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Un obispo español en el infierno de la violencia centroafricana

Varios excombatientes de la milicia de los selekas patrulla el 8 de octubre de 2013 cerca de la catedral de San Pedro Claver, en la ciudad de Bangasu, en el sur de República Centroafricana afp_tickers

El español Juan José Aguirre lleva 15 años siendo obispo de la Diócesis de Bangasu, escenario del último episodio de violencia a gran escala que sufre la República Centroafricana, un país devastado por grupos armados que alientan el odio entre cristianos y musulmanes.

Nacido a la sombra de la mezquita-catedral de Córdoba, en el sur de España, Aguirre llegó a la excolonia francesa en 1980, un año después del derrocamiento del excéntrico dictador Jean-Bedel Bokasa.

“He vivido 33 años hermosos. Pero, desde hace cuatro, ha sido una inexorable caída en el abismo”, lamenta el obispo de barba entrecana, que cumplirá 63 años el 5 de junio, tras sufrir varios infartos y que se le practicaran ‘bypass’ coronarios.

El obispo, que habla perfectamente francés y sango, el otro idioma nacional de la República Centroafricana, vio cómo su país de acogida se hundía en 2013 en una espiral de odios comunitarios entre dos grupos armados: los selekas, promusulmanes, y los anti-Balakas, procristianos.

La nostalgia de antes de 2013 lo invade, a pesar de la pobreza crónica del país: “Llegué a Obo, cerca de la frontera con Sudán, como misionario comboniano. Ahí fue donde pasé mis siete primeros años (…) Por la noche dormía en una cabaña, completamente solo. Aprovechaba para rezar, para escribir. Y, durante el día, construíamos capillas con la gente”.

Ordenado obispo de Bangasu en el año 2000, el español se convirtió pronto en una personalidad en esta ciudad remota, situada 470 kilómetros al este de Bangui, cerca de la frontera con la República Democrática del Congo (RDC).

Allí se ganó el respeto de la población con su Fundación Bangasu. “Hemos construido cuatro casas en la diócesis para los viejos seniles, las personas acusadas de brujería, cooperativas para los jóvenes, para que aprendan un oficio como la carpintería, y escuelas para los niños”, explica.

Su compromiso a favor de la paz le valió el apodo de ‘Hombre que dialoga con los grupos armados’. El español vivió uno de los peores momentos de su sacerdocio la noche del 12 de mayo de 2017, cuando un grupo armado atacó el barrio musulmán de Bangasu.

El asalto, perpetrado por los anti-Balakas, según la misión de Naciones Unidas en el país (Minusca), dejó 108 muertos, 76 heridos y más de 4.400 desplazados, indicaron la Cruz Roja centroafricana y la ONU.

– Mediador –

Despertado por los disparos, Aguirre se dirigió hacia la mezquita, en la que los musulmanes habían encontrado refugio siguiendo los consejos de los cascos azules, que luego se marcharon, afirma.

El misionero vio cómo los hombres armados saqueaban las tiendas y las casas del barrio musulmán. “Un centenar de ellos rodeaba la mezquita. Yo he intentado interponerme varias veces”, recuerda el obispo.

“Vieron salir al imán y le dispararon. Cayó de rodillas, herido de muerte. Al llegar me lo encontré así, lo agarré y me lo llevé para alargar su cuerpo dignamente. Los anti-Balakas me gritaron que no lo tocara”, cuenta Aguirre, visiblemente conmovido.

Aquella noche, varias familias musulmanas encontraron refugio en su casa tras huir de sus viviendas.

Unos días antes del asalto contra Bangasu, la Minusca le había encargado negociar para recuperar los cadáveres de cuatro cascos azules muertos en el asalto de uno de sus convoyes a 25 kilómetros de Bangasu. Los autores de aquel ataque también eran anti-Balakas, según la ONU.

“Dos días de negociaciones. Un trance. Lo más difícil fue cuando recogí la mano izquierda de un soldado. Vi que estaba casado. Esa imagen no se me quita de la cabeza desde entonces. Pienso en él y en su familia”, cuenta Aguirre.

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