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Suu Kyi denuncia “desinformación” sobre la crisis de los rohinyás

Unos ronhiyás cocinan el 6 de septiembre de 2017 en un refugio temporal en Ukhiya, en el sureste de Bangladés, tras huir de la violencia en Birmania afp_tickers

La líder ‘de facto’ de Birmania, Aung San Suu Kyi, denunció este miércoles un “iceberg de desinformación” que, según ella, da una visión equivocada de la crisis de los musulmanes rohinyás, que alarma a Naciones Unidas.

Éste es el primer comentario oficial que hace desde el inicio de la crisis —a finales de agosto— la premio Nobel de la Paz, muy criticada en el extranjero por su silencio sobre la suerte de esta minoría, que huyó por decenas de miles al vecino Bangladés.

La compasión internacional hacia los musulmanes rohinyás es resultado de un “enorme iceberg de desinformación creado para generar problemas entre las diferentes comunidades y promover los intereses de los terroristas”, afirmó durante una conversación telefónica con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Este último ha condenado en varias ocasiones la respuesta del Gobierno birmano a esta crisis, hablando de “genocidio” en el estado de Rakáin, en el noroeste de Birmania.

Aung San Suu Kyi, que siempre ha defendido la acción del ejército, negó esta acusación y afirmó que su país hace “lo necesario para proteger los derechos de todos los habitantes”.

Según las organizaciones humanitarias, además de los 146.000 refugiados, principalmente rohinyás, que llegaron a Bangladés desde el 25 de agosto, miles de personas están presuntamente de camino al país vecino y algunas se encuentran bloqueadas en la frontera.

“Caminé durante siete días con mi familia cargando a mi madre de 90 años sobre la espalda”, cuenta Alí Ahamad, un rohinyá de 38 años, delgado y agotado.

Varios refugiados han perdido extremidades al caminar sobre minas colocados en el lado birmano de la frontera, lo que llevó a Bangladés a convocar este miércoles al embajador de Birmania para protestar contra el minado de esa zona.

Muchos intentan cruzar en barcas de pesca el río Naf, que marca una frontera natural entre Birmania y el extremo sureste de Bangladés. Una solución peligrosa, ya que las corrientes son especialmente caprichosas en este periodo de monzón en Asia.

Este miércoles llegaron a la orilla bangladesí los cadáveres de cinco niños muertos en un naufragio.

“Tuve que vender las joyas de oro de mi boda para pagar el barco para viajar a Bangladés. Ahora estamos a salvo pero no somos más que refugiados sin recursos”, se lamentaba Gul Bahar, una rohinyá con seis hijos.

La violencia estalló cuando el 25 de agosto los rebeldes del Ejército de Salvación Rohinyá de Arakan (ARSA, por sus siglas en inglés), que afirman defender a esta minoría musulmana, atacaron decenas de comisarías de policía.

El ejército birmano reaccionó lanzando una gran operación en Rakáin, una región pobre y remota del país, que obligó a huir a decenas de miles de personas.

El balance, según el ejército birmano, es de unos 400 muertos, casi todos musulmanes.

Hasta ahora, los rohinyás apenas habían recurrido a la lucha armada, una situación que cambió en octubre del año pasado con los primeros ataques del ARSA.

– Manifestación en Yakarta –

Considerados como extranjeros en Birmania, donde más del 90% de la población es budista, los rohinyás —cerca de un millón— son considerados apátridas, pese a que algunos viven en este país desde hace generaciones. No pueden acceder al mercado laboral, a las escuelas ni a los hospitales.

Esta situación hacía inaceptable en el extranjero el silencio de Aung San Suu Kyi. Este miércoles, miles de musulmanes se manifestaron en Yakarta (Indonesia) para exigir el fin de la violencia.

Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunció este miércoles que estaba distribuyendo en Bangladés alimentos a decenas de miles de refugiados, principalmente rohinyás.

Según Amnistía Internacional (AI), “Aung San Suu Kyi parece minimizar las terribles informaciones que llegan desde la región”.

Algunos analistas consideran que la líder es impotente frente al auge de los budistas extremistas y a un ejército que sigue siendo muy fuerte, en un país que durante 50 años estuvo bajo una dictadura militar.

Tras investigar una precedente crisis de violencia, la ONU había denunciado una gran operación de represión “generalizada y sistemática”, realizada esencialmente por el ejército contra los rohinyás, que presuntamente desembocó en una “limpieza étnica” y “muy probablemente” en crímenes contra la humanidad.

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