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Un poco de consuelo para los huérfanos de yihadistas en Libia

Cuatro hijos de combatientes del grupo EI en Libia, el 2 de agosto de 2017 en la sede de la Media Luna Roja en Misrata, entre Sirte y Trípoli afp_tickers

Unos 30 hijos de yihadistas muertos o dados por desaparecidos superan poco a poco los traumas de la guerra en un centro de la Media Luna Roja en Misrata, en el oeste de Libia.

Son 28 niños y niñas a los que les gusta estar cerca los unos de los otros, como para protegerse, incluso cuando dan brincos sobre los colchones y juegan en el patio de hormigón. Los mayores cuidan de los pequeños, como en una familia.

Hace siete meses, en diciembre de 2016, las fuerzas aliadas al Gobierno de Unión Nacional, con sede en Trípoli, arrebataron la ciudad libia de Sirte a los yihadistas del Estado Islámico (EI), grupo al que pertenecían los padres de los menores.

Las fuerzas progubernamentales recogieron a estos niños, de distintas nacionalidades, que se encontraban “en un estado físico y psicológico lamentable” a su llegada al centro de alojamiento de Misrata, una ciudad situada a 240 kilómetros al oeste de Sirte, explica el portavoz de la Media Luna Roja, Alí al Ghwell, a un equipo de la AFP.

Durante meses los niños sufrieron los bombardeos y penuria de agua, de alimentos y medicamentos. Por eso al principio se sobresaltaban por el más mínimo ruido.

Algunos tenían heridas graves en la cabeza, el tórax o las piernas.

A Mohamad, de cinco años, hubo que amputarle el brazo derecho. Alí Ahmad, uno de los voluntarios de la Media Luna Roja, cuenta cómo consiguió, con mucha paciencia, que volviera a sonreír.

– Ganarse la confianza –

“Hablé y jugué con él para que fuera confiando en mí”, afirma el veinteañero.

Ahora, pese a su muñón, Mohamad corre y salta con sus compañeros en el patio con una sonrisa en la boca antes de lanzarse a los brazos de Alí Ahmad.

Cuando Sirte fue liberada del yugo del grupo EI, 52 niños de entre cinco y nueve años fueron a parar al centro de alojamiento de Misrata.

Desde entonces, aquellos que tenían al menos un pariente libio fueron entregados a sus familias en el país. Pero los hijos de combatientes extranjeros del grupo EI lo tienen más complicado.

En junio, ocho sudaneses, entre ellos un bebé de un año, fueron repatriados a Jartum.

Pero una quincena -tunecinos o egipcios- siguen bloqueados en el centro porque las autoridades de Túnez o El Cairo no han respondido a las solicitudes de repatriación formuladas por la Media Luna Roja.

“Espero que un día puedan regresar a sus países y juntarse con sus familiares”, afirma Alí Ahmad.

Entre tanto, pese al caos reinante en Libia, país con dos Gobiernos y una miríada de milicias disputándose el poder, la Media Luna Roja intenta llevar calma y alegría al centro.

Los niños reciben un seguimiento médico-psicológico y, según Alí al Ghwell, hacen lo que pueden “para conseguir una prótesis” para Mohamad.

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