas de esta comunidad.

Sin embargo, la revuelta hizo emerger el nombre de la ministra de Interior, Raya al-Hassan, una sunita de 52 años cuya labor ha merecido elogios por la moderación y neutralidad mostrada por las fuerzas del orden.

Internacionalmente, Francia y Estados Unidos, los países más influyentes en Líbano, no ocultaron su preocupación por esta crisis que podría tener un efecto indeseado: el aumento de la influencia de Hezbolá en la vida política libanesa.

Francia estimó que la dimisión de Hariri “agrava la crisis” y Estados Unidos pidió que se forme “urgentemente” un nuevo gobierno.

El gobierno saliente de Hariri sólo se pudo formar en enero, después de ocho meses de largas negociaciones.

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