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Berna y Pekín en pleno año 2000

Cuna de la Cruz Roja Internacional y sede de varias organizaciones caritativas y humanitarias, Suiza se afana por los derechos humanos. Pero, al igual que la mayoría de los políticos de hoy día, los dirigentes suizos intentan no incomodar a Pekín.

Durante su visita a China en noviembre pasado, el ministro suizo de Economía, Pascal Couchepin, lo subrayó: su viaje tenía solamente un objetivo económico. Anunciada con el único propósito de complacer a la opinión, su sugerencia de reunir un seminario sobre derechos humanos en Pekín fue fríamente recibida y quedó en la nada.

De hecho, nadie esperaba algo mejor tras el incidente de Berna, cuando el presidente chino Jang Zemín, en visita oficial a Suiza explotó de ira al descubrir banderas tibetanas en la Plaza del Palacio Federal, sede del gobierno de la Confederación.

Quizás el presidente suizo, Adolf Ogi, durante su visita a China encuentre la oportunidad de constatar que los buenos oficios de un país neutro siempre pueden ser útiles al tratar de acercar posiciones opuestas, en un conflicto prolongado como es el de China con Tíbet.

Es que no basta para Suiza proclamar su preocupación por los derechos humanos. Tampoco hay que olvidar que al principio del exilio tibetano, en los años 60, fueron acogidos en Suiza decenas de refugiados tibetanos… pese a las protestas oficiales chinas. Sin embargo, los tiempos han cambiado. El respeto de los derechos humanos cuenta mucho menos que los intereses económicos.

Relaciones culturales y de turismo

Las relaciones comenzaron con la cocina y la medicina; después surgieron los viajes turísticos y los intercambios culturales; ahora los chinos empiezan a descubrir Suiza.

Los responsables del turismo helvético han logrado inscribir a su país en la lista de lugares autorizados para los viajantes chinos. Actualmente grupos de turistas chinos oficialmente registrados vienen a pasar algunos días en los centros más atractivos de la Confederación, antes de seguir con su rápido descubrimiento del resto de Europa.

Esa es una cara de la medalla. La otra es menos alentadora. Se habla mucho actualmente de inmigración clandestina: muchos candidatos de países pobres se dirigen hacia las naciones llamadas ricas. Las mafias chinas no tardaron en darse cuenta de las ventajas que ofrecía esta doble apertura.

Los inmigrantes clandestinos chinos son cada vez más numerosos en llegar a territorio helvético con pasaportes falsos pero con billetes de transporte auténticos. Tal vez no se pueda hablar todavía de peligro amarillo, pero si esta red ilegal, tan ramificada como eficiente, se extiende se convertirá en un verdadero rompecabezas para los servicios administrativos suizos de atención a los refugiados.

Claude Levenson








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