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“El Cáucaso escapa al control de Moscú”

Alex Majoli/Magnum

Figura prominente de la diplomacia suiza e internacional en la antigua Europa del Este, la ex embajadora Heidi Tagliavini vuelve, en entrevista con swissinfo.ch, sobre las tragedias vividas por esa región, exacerbadas por la implosión de la URSS hace veinte años.

Esta diplomática de terreno, que habla ocho idiomas, efectuó 18 misiones en treinta años, por mandato de la ONU, la UE e incluso de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Ya en el retiro, evoca en particular los esfuerzos de paz en Georgia, donde trabajó durante casi diez años.

swissinfo.ch: En treinta años de carrera, usted asumió 18 misiones, sobre todo en el antiguo bloque comunista, y de alguna manera, en su vida se refleja el final de la Guerra Fría y la historia del continente europeo.

Heidi Tagliavini: Se podría decir así. Empecé con el estancamiento de la era de Brezhnev hasta Yeltsin, pasando por Gorbachov. En 1991, yo estaba en Moscú cuando bajaron la bandera del Kremlin para reemplazarla por la rusa. Fue un momento muy emotivo, pero también de incertidumbre.

Luego de la Conferencia de Alma-Ata, en diciembre de 1991, que marca la disolución de la URSS, participé en el establecimiento de relaciones diplomáticas de Suiza con al menos 10 de los 15 nuevos países. Eso me marcó, y veinte años después sigo fascinada al ver las enormes diferencias de desarrollo entre esas repúblicas socialistas que, en su mayor parte, no tenían aspiraciones independentistas.

swissinfo.ch: Hace cerca de veinte años, usted recibió su verdadero bautismo de fuego diplomático durante la primera guerra chechena (1994-1996)…

H.T.: Si. Yo estaba en los Países Bajos, en el que fue mi único puesto “clásico” de diplomacia. En 1995, cuando Rusia dio luz verde a una misión de apoyo de la OSCE al proceso de paz, en el que participaba Suiza, salí prácticamente de la noche a la mañana. El despertar fue brutal, porque ignoraba la realidad que me esperaba en un Grozni desierto, en plena la guerra, con tiros de artillería todas las noches. Éramos seis diplomáticos de la OSCE, de diferentes nacionalidades, en una casa sin puertas ni ventanas, ni agua, ni gas, ni electricidad.

Esta primera misión me impresionó profundamente y motivó mis compromisos posteriores. Descubrí el trabajo de campo, que me va muy bien: proporcionar a los beligerantes un espacio para discutir sobre un posible acuerdo de paz y lograr que hablen, intentar restaurar un poco de confianza, hacer propuestas y negociar, velar por los derechos humanos, por los refugiados, por el Estado de derecho, etc.

swissinfo.ch: Después de esa guerra entre fuerzas federales rusas e independentistas, la rebelión se islamizó y desbordó las fronteras chechenas en casi todo el Cáucaso. Rusia afirma ahora que Al Qaeda está ahí como en su casa…

H.T: El Cáucaso es una región muy rica en diversidad cultural, étnica, lingüística, pero también tiene una trágica historia y un pesado legado. Sus desgracias son una de las trágicas consecuencias de la implosión de la URSS. Relativamente pacífica al principio, esta disolución provocó una serie de conflictos terribles e irresolubles, sobre todo en la periferia del antiguo imperio, tanto en el norte como en el sur del Cáucaso.

Con la globalización, el desarrollo del Islam, que no era un tema en la laica URSS, cuyas regiones no tenían vínculos reales con el mundo exterior, se convirtió en un factor político. Hoy en día, tenemos realmente la impresión de que el Cáucaso escapa cada vez más al control de Moscú, al menos mentalmente, pero hay que admitir que este país es tan inmenso, que es difícil de controlar.

Las guerras de Chechenia no han hecho nada para arreglar las cosas y hoy es una región en gran parte abandonada. Se necesita valor para trabajar ahí y es difícil atraer a los inversionistas.

swissinfo.ch: Y, sin embargo, los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 deben tener lugar en Sochi, en la región. ¿Rusia no tiene interés en normalizar la situación?

H.T: Por supuesto, a Rusia le interesa normalizar la situación, pero como ya he dicho, no es tan fácil. Dos años de aquí a los Juegos Olímpicos, no es mucho, pero nadie quiere actuar y, si no hay una recrudescencia de la violencia, un retorno a la guerra, probablemente no sucederá gran cosa. Por ahora, la atención se centra en la preparación de la infraestructura, lo que es ya un gran proyecto en sí mismo, y eso parece ocurrir de forma totalmente separada del problema planteado por el conflicto.

swissinfo.ch: Usted trabajó durante casi diez años en Georgia (1998-2008), con diferentes cargos: Representante de la ONU, la OSCE, responsable de la misión de investigación de la UE sobre la guerra . Sin embargo, desde 2008 nada se mueve…

H.T: Ya en 1998 era difícil encontrar una solución, porque el conflicto entre georgianos y abjasios entrañaba dos reivindicaciones incompatibles, una sobre la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, la otra sobre la integridad territorial de Georgia, reconocida internacionalmente. Era la cuadratura del círculo, y si en ese momento no logramos hacer las paces, por lo menos conseguimos avanzar en diversos ámbitos, establecer contactos regulares y relaciones casi de confianza entre las partes.

Sin embargo, en un conflicto existe siempre el componente internacional, que se refleja también en el Consejo de Seguridad de la ONU, del que dependíamos por nuestro mandato, donde Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, a menudo, no comparten las posiciones de China y Rusia.

Desde su arribo, en 2004, el presidente georgiano, Mikheil Saakashvili, tomó una opción claramente pro-occidental, pro-OTAN, mientras que Rusia apoyaba de manera cada vez más abierta el separatismo de Abjasia y Osetia del Sur, por ejemplo, distribuyendo pasaportes rusos. En nuestro informe sobre el conflicto en Georgia, calificamos esa media de injerencia en los asuntos de Georgia y por lo tanto, de violación del derecho internacional.

swissinfo.ch: Esta superposición complicó aún más el proceso, con lo que la guerra estalló en 2008 en Osetia del Sur …

H.T: … pero bien habría podido estallar en Abjasia. Es cierto que ese conflicto traumatizó profundamente a las cuatro partes. Es una línea roja que nunca debió ser franqueada porque después el clima se hizo a tal punto emocional que ahora cualquier discusión parece imposible.

Tras la guerra de 2008, Rusia reconoció la independencia de Abjasia y de Osetia del Sur lo que, desde la perspectiva internacional es insostenible,  mientras que la comunidad internacional mantiene su postura sobre la integridad territorial de Georgia que, de hecho, ya no existe.

Al término de la guerra cesaron todas las misiones de mantenimiento de la paz en la región. Ya no hay más que las reuniones en Ginebra (conversaciones de Ginebra), que se llevan a cabo a intervalos regulares y que por lo menos permiten discutir aspectos concretos que oponen a las partes: la seguridad de la población, el retorno de los refugiados y las personas desplazadas. Es muy poco, pero por lo menos permite mantener el contacto.

swissinfo.ch: Su carrera de alguna manera encarna la política suiza de buenos oficios y neutralidad, que sin embargo son regularmente criticados en Suiza …

HT: En la década de 1990, es cierto que hubo un cuestionamiento de la neutralidad. Pero puedo decir que en todos los conflictos, siempre fui percibida como proveniente de un país neutral, sin agenda oculta y en paz desde hace 150 años, y eso nos da una cuota de credibilidad que es siempre útil. 

Evidentemente, nuestra historia tiene capítulos más o menos dudosos, pero debemos hacer la diferencia, puesto que nuestros buenos oficios son solicitados y con frecuencia, útiles. El hecho de que después de la guerra de 2008, Georgia y Rusia hayan pedido a Suiza representar sus intereses uno frente al otro, es otra prueba de ello.

swissinfo.ch: Supongo que a veces tuvo miedo…

H.T: Cuando trabajamos en conflictos, el miedo es parte de la vida. Tal vez no estamos tan conscientes en el momento mismo del peligro, pero después nos damos cuenta de que estamos debilitados porque la experiencia de la guerra es muy pesada. La música y la literatura, que siempre me acompañan, me han ayudado  mucho a reconstruirme. También la naturaleza, que es una fuente infinita de equilibrio, y el ejercicio físico (¡con mis guardaespaldas detrás!), sin hablar de la Toscana, a donde me las arreglé siempre para pasar un mes cada verano.

Lo más difícil, si se quiere mediar, es mantenerse lo más imparcial posible, mantener la distancia, aceptar el sufrimiento de las partes y tratar de construir algo que dé al menos una esperanza, puesto que una esperanza siempre es mejor que no tener ninguna. Ciertamente es desalentador ver a todos esos pueblos que no logran levantar cabeza. Al mismo tiempo, eso es precisamente lo que me da la fuerza para continuar.

swissinfo.ch: ¿Qué va a hacer para su jubilación?

HT: Data apenas de marzo y ¡ni siquiera he advertido que ya estoy jubilada!, excepto tal vez por los formularios que he tenido que llenar. Lo único que sé es que voy a continuar mi compromiso con el mantenimiento de la paz, la participación de las mujeres, el desarrollo democrático, incluida la observación  de elecciones. Todo eso es muy importante para mí.

1950: Nace en Basilea.

1982: Poseedora de una licencia en Letras rusas, se incorpora al Ministerio suizo de Relaciones Exteriores.

1995: Participa en el Grupo de Asistencia a Chechenia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

1998-1999: Representante especial adjunta de la Misión de la observación de la ONU en Georgia (MONUG).

2000: Representante personal del presidente austríaco de la OSCE para las misiones en el Cáucaso.

2001-2002: Embajadora en Bosnia-Herzegovina.

2002-2006: Representante Especial del Secretario de Naciones Unidas para la MONUG.

2008-2009: Por mandato del Consejo de la UE, encabeza la Misión Internacional Independiente de Investigación sobre el Conflicto en Georgia (IIFFMCG). Su informe es aceptado por las partes y por la UE.

Observadora de las elecciones presidenciales de Ucrania en 2010 y Rusia en 2012.

2010: Recibe los doctorados honoris causa de las Universidades de Basilea y Berna

Publicaciones: Autora de Zeichen der Zerstörung  (1997), libro de fotos sobre Chechenia, y coautora de El Cáucaso – Defensa del Futuro  (2001).

Traducción, Marcela Águila Rubín

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