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Al lado de los más pobres de su patria adoptiva

Christiane con su esposo, quien se involucra totalmente en su proyecto, y los niños de la guardería. swissinfo.ch

Christiane Ramseyer vive desde hace tres décadas en Perú, a donde llegó a los 21 años como enfermera voluntaria. Hoy dirige el Taller de los Niños en San Juan de Lurigancho, en Lima.

Ella intenta romper el círculo vicioso de la pobreza con programas innovadores que involucran a padres de familia y niños de los sectores más necesitados de ese distrito de la capital peruana.

En medio del tránsito caótico y la basura de las calles, el taller es un oasis. Sin lujos, pero limpio y ordenado. No obstante, las necesidades están a la orden del día. “Estos días, nuestra Navidad está marcada por la llegada de Emilio, un bebé que tiene labio leporino y paladar hendido”, expresa Christiane.

Como el Ministerio de Salud no asume los costos del tratamiento, la familia y los vecinos de Emilio venderán pollo frito para cubrir los gastos, unos 1.200 francos. “Estos gestos me hacen creer que la generosidad existe en el corazón del hombre”, agrega.

Desde 1977, la vida de esta suiza oriunda de Oron La Ville, cerca de Lausana, está ligada al Taller de los Niños. “Después que me retiré como voluntaria de terre des hommes y mientras buscaba un lugar para una guardería trabajé en el Hospital de Neoplásicas”, refiere.

Un llamado y ya tenía 10.000 francos

El terreno que encontró le costó 80 francos. Y en Suiza abrió una cuenta que, luego de un llamado por la Radio, reunió 10 mil francos. “Cómo no agradecer esa confianza depositada en alguien de 21 años”, expresa.

Poco después se creó el comité de apoyo ‘Atelier des enfants’, que coordina la ayuda desde Suiza.

El primer objetivo de Christiane fue crear una guardería. “Pensé que eso bastaba, pero a los pocos meses una niña murió de difteria. Me propuse que nunca más moriría un niño bajo nuestra protección, menos por enfermedades controlables”.

En la guardería, que ya tenía 90 niños, abrieron una consulta médica pediátrica. Este proyecto piloto dió origen a la campaña nacional de vacunación masiva anual ‘Ven a Van’.

En 1979 iniciaron el programa de recuperación nutricional “Con paciencia y buen humor”. “Casi el 60% de los niños que venían a la consulta estaban desnutridos. En 1981 abrimos el programa de recuperación nutricional ambulatoria. Instruíamos y dábamos soporte médico”, dice.

Involucran a los hombres y éstos cambian de actitud

Con el tiempo, Christiane se dio cuenta que tantas necesidades no podían cubrirse desde un solo flanco e involucró a los hombres. “Insistimos en que venga el padre con el recién nacido para construir un vínculo afectivo”.

Los programas nacionales de salud trabajan con la madre pero -prosigue – ese es un buen pretexto para que el padre no participe, porque se siente excluido. “El hombre cambia de actitud cuando participa”.

Aldo Altazabur, de 43 años, lo confirma. “No me siento mal en medio de tantas mujeres. Sé que otros padres quisieran participar, pero no pueden por el horario de trabajo. Como vendedor ambulante manejo mi tiempo”.

Este taller es una gran ayuda para la población, remarca este padre de cinco niños. Doblemente agradecidas se sienten las mujeres que trabajan en el taller.
Una de ellas es Antonia Ataucuri, 52 años.

Ella es cocinera del taller desde sus comienzos. “Christiane me recibió con todos mis hijos, me tendió la mano cuando más lo necesitaba. Este es un trabajo seguro, me pagan y me dan buen trato”.

La historia de Emilia Ramos (55) es parecida. “Con mi trabajo de cocinera en el taller pude sacar adelante a mis tres hijos que hoy son profesionales”. La enfermera Amelyn Zúniga (27) coincide en que “Christiane es accesible al diálogo y da confianza. Somos una gran familia”.

Que la pobreza no se ‘herede’

Aun cuando hoy Perú tiene cifras récord de crecimiento macroeconómico, el mayor obstáculo sigue siendo la pobreza. “El pobre es excluido o se autoexcluye. Parte del principio de que no va a poder, de que sus hijos fracasan en el colegio como él y que por eso es mejor que se retiren”, remarca Christiane.

Pero estamos aquí para luchar contra este circulo vicioso, para evitar que la pobreza se ‘herede’, sostiene. Prueba de que el círculo se rompe es que el 15% de mujeres tiene hijos después de 35 años, otras han dejado pasar 10 años desde su último embarazo.

Igualmente ha calado el concepto de prevención, “especialmente en los hombres, porque en general tienen mejores niveles de educación. Nuestro mayor logro es constatar que la nueva generación es criada de otra manera”.

En tres décadas ha echado raíces y se siente más peruana que suiza. No obstante, tiene profunda gratitud por la tierra donde nació. “No hay nada que tengamos en nuestro centro que no haya venido de Suiza”.

Christiane viene a Suiza solamente cuando informa al comité ‘Atelier des enfants’ sobre la marcha del taller en Lima. Aunque de Suiza todavía extraña la puntualidad, la Fondue, el condimento ‘cenovis’ y el paisaje, no va a regresar. “Me he vuelto peruana. Perú es mi patria, vivo aquí más años que en Suiza”.

Casada con el chileno Pepe Sifuentes y madre de María Isabel (28) y Sara María (21), Christiane destaca la solidaridad de su país de origen; y de su patria adoptiva, “la bondad de los más pobres”.

swissinfo, Rosa Amelia Fierro

En el Taller de los Niños hay programas de atención integral. Las madres adolescentes reciben en ‘Segunda oportunidad’ cursos de estimulación temprana, lactancia, consejería sentimental e intervención psicológica con la familia.

Todo los cursos son gratuitos y se dictan en el local de 2.500 metros cuadrados del taller.

Actualmente tiene 175 niños matriculados que asisten de 7.30 a 17.30 horas. La única condición para ingresar es ser hijos de madres que trabajan fuera del hogar.

En el taller participan esporádicamente voluntarios suizos con alguna profesión relativa a las tareas del taller.

En San Juan de Lurigancho desertan alrededor del 25% de los escolares. Por ello, un programa especial del Taller de los Niños capacita a jóvenes que no terminan la secundaria.

Otro programa en 120 colegios -aprobado por el Ministerio de Educación – previene la deserción escolar. Aquí participan adolescentes voluntarios como vigías escolares. Ellos identifican a los niños que no asisten al colegio y visitan sus casas para saber las razones de su ausencia.

En el programa se incluye la tarea de sensibilización contra el maltrato infantil.

El 2007 había 1150 vigías escolares, quienes realizaron casi 500 visitas. Lograron el reingreso de 872 niños. En cambio, 450 chicos abandonaron el colegio definitivamente.

Los vigías coordinan con el colegio y con la asociación de padres de familia para que se respete el derecho a la gratuidad de la enseñanza.

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