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Alejandra Miller: Colombia tiene una deuda con víctimas de violencia sexual

Cristina Bazán

Guayaquil, 19 ago (EFE).- El «altísimo nivel de normalización de las violencias sexuales» en el conflicto interno colombiano ha impedido que los grupos armados reconozcan que cometieron esos crímenes en contra de miles de mujeres, por lo que esa es aún «una deuda que tiene el país con las víctimas».

Así lo asegura en una entrevista con Efe una de las líderes del movimiento feminista en Colombia, Alejandra Miller, quien a su vez es miembro de la Comisión de la Verdad, entidad autónoma creada para esclarecer lo que sucedió durante el conflicto armado en el país y cuyo informe final fue presentado en junio de este año.

«El reconocimiento sobre las violencias sexuales es tal vez lo más difícil de obtener de los perpetradores. Ellos reconocen más fácilmente mil asesinatos que una violación sexual (…) No consideran que lo que hicieron fue violencia sexual», explica Miller, directora del capítulo de género «Mi cuerpo es la verdad», y que forma parte del documento final de la Comisión de la Verdad.

En este informe se incluyen los testimonios de 10.864 mujeres y cerca de 500 personas del colectivo LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, transexuales, travestis, intersexuales y ‘queers’), quienes relataron «los actos intolerables» que sufrieron y cómo la guerra impactó «de forma desproporcionada» en sus cuerpos y en sus vidas.

Por ejemplo, dice la comisionada, en el documento se narra cómo el cuerpo de las mujeres fue utilizado por parte de los armados para controlar los territorios y provocar desplazamientos forzados.

«Era mucho más efectivo —relata— amenazar a las mujeres para sacarlas del territorio, porque cuando se amenaza a las mujeres ellas salen con todos los que tienen a su cargo: hijos, hijas, padres, familiares. Los hombres se desplazan solos. Pero apuntar a las mujeres y desplazarlas era entrar en el corazón del tejido social y de las comunidades».

LA VIOLENCIA SEXUAL COMO «ARMA DE GUERRA»

En este informe también se narran las experiencias alrededor de las violencias sexuales, muy diferenciadas por los tipos de actores que las ejercieron; la temporalidad, los lugares y quiénes fueron los actores que utilizaron la violencia sexual como estrategia de guerra. Y además, muchas violencias que han estado silenciadas durante años.

«Narramos cosas muy invisibilizadas, como lo que vivieron las mujeres en situación de prostitución, la explotación de las mujeres. Y también lo que vivieron las que fueron expulsadas de la política, con connotaciones totalmente patriarcales», recalca.

En la comunidad LGBTIQ+ también hubo mucho silencio alrededor de las violencias que sufrieron. «Hay un patrón de persecución por prejuicio a las personas LGBTIQ+ que siguieron los actores armados, pero con una profunda complicidad social de las comunidades hacia esas formas de violencia», explica Miller.

«Los actores armados narran que para congraciarse con las comunidades, al llegar a los territorios amenazaban a las personas LGBTIQ+, les quemaban las peluquerías a las mujeres trans y se llevaban a los hombres gays a los campamentos y les hacían todos los vejámenes del mundo. Había una amenaza permanente», lamenta.

En ambos casos, dice, hubo un «‘continuum’ de violencias» que se iniciaba dentro de las casas, cuando las víctimas eran pequeñas, y que se «exacerbó» cuando empezó el conflicto armado.

«Las mujeres cuentan cómo desde niñas —continúa Miller— fueron víctimas de violencias sexuales por parte de familiares, de padrastros, y cómo cuando la guerra llega siguen siendo víctimas de lo mismo, pero en unas circunstancias de mayor crueldad».

Según el Registro Único de Víctimas de Colombia, al menos 32.446 personas han sido víctimas de actos contra la libertad y la integridad sexual. Las mujeres y las niñas representan el 92,5 % de los casos.

LAS VIOLENCIAS NO RECONOCIDAS

El informe de la Comisión de la Verdad reconoce por primera vez que durante el conflicto armado colombiano «hubo graves violaciones a los derechos reproductivos de las mujeres». «Se utilizaba la planificación forzada y los abortos forzados como una estrategia de guerra para obtener ventajas militares», señala Miller.

Este reconocimiento —enfatiza— es muy importante para las víctimas, ya que ellas «no se consideraban víctimas».

«Identificamos 13 tipos de violencia sexual que pasan por la violación, pero también por los tocamientos forzados, la obligación a presenciar violaciones», asegura.

«En el marco de la política antidrogas a las mujeres, las requisaban en retenes en los que se cometían todo tipo de abusos. Las hacían desnudar en público, formas de violencia sexual que, como no pasan necesariamente por la violación, es como si no existiesen», subraya.

Pero, pese a todas las violencias que recibieron las mujeres, la comisionada Miller destaca su resistencia: «Las mujeres hicieron cosas inimaginables en Colombia, estoy convencida de que este país estaría peor si las mujeres no hubieran hecho lo que hicieron para sostener el tejido social, las comunidades y sus familias en estos contextos tan difíciles». EFE

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