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Tres meses después de la llamada de Merkel, hay división por los refugiados

La canciller alemana, Angela Merkel, saludando al iniciarse el congreso anual federal de la CDU, su formación política, en Karlsruhe, sur de Alemania, el 14 de diciembre de 2015 afp_tickers

Tres meses después del llamamiento de la canciller alemana, Angela Merkel, a recibir a los refugiados, decisión que fue controvertida y celebrada, la Unión Europea (UE), dividida y confusa en su respuesta, trata de enfrentar un flujo sin precedentes de migrantes.

Designada personalidad del año 2015 por la revista Time Magazine la semana pasada y saludada por su coraje por el mandatario estadounidense, Barack Obama, Merkel se distinguió en Europa al defender la apertura de las fronteras a principios de septiembre, unos días después de la difusión de la foto del cadáver del pequeño Aylan en una playa de Turquía, que consternó al mundo.

“La decisión alemana confortó a la Unión Europea en sus valores. El problema es que se trata de una decisión unilateral en un contexto común”, subrayó Yves Pascouaud, investigador del European Policy Center de Bruselas.

Algunos reprocharon a la canciller haber creado un efecto de llamada, en particular los países de Europa del Este, que están en la primera línea frente a la crisis migratoria más grave desde 1945. Pero “impedir a la gente llegar hubiese llevado a una catástrofe”, observó Matthieu Tardis, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). Para Tardis, Merkel se apegó a las reglas, aplicando el derecho internacional y europeo al rechazar reenviar a los refugiados que huyen de la guerra en Siria. “Lo que sucede en Europa es ante todo una crisis de Europa, de las instituciones europeas, del proyecto europeo”, estimó Tardis.

La primera crítica contra Merkel emanó del primer ministro húngaro, Viktor Orban, que denunció su “moral imperialista”. Hungría fue el primer país en erigir una valla en su frontera, seguido por Eslovenia, Austria o Macedonia.

– Schengen al límite –

Por las costas turcas hasta Grecia y por la ruta de los Balcanes, a través de Hungría, Austria, hasta Alemania y los países Escandinavos, transitaron centenares de miles de migrantes. Alemania debería llegar al millón de solicitantes de asilo para fin de año.

Ante esta presión, Berlín restableció los controles en sus fronteras, una excepción prevista por las reglas del espacio sin fronteras Schengen, generando un “efecto dominó” en varios países.

Los controles “temporarios” están autorizados por el código Schengen, que reúne a 26 países -22 de la Unión Europea- y es uno de los pilares del proyecto europeo, junto con la moneda única.

“Pero el gran peligro que acecha sería que los Estados miembros mantengan los controles en las fronteras interiores sin respetar las reglas y de manera permanente”, advirtió Yves Pascouaud.

A pesar de una respuesta rápida de las instancias europeas, la situación está lejos de solucionarse y los migrantes siguen atestando los centros de registro.

Suecia por ejemplo, a pesar de su generosa política de asilo, llegó a sus límites y endureció las condiciones para obtener el derecho a permanecer en su territorio.

Al mismo tiempo la irritación aumenta con Grecia, principal puerta de ingreso para los migrantes que llegan a la UE, en plena crisis económica. A este país se le presiona para que gestione mejor el registro de los refugiados.

Su vecino macedonio decidió solo dejar ingresar algunas nacionalidades, y bloquea a los otros, lo que provoca movimientos de descontento. Un puñado de migrantes que declaran ser iraníes se cocieron los labios en signo de protesta.

– Alemania, ‘líder ambiguo’ –

Para Judy Dempsey, analista de Carnegie Europe, Angela Merkel no estaba lista ni para el enorme salto de demandas de asilo ni para los efectos políticos.

“Luego de recibir a los refugiados, Berlín sólo tiene ahora la opción de establecer una política duradera”, escribió recientemente Dempsey. Agregó que “la respuesta de Merkel colocó a Alemania en un papel de líder ambiguo”.

Junto a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, la canciller alemana militó por una “reubicación” en los próximos dos años en el resto de la UE de 160.000 solicitantes de asilo provenientes de Grecia e Italia.

Una solución que fue decidida entre los Estados miembros pero cuestionada ante la Corte de Justicia de la UE por Hungría y Eslovaquia.

Merkel y Juncker, que defienden el principio de solidaridad, intentan hacer aceptar la idea de un “mecanismo permanente de reubicación” para hacer frente a la crisis migratoria a largo plazo. En vano hasta ahora.

También defienden el programa de “reinstalación” destinado a reubicar en la UE a los que ya obtuvieron el estatuto de refugiado y que se encuentran en campamentos en Turquía, Jordania y Líbano.

Una iniciativa que no prospera en la UE, considerada como “ilusoria” por el ministro de Relaciones Exteriores luxemburgués, Jean Asselborn, que ocupa actualmente la presidencia de la UE.

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