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Tras medio siglo de exilio, un grecochipriota recupera su tierra

Nikolas Skurides posa con su familia ante su nueva casa en Kozanköy (Larnaca Tis Lapithos, en griego), en la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre (RTCN), el 12 de octubre de 2019 afp_tickers

Después de la invasión del norte de Chipre por parte del ejército turco en 1974, Nikolas Skurides se vio obligado, al igual que miles de personas, a abandonar su pueblo natal para instalarse en el sur de la isla, que aún está dividida.

Sin embargo, en septiembre este hombre de 79 años volvió a vivir en Kozanköy (Larnaca Tis Lapithos, en griego) y reconstruyó su casa después de casi medio siglo de exilio y de un largo enfrentamiento con la burocracia.

“Quería morir donde crecí”, dice Skurides, un hombre de fino bigote blanco y mirada dulce que asoma bajo sus lentes.

Convertido en el primer grecochipriota al que se le permitió reconstruir su hogar en el norte desde la invasión turca, Skurides ahora predica el diálogo y se ve a sí mismo como una prueba de que la empatía puede ayudar a resolver muchos de los males de esta isla dividida.

En 1974 el ejército de Turquía, alegando proteger los derechos de la minoría turcochipriota, invadió la parte norte de Chipre en reacción a un golpe de estado que buscaba anexionar la isla a Grecia.

La República de Chipre, país miembro de la Unión Europea, actualmente ejerce su autoridad solo en los tercios del sur de la isla. En la parte norte de la isla se encuentra la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre (TRNC), que solamente es reconocida por Turquía.

El 15 de agosto de 1974, menos de un mes después de que comenzara la invasión, Skurides abandonó su pueblo. Tenía entonces 34 años y ya soñaba con el día en el que podría regresar.

– “Somos todos humanos” –

Un primer rayo de esperanza surgió en 2003: las negociaciones que entonces preparaban la integración de Chipre a la UE condujeron a la apertura de puntos de cruce en la “línea verde”, la hermética frontera que aún divide la isla.

Ese mismo año Skurides regresó a su aldea por primera vez en 30 años y descubrió que su casa ya no existía. Había sido demolida, aunque el hombre no sabe aún cómo ni cuándo.

“Desde 2003, bebí, comí, me reí con turcochipriotas”, dijo. “Para mí, somos todos humanos, independientemente de religión, idioma o nacionalidad”, añadió.

Y después de muchos viajes de ida y vuelta entre el sur y el norte de la isla, se hizo amigo de los nuevos habitantes.

“Comprendí que ellos también habían vivido las mismas cosas que yo, que tuvieron que abandonar sus hogares en el Sur, que compartimos la misma situación”, comentó.

Un día, Skurides se enteró que el terreno donde se alzaba su casa no había sido cedido a nuevos habitantes.

De inmediato recurrió a la Comisión de Bienes Raíces (TMK), una institución fundada en 2005 por el norte de Chipre a solicitud del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, para juzgar disputas relacionadas con la propiedad.

– Sin alambre de púas –

La decisión judicial le fue anunciada en septiembre de 2017: pudo recuperar su tierra y seguidamente se le permitió reconstruir su casa. Se trató de la primera decisión de este tipo en beneficio de un grecochipriota.

Después de 11 meses de obras, en septiembre una nueva casa se alzó en el mismo terreno donde se situaba su hogar en los años 70.

Si el proceso tomó tanto tiempo, dijo, es porque algunos lugareños se opusieron a la idea de que él construyera en esta tierra, y la autorización de TMK tardó en entrar en vigor.

A pesar de los obstáculos nunca quiso darse por vencido, aseguró.

Después de estar separado de su pueblo por una alambrada de púas durante décadas, Skurides decidió que no instalaría ninguna delimitación en el terreno de su actual casa.

“No quería que hubiera alambres de púas entre mi casa y la de mis vecinos, no quiero que la gente se encierre”, dijo.

En su opinión, “mientras los políticos no interfieren, las personas no tienen problemas entre sí”.

Si bien la última ronda de negociaciones sobre la reunificación de la isla fracasó en 2017, Skurides confía en que “las cosas mejoren”.

“Si evaluamos la situación con humanidad y no en términos de intereses, la solución es simple: en Chipre, todos hemos cometido errores y lo que necesitamos es aprender de ellos”, apuntó.

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