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Araújo deja la cancillería de Brasil y la ultraderecha pierde una voz global

Eduardo Davis

Brasilia, 29 mar (EFE).- La renuncia del canciller brasileño Ernesto Araújo le ha restado una voz a la ultraderecha global, con la que el diplomático se alineó desde que asumió el cargo, y augura una moderación en la política externa del presidente Jair Bolsonaro.

Araújo, de 53 años, ha dejado el Gobierno en medio de fuertes presiones de grupos de centro y derecha que respaldan al mandatario, pero vieron en la carga ideológica impuesta por la cancillería un obstáculo para la adquisición de vacunas contra la covid-19, que se ha acelerado en el país y ya deja más de 310.000 muertos.

Esas presiones aumentaron en las últimas semanas casi al mismo tiempo que crecía la curva pandémica y la gota que derramó el vaso fue una comparecencia de Araújo ante una comisión del Senado, en la que legisladores de todos los sectores políticos pidieron su renuncia.

La indignación con la gestión del ministro, sin embargo, había comenzado unos meses antes, cuando en el inicio de la pandemia se las ingenió para provocar roces con China y Estados Unidos, los dos principales socios comerciales de Brasil y además dos países claves para el acceso a las vacunas anticovid.

En el caso de la potencia oriental, Araújo puso en duda la eficacia de sus vacunas, luego finalmente adquiridas por el Gobierno brasileño, y fue más allá de las normas diplomáticas al calificar a la covid-19 de «virus chino» o «comuna-virus».

Con Estados Unidos, los problemas llegaron cuando el demócrata Joe Biden ganó las elecciones frente a Donald Trump, cuyo intento de reelección fue apoyado abiertamente tanto por Araújo como Bolsonaro.

Como canciller de Brasil, expresó dudas sobre la limpieza de los comicios en Estados Unidos y luego, aunque se rindió a la evidencia, llegó a justificar el asalto a la sede del Congreso estadounidense protagonizado por activistas de ultraderecha.

Además, Araújo ya había sepultado las tradiciones multilaterales y mediadoras que históricamente caracterizaron a la política externa de Brasil, que tiene una de las escuelas diplomáticas más respetadas en el mundo.

Araújo, natural de la ciudad de Porto Alegre y graduado en Lenguas por la Universidad de Brasilia, llegó a la cancillería brasileña de la mano de Bolsonaro, después de acumular 29 años de carrera en el Ministerio de Exteriores, aunque nunca llegó a ejercer el puesto de embajador.

En los 27 meses que estuvo al frente de Itamaraty, como se conoce a la cancillería brasileña, fue un agudo crítico del «globalismo» e instó a «Occidente» a lanzar una cruzada contra el «marxismo cultural», en el que incluyó desde instituciones internacionales, como la Unesco, hasta los movimientos ecologistas.

Araújo era rechazado hasta en el propio Itamaraty, donde un grupo de 300 diplomáticos hizo circular una carta interna en la que se dijeron «avergonzados» con muchas de sus posiciones.

Citaron incluso un discurso que pronunció el 22 de octubre del año pasado, en un acto de formación de nuevos diplomáticos, y en el que dijo preferir que la política externa de Brasil sea «condenada» por otras naciones, a «aliarse al cinismo interesado de globalistas y corruptos».

Y remató ese discurso de casi 40 minutos con una frase que aún saca ronchas en muchos diplomáticos: «Si hablar de libertad en el mundo nos convierte en un paria internacional, entonces seamos ese paria».

A raíz de ese discurso, hasta surgió un crítico anónimo dentro de Itamaraty, que en muchas crónicas distribuidas por grupos internos a los que tuvo acceso Efe, dijo que «para Ernesto ser un paria es tan bueno que ahora lo es en su ministerio, en el que deambula solitario con su aventura imaginaria contra orgías comunistas y dragones del mal».

El concepto de «libertad», según defendió Araújo en su gestión, había sido «abandonado» por la diplomacia internacional y hasta por la ONU, pero estaba siendo «rescatado» por líderes como Trump y al propio Bolsonaro.

Según Araújo, las organizaciones multinacionales imponían la «visión de un mundo sin Dios» y tenían como objetivo «arrancar la fe cristiana de los pueblos», cuando en su opinión la religión debe ser un aspecto «fundamental» de la diplomacia global.

Durante su gestión, entre muchas polémicas, Brasil se opuso en la ONU a iniciativas sobre igualdad de género y por primera vez apoyó el bloqueo estadounidense a Cuba, siempre condenado por el país.

Su salida, según fuentes diplomáticas consultadas por Efe, deberá traer alguna moderación a esas posiciones ideológicas, aunque eso dependerá de Bolsonaro, cuyo pensamiento siempre ha coincidido con el de Araújo, una voz fiel a la línea ideológica del mandatario. EFE

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