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Una guerrilla rohinyá en ciernes

Refugiados rohinyás en el campo de Kutupalong, en la localidad bangladesí de Ukhiya, el 29 de agosto de 2017 afp_tickers

Mohamad Omar acostumbraba a cruzar la frontera con Bangladés para vender cigarrillos, pero últimamente aprovisiona a la incipiente rebelión de la minoría musulmana rohinyá que lucha contra el ejército birmano.

En las colinas del estado de Rakáin, en el oeste de Birmania, frente a Bangladés, los nuevos reclutas de esta insurrección se arman y se entrenan, declara a la AFP Mohamad, de 20 años.

El estado Rakáin (también llamado Arakán) es escenario de tensiones entre la comunidad rohinyá, marginada, y la mayoría budista. La violencia se ha acentuado en los últimos años y generado una grave crisis humanitaria.

La semana pasada, los enfrentamientos causaron al menos 110 muertos y obligaron a más de 20.000 rohinyás a buscar refugio en Bangladés.

Mohamad Omar (un seudónimo) dice ser un soldado del nuevo Ejército de Salvación rohinyá de Arakán (ARSA), afirmación que la AFP no ha podido confirmar por una fuente independiente. También asegura haber participado, junto con 170 rebeldes, en un asalto a puestos militares para apoderarse de un arsenal.

“No teníamos armas de fuego, por eso los hemos atacado como un enjambre de abejorros al grito de Alá Akbar (Dios es grande) blandiendo palos y machetes”, relata el joven. “Los sobrepasábamos en número, 17 contra 1”.

“La mayoría de los soldados se asustaron y huyeron para salvar sus vidas. Nos apoderamos de sus armas y municiones”, dice este combatiente vestido con chándal y camiseta, y calzado con sandalias.

Su relato da una idea de la situación entre insurgentes y fuerzas de seguridad birmanas en el estado de Rakáin, inaccesible para los observadores.

Los rohinyás no libraban una lucha armada, pero en octubre pasado, el ASRA -llamado localmente Harakah al Yaqin-, grupo hasta entonces desconocido, lanzó asaltos coordinados a puestos policiales, sumiendo así la región en su enésimo ciclo de violencia.

La emergencia de una rebelión organizada da una nueva dimensión al conflicto en Rakáin, según expertos.

Mohamad Omar dice haberse unido a los insurgentes de ASRA en respuesta a un llamamiento a los rohinyás a sublevarse para defender sus aldeas.

Dejó de vender mercancía en Bangladés y usa su permiso de entrada al país para aprovisionarse de alimentos secos con el fin de llevarlos a la guerrilla.

Según un informe de International Crisis Group, la rebelión se financia gracias a los rohinyás instalados en Arabia Saudí y está dirigida en el terreno por hombres con experiencia en este tipo de combate.

Se entrenan con kalashnikovs y otras armas, pero el arsenal es modesto, explica Mohamed.

“Tenemos machetes, cuchillos, palos y algunas minas”, enumera. Los lugareños que simpatizan con la causa les llevan comida.

– Hombres ausentes –

Birmania califica los rebeldes de “terroristas bengalíes” y los acusa de cometer atrocidades contra la población civil, tanto rohinyás como de otras comunidades.

El Ejército de Salvación rohinyá de Arakán lucha -dice- por defender a los rohinyás de los abusos cometidos por militares y la comunidad budista.

La ONU considera que la campaña represiva del ejército birmano en Rakáin podría equipararse a una limpieza étnica.

Los rohinyás son apátridas y se les considera extranjeros pese a que algunos llevan décadas viviendo en este país que cuenta con más de un 90% de budistas.

Se cree que rondan el millón. No tienen acceso al mercado de trabajo, a los colegios, a los hospitales y el auge del nacionalismo budista de los últimos años ha avivado la hostilidad contra ellos.

Aunque cada vez más rohinyás se enrolan en el ASRA, la lucha armada genera debate en la comunidad.

“Estos granjeros convertidos en combatientes con un arsenal escaso solo conseguirán más sufrimiento para los musulmanes rohinyás”, declaró bajo anonimato a la AFP un líder de la comunidad en un campo de refugiados.

Entre las familias de refugiados que desembarcan en Bangladés hay cada vez menos hombres. Al parecer se quedan atrás para combatir.

Mohamad Omar afirma que en apenas dos días, 64 rohinyás abandonaron la miseria de los campos de refugiados de Bangladés para unirse a su unidad.

“Ahora se entrenan en nuestras bases”, dice el rebelde.

“Muchos hombres llegan y Al Yaqin (ASRA, ndlr) crece cada día. Nuestra independencia no está lejos”, suelta.

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