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Alminares: amenazas para la Suiza de buenos oficios

Los resultados de la votación del 29 de noviembre, en favor de la iniciativa antialminares, causaron gran revuelo en Suiza y fuera del país. Reuters

Tras el voto sobre la prohibición de los alminares, Suiza perdió parte de su credibilidad internacional. Sus ofertas de mediación a los países en guerra corren el riesgo de quedarse en letra muerta, al igual que sus propuestas en favor de los derechos humanos, afirman diversos expertos.

“Es difícil explicar que Suiza es neutra política exterior, cuando su sistema democrático pudo desembocar en un voto como ese contra los alminares”, destaca Jacques-Simon Eggly, antiguo parlamentario ginebrino y actual Presidente de la Organización de los Suizos en el Extranjero.

Un impacto que reconoció a medias palabras la propia ministra de Exteriores. Según Micheline Calmy-Rey, ninguna de las reacciones a la prohibición de los alminares ha llevado hasta ahora a un cuestionamiento de los mandatos y las mediaciones de Suiza en la escena internacional. Sin embargo, la ministra considera que los resultados de esa votación, ciertamente “no van a crear condiciones más favorables para esta clase de misión.”

El asesor François Nordmann abunda en ese sentido. “En primer lugar, hay que recordar que partimos de arriba. La reputación de Suiza era muy buena”, destaca al antiguo embajador suizo. “Con esta medida discriminatoria, aparecemos de pronto como inamistosos respecto a los países musulmanes, como lo prueban las primeras reacciones procedentes en particular de Turquía e Irán”.

El ex embajador añade: “Algunos ven en esta medida un símbolo de la islamofobia, un concepto que a los países occidentales les cuesta admitir como un fenómeno general”.

Desde el principio de la década, la cuestión de la islamofobia y la difamación de las religiones es objeto de acres debates en distintas instancias de la ONU como, en Ginebra, el Consejo de los Derechos Humanos.

Una prima a los extremistas

Hillel Neuer, una personalidad poco sospechosa de complacencia con el islamismo, comprendió bien lo que está en juego.

“Apuntar con el dedo a los musulmanes mediante un tratamiento diferencial y discriminatorio, es de la beatería clara y simple que puede perjudicar irremediablemente la reputación histórica de Suiza como paraíso de la libertad religiosa y la tolerancia”, declaró luego del resultado de la votación el director ejecutivo de UN Watch, una ONG con sede en Ginebra y afiliada al American Jewish Committee.

“Casi son seguridad, la prohibición suiza va a minar los esfuerzos desplegados en las Naciones Unidas por Estados Unidos, la UE y otras democracias en oposición a la campaña de países como Pakistán, Argelia y Egipto, tendiente a prohibir cualquier crítica contra el islam, críticas consideradas como una forma de difamación y racismo”, agrega Hillel Neuer.

Bajo anonimato, una fuente diplomática en Ginebra confirma: “Después de este voto, Suiza estará en mala posición para decir que el problema de la islamofobia no existe. La Organización de la Conferencia Islámica espera, por otra parte, que Suiza no aplique esa ley”.

Para Yves Besson sin embargo, es aún demasiado pronto para evaluar el impacto real de este voto en las misiones de la diplomacia suiza. “Todo está actualmente en el aire. Hay que esperar para ver cómo será elaborada la ley de aplicación para medir los efectos de este voto sobre los alminares”, destaca este antiguo diplomático suizo.

Pérdida de credibilidad

Pero para Adrien-Claude Zoller, el mal está hecho. En particular, en el ámbito de los derechos humanos. El director de la ONG Ginebra por los Derechos Humanos recuerda en primer lugar un aspecto que apenas se escucha en Suiza. “Si deseamos ser gobernados por un Estado de Derecho, habrá que aceptar que los derechos humanos son el fundamento mismo del Estado de Derecho.”

Al aceptar que un proyecto de ley abiertamente discriminatorio fuera presentado al pueblo, el Gobierno y el Parlamento suizos tomaron el riesgo de ridiculizar nada menos que el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “El concepto de la no discriminación se encuentra en el centro de los derechos humanos”, recordó por otra parte Navi Pillay, Alta Comisaria de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con ocasión del Día de los Derechos Humanos, celebrado el pasado 10 de diciembre.

Adrien-Claude Zoller teme que la credibilidad de Suiza en este ámbito esté a casi cero. Para este experto de los misterios de la ONU, “Suiza tiene ahora muy pocas oportunidades de hacerse reelegir en el Consejo de Derechos Humanos, un Consejo que, sin duda, abordará nuevamente este voto en su sesión principal del mes de marzo.”

Cabe recordar que la diplomacia suiza se había comprometido de manera contundente para la creación en 2006, en Ginebra, del Consejo de los Derechos Humanos. Ahora, muy criticado, este organismo acaba de entrar en un delicado proceso de revisión de su funcionamiento, lo que podría conducir a los países miembros de las Naciones Unidas a desplazar su sede a Nueva York.

Suiza, en mala posición

François Nordmann considera, en cualquier caso, que Suiza corre el riesgo de perder su autonomía en cuanto a la defensa de los derechos humanos. “Los países europeos, para los que Suiza pasaba para el niño bueno de la clase en cuanto a los derechos humanos, dejan escapar algunas risas sarcásticas. Suiza está ahora en mala posición para lanzar iniciativas en ese ámbito que pudieran salir de la línea defendida por la Unión Europea, como pudo hacerlo anteriormente”.

El otrora embajador destaca: “No sé hasta qué punto nuestros interlocutores tomaban en serio nuestras grandes declaraciones sobre los derechos humanos. Pero ahora Suiza se encuentra en una trampa de hipocresía. ¿En nombre de quiénes hablamos cuando nos proclamamos la patria (de adopción) de los derechos humanos?”

Frédéric Burnand, Ginebra, swissinfo.ch
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

En 1970, la población suiza contaba alrededor de 98%de personas declaradas de confesión cristiana.

El informe redactado a partir del censo federal de 2000 indica sin embargo que el movimiento de retroceso de los dos grupos mayoritarios se acentúa .

El retroceso es más acusado entre los protestantes: 45% (1980); 40,7% (1990); 35,3% (2000).

Es menor entre los católicos: 47,6% (1980); 47,2% (1990); 41,8% (2000).

De manera contraria, las personas sin confesión (3,8% en 1980; 11,1% en 2000) y los musulmanes (0,9% en 1980 y 4,3% en 2000) están en aumento.

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