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Sudán, una zona de paso hostil para los migrantes eritreos

Varios migrantes eritreos, en el campo sudanés de Wadi Sherifay, tras ser capturados cuando intentaban cruzar ilegalmente la frontera entre Eritrea y Sudán, el 2 de mayo de 2017 afp_tickers

Fue un profundo deseo de libertad lo que empujó a Efrem Desta a huir de Eritrea y a entrar ilegalmente en el vecino Sudán con la esperanza de alcanzar Europa algún día.

Sin embargo, su viaje se interrumpió cuando él y otros migrantes eritreos fueron secuestrados tras cruzar la frontera por la tribu de los rashaida, en el este de Sudán, cerca del pueblo de Al Laffa.

“Huimos de Eritrea porque aspiramos a la libertad, pero al llegar aquí fuimos capturados por los rashaida”, cuenta Efrem Desta, de 20 años, en su lengua materna, el tigrinya.

Tras cinco días de cautiverio, fueron auxiliados por las fuerzas sudanesas, que han reforzado las patrullas a lo largo de los 600 kilómetros de su frontera con Eritrea con el fin de atajar la afluencia de migrantes irregulares.

Efrem Desta y los demás fueron hallados esposados y atados con cadenas, según las autoridades.

Tras su liberación, se unieron a los alrededor de 30.000 refugiados instalados en Wadi Sherifay, un extenso campo de cabañas con tejados de paja cerca de la frontera.

La mayoría de los eritreos rescatados afirman que dejaron su país para evitar el servicio militar, pero otros admiten que aspiran a conseguir un empleo en el extranjero.

Decenas de eritreos intentan entrar ilegalmente en Sudán cada día, según la policía y los agentes del Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad (NISS) sudanés.

“Pueden entrar por varias rutas, principalmente bordeando el río Gash”, indica un responsable de seguridad a la AFP, en la región fronteriza del estado de Kasala.

– Bien equipados –

Los migrantes cruzan la frontera a pie después de caminar durante días, cuando no semanas.

“Normalmente viajan por la noche, se esconden durante el día en granjas, plantaciones o bosques”, agrega el responsable.

Presa de una grave crisis económica y de varios conflictos armados entre el régimen y los rebeldes, Sudán, un país empobrecido de África, es un cruce clave en la ruta hacia Europa.

Según los expertos, un gran número de eritreos intenta llegar a las costas europeas a través de este país.

“En 2016, unos 100.000 migrantes viajaron a través de Sudán, la gran mayoría, eritreos”, indica Asfand Waqar, analista en la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Desde Sudán, los migrantes se van a Libia o Egipto, donde entran en contacto con los traficantes que los hacinan en endebles embarcaciones para una peligrosa travesía por el Mediterráneo, rumbo a Europa.

En verano, la mayor parte de los migrantes aprovechan la noche para atravesar la frontera por el río Gash.

“Todavía no patrullamos durante la noche, así que tienen fácil moverse en la oscuridad”, señala el responsable.

Detrás de él, bajo un calor abrasador, una patrulla de guardias fronterizos armados con ametralladoras atraviesa el río, seco, en busca de migrantes.

El aumento de las patrullas se ha traducido en el arresto de varios traficantes, según los oficiales.

“Pero los ‘pasadores’, en su mayoría eritreos, tienen una excelente red y equipos de comunicación de alta tecnología”, asegura uno de ellos.

– Miedo –

El tráfico de migrantes se ha convertido en un negocio que genera miles de millones de dólares, según los expertos.

“Es un sistema de explotación” con costes que oscilan entre cientos y miles de dólares, estima Waqar.

A una eritrea que quería llegar a Europa desde Jartum le pidieron 2.500 dólares.

Para el jefe de la policía de Kasala, el general Yahia Soleimane, Sudán no puede frenar por sí solo la inmigración irregular en la frontera.

“Necesitamos ayuda internacional, equipos de comunicación de alta tecnología, vehículos, cámaras e incluso drones para vigilar la frontera”, afirma a la AFP, subrayando que las patrullas “están dirigidas por la policía, el NISS y el ejército”.

Según Enough Project, un laboratorio de ideas con sede en Washington, los europeos transfirieron millones de euros a Jartum para la compra de equipos que deberían ayudar a contener el flujo migratorio.

Tras haber abandonado sus casas llenos de esperanzas, numerosos eritreos aseguran que viven con miedo en los campos de Sudán, como el de Wadi Sherifay.

“El ejército eritreo tiene agentes por todas partes. Pueden detenernos y llevarnos a Eritrea”, explica uno de ellos, que todavía espera poder llegar a Europa. “Para nosotros, sería peligroso permanecer aquí mucho tiempo”, cuenta.

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