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Un apacible pueblo inglés, bajo tensión por la llegada de migrantes

Un solicitante de asilo iraní en su hogar temporal en el pequeño pueblo británico de Longford, al oeste de Londres, el 15 de octubre de 2015 afp_tickers

La llegada de una ola de solicitantes de asilo desde Calais, en el norte de Francia, ha alterado la tranquilidad de Longford, un pueblo cercano al aeropuerto londinense de Heathrow.

Muchos de estos migrantes, que vivían en tiendas de campaña cerca de la ciudad francesa, llegan en autobuses para alojarse temporalmente en el hotel Heathrow Lodge y en casas de los alrededores. El puñado de lugareños de Longford ya se sentía amenazado por el proyecto de expansión del aeropuerto de Heathrow.

Antaño, el pueblo estaba rodeado de granjas y huertos, sustituidos ahora por aparcamientos y hoteles, y el constante ruido del despegue de los aviones. La construcción de una tercera pista significaría su desaparición.

Entre tanto, decenas de solicitantes de asilo viven temporalmente en Longford.

“Aquí antes era bonito”, afirma el ingeniero aeronáutico Trevor Gordon, de 64 años, en el pub del Caballo Blanco. “No es racismo, pero ¿qué hacen aquí?”, pregunta.

Los refugiados alojados en Heathrow Lodge se quedan normalmente uno o dos días tras haber cumplido con las primeras formalidades de solicitud de asilo, según el ministerio del Interior, pero AFP habló con uno que ya lleva dos semanas.

Karim, un árabe iraní de Ahvaz, dice haber pagado 10.000 dólares (8.800 euros) a traficantes para salir de su país. “Si vuelvo a Irán, ¡muerto!”, asegura pasándose el dedo por la garganta.

Los solicitantes de asilo llegan a veces por decenas por la noche a través del túnel del Canal de la Mancha, que une Francia con el Reino Unido. El ministerio no da cifras.

– ‘He visto la muerte’ –

Karim está alojado con otros siete solicitantes de asilo, algunos de Sudán y de Eritrea, en una casa de Longford dividida en habitaciones individuales, con cuarto de baño compartido.

Abdul Kataloni, que afirma tener 15 años, está agotado. Cuenta haber emprendido viaje de Darfur a Libia, desde donde puso rumbo por mar a Italia y siguió hasta Calais, donde saltó a un tren. “Muy peligroso, la gente se muere”, recuerda sobre su travesía marítima. “He visto la muerte”, añade.

Basinga, un estudiante de derecho senegalés, precisa que las personas que le proveen alojamiento le pidieron que no paseara por el pueblo, debido al interés de los medios de comunicación por las quejas de los lugareños, que denunciaron una “invasión” de migrantes. “No quieren que uno salga, que nos sentemos aquí”, declara Basinga.

La compañía encargada del alojamiento de los solicitantes de asilo por cuenta del ministerio es Clearsprings, pero los habitantes culpan de la afluencia de migrantes al propietario del hotel, Surinder Arora, que se fue sin nada de su Punjab natal, sin ni siquiera hablar inglés, y ha amasado una fortuna estimada en 356 millones de libras (550 millones de dólares). Arora compró varias casas de Longford que alquiló a los empleados del aeropuerto y ahora sirven de alojamiento temporal a los solicitantes de asilo. Su compañía declina comentar la situación.

Pese al descontento, algunos habitantes aprovechan la ocasión para los negocios. Nav Singh, de 42 años, creció en la región. Pregunta qué compañía gestiona los alojamientos, con la esperanza de llevarse un pellizco. Aún así este hijo de inmigrantes sijs procedentes de la India en los años ’60 considera peligroso dejar entrar a los refugiados. A su entender “Europa es demasiado bonachona”.

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