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Puede que usted ya esté viviendo en una ciudad inteligente

Vista nocturna de la ciudad de Winterthur
La ciudad suiza de Winterthur trabaja para reducir su consumo de energía. Keystone / Luca Zanier

¿Una farola rota? Se notifica a través de una aplicación móvil. ¿Enfermedades en los árboles del bosque urbano? Se envía un dron para comprobar los daños. ¿Cantidad de camiones de reparto atascados en el centro de la ciudad? Pues se construye un centro logístico de última milla con bicicletas y vehículos electrónicos.

La idea de que las ciudades utilicen la tecnología para mejorar la vida de sus habitantes gana fuerza a nivel mundial. Y ciudades como Barcelona, Copenhague y Singapur ocupan un lugar destacado en las clasificaciones de ciudades inteligentes [el concepto de ciudades inteligentes es la traducción y adaptación del término inglés smart cities]. Entre ellas se encuentran también Zúrich y Ginebra, así como otras ciudades suizas más modestas como Winterthur.

Para Winterthur, a media hora en tren al norte de Zúrich, ser inteligente está relacionado con la sostenibilidad.

Como indica el Índice de Ciudades Inteligentes del IMDEnlace externo [una de las escuelas de negocios más renombradas del mundo], las ciudades inteligentes “encierran algunas de las mayores esperanzas de la humanidad a través de la promesa de aprovechar la tecnología para mejorar la vida y la armonía social; para algunos, sin embargo, podrían encarnar los temores de ‘vidas controladas’ en algún tipo de panóptico gobernado por la inteligencia artificial y los dispositivos automatizados”.

Según su clasificación de 2019 tras analizar el desempeño de 102 ciudades, las 10 ciudades más inteligentes son Singapur (1ª), Zúrich (2ª), Oslo (3ª), Ginebra (4ª), Copenhague (5ª), Auckland (6ª), Taipéi (7ª), Helsinki (8ª), Bilbao (9ª) y Dusseldorf (10ª).

Con el apoyo de la Oficina Federal de la Energía (OFEN) de Suiza, Winterthur analizó sus patrones de uso energético y para esta ciudad de unos 115 000 habitantes reducir su consumo es un objetivo clave.

“Hemos desarrollado una aplicación que ofrece a los hogares información para que puedan seguirla y reducir su consumo”, revela Vicente Carabias, jefe de la unidad de ciudad inteligente de Winterthur y profesor de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich (ZHAW). En una fase piloto del Proyecto de Energía Social, los hogares participantes vieron cómo la energía utilizada disminuía en más de un 8%. “Ahora estamos entrando en la segunda fase, donde también estamos en una especie de competencia con otras ciudades”, cuenta Vicente Carabias.

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Luces verdes

Winterthur también ha sido el escenario elegido para celebrar, a principios de septiembre, el Simposio de Economía Verde de este año (SGES2020Enlace externo). El evento ha puesto el foco en las ciudades inteligentes.

En los Países Bajos, país socio del SGES2020, el Amsterdam Logistic Cityhub, para el año 2022, quiere racionalizar y descarbonizar el flujo de mercancías en el centro de la ciudad. Reemplazar las furgonetas de reparto por barcos electrónicos y así aprovechar las extensas vías fluviales de la ciudad es una de las ideas contempladas.

Gracias a aplicaciones de teléfono probadas por niños y ancianos, la localidad holandesa de Bolduque [capital de la provincia de Brabante Septentrional, ‘s-Hertogenbosch, en neerlandés] quiere convertirse en una ciudad ciclista a prueba de futuro.

Utilizar datos significa que los ciclistas nunca tienen que detenerse en un semáforo en rojo, dice el alcalde de Bolduque, Jack Mikkers, refiriéndose a una aplicación de teléfono que notifica a los semáforos cuándo se acercan las bicis. Winterthur también espera mejorar sus infraestructuras a través de una aplicación que registra el movimiento de ciclistas y peatones, pero cuyos datos personales son anónimos.   

Control de datos

Monitorear el tráfico de peatones en tiempo real –y usar los datos para visualizar la densidad humana durante la pandemia de coronavirus– es algo en lo que tiene experiencia la firma holandesa Argaleo. La empresa trabaja con datos de manera anónima para que resulte imposible saber quién es quién, tal y como explica el dueño de la empresa, Jeroen Steenbakkers.       

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Otra idea para recopilar datos en la calle es una “caja inteligente” colocada sobre el techo de un vehículo para registrar información relativa a cuestiones como la calidad del aire, la contaminación lumínica y la eficiencia de los edificios.

“Se podría utilizar un camión de basura que pase por todas las calles”, apunta Jean-Pierre Morelli, jefe de desarrollo de negocios de ENGIE Services, proveedor de soluciones de energía con bajas emisiones de carbono y que ha colaborado con la Universidad de Ciencias Aplicadas de Lucerna en el concepto de la caja inteligente.

Hombre en una bicicleta de reparto
Bicicletas de reparto: una forma práctica de entregar mercancías en las ciudades. En la foto, Basilea y su principal estación de ferrocarriles. Keystone / Christian Beutler

Midiendo la inteligencia

“Creo que todas las ciudades se están volviendo inteligentes. Sin duda, nadie quiere ser una ciudad tonta”, bromea Mikkers, señalando que Bolduque en los Países Bajos está orgullosa de su primera universidad de datos, la Academia de Ciencias de Datos Jheronimus [Bosch].

Las clasificaciones –que para Carabias, profesor de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich, son inspiradoras– son una forma de que las ciudades vean cómo se desenvuelven. “La competencia siempre te ayuda a ser más innovador. Si tu ciudad está por detrás de otra, puedes mirar a las otras para ver qué hacen mejor. ¿Podrías adoptar algunas de sus actividades o medidas?”, pregunta Carabias.

Este año, casi la mitad de las ciudades helvéticas han participado en la primera Encuesta sobre Ciudades Inteligentes de SuizaEnlace externo, y de ellas el 46% estaban dispuestas a que sus resultados fueran evaluados de manera individual. También pueden encontrar compañeros con ideas afines en la asociación suiza Smart City HubEnlace externo. Fundada en 2018, en la actualidad cuenta con 13 miembros municipales, así como con la compañía de correos La Poste, los Ferrocarriles Federales Suizos y Swisscom. Otro grupo es la SmartCity AllianceEnlace externo, que agrupa a más de 50 miembros empresariales. 

Sin embargo, las clasificaciones tienden a centrarse en las grandes ciudades, que, por lo general, tienen más recursos para desarrollar estrategias. Por eso, como parte de su tesis de máster en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zúrich, Philipp Arnold decidió crear un índice apropiado para las ciudades pequeñas y medianas. Este índice se basa en las áreas que el estratega urbano y climático estadounidense Boyd Cohen define en la rueda de la ciudad inteligente: economía, medioambiente, gobierno, calidad de vida, movilidad y personas.

“El objetivo es que las ciudades puedan ver lo lejos que sus homólogas están en un área determinada, de modo que incluso puedan visitarlas y preguntarles cómo han llegado hasta allí”, explica Arnold, que en la SGES2020 obtuvo un premio por su trabajo.

Daniel Krebs, jefe de sostenibilidad de la empresa consultora suiza Bluehub, considera que el sentido de competencia también puede ser un obstáculo. “Hay gran cantidad de ego, cuando debería haber colaboración. Creo que podríamos lograr más si los municipios cooperaran más”, dice Krebs, sugiriendo que para ayudar a lograr los objetivos de una ciudad inteligente se necesitan regulaciones gubernamentales. 

Para Urs Meuli, de la Oficina Federal de la Energía, por su parte, debería tratarse de acciones voluntarias más que de regulaciones gubernamentales. Pero señala que para 2030 “el objetivo es que todas las ciudades se sumen” al programa nacional que apoya los esfuerzos municipales para ser inteligentes y también para encontrar su camino hacia la “Sociedad de los 2 000 vatios”, un concepto desarrollado por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich. La idea es que todo el mundo limite su consumo de energía a 2 000 vatios por año (la media mundial). La media en Suiza es tres veces mayor.

Uno de los 17 Objetivos de Desarrollo SostenibleEnlace externo (ODS) de las Naciones Unidas se centra en las ciudades y las comunidades sostenibles.

Las ciudades ocupan el 3% de la superficie de la Tierra, pero representan entre el 60 y el 80% del consumo de energía y como mínimo el 70% de las emisiones de carbono, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

El rápido crecimiento de las ciudades (como resultado del aumento de la población y del incremento de la migración) ha provocado un auge de las megaciudades –sobre todo en el mundo en desarrollo– y los barrios marginales se están convirtiendo en una de las características más destacada de la vida urbana. 

“Hacer que las ciudades sean sostenibles significa crear oportunidades profesionales y de negocio, viviendas seguras y asequibles, y construir sociedades y economías resistentes. Implica invertir en el transporte público, crear espacios públicos verdes y mejorar la planificación y la gestión urbanas de manera participativa e inclusiva”, escribe el PNUD.

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Sociedad de 2000 vatios: el futuro ya es una realidad

Este contenido fue publicado en ¿Es posible consumir la mitad de energía y mantener un buen nivel de confort? En Suiza nacen los primeros barrios de viviendas y servicios compatibles con los objetivos de una ‘sociedad de 2000 vatios’, cuyo objetivo es garantizar una utilización sostenible de los recursos sin comprometer la calidad de vida. Situado en la periferia de Berna, en las proximidades de una línea ferroviaria y de una autopista, el nuevo complejo habitacional Stöckacker Süd se asemeja a muchos otros que están en fase de construcción en Suiza. Tres grandes edificios de 5 a 6 plantas en cemento, con balcones a lo largo de toda la fachada, que albergarán 146 viviendas en 2017. La primera de ellas estará lista para vivir de aquí a fines de año. A primera vista, nada hace pensar que esta edificación está destinada a convertirse en uno de los primeros prototipos zona residencial con un consumo energético mínimo. Este objetivo se inscribe dentro de la denominada ‘sociedad de 2000 vatios’, o sea, un consumo de 2000 vatios por persona, que se volverá la norma en las próximas décadas. Los edificios, construidos con hormigón reciclado y perfectamente aislados, corresponden a los estándares Minergía-P-Eco que, además de garantizar una máxima eficiencia energética, aportan otras ventajas, como una óptima iluminación natural, espacios interiores libres de sustancias contaminantes y materiales de baja radiación. Sociedad de 2000 vatios Los 195 países que participaron en la Conferencia Internacional sobre el Clima (COP 21), celebrada en diciembre en París, llegaron a un acuerdo sobre el uso sostenible de los recursos y de las fuentes energéticas, con el fin de limitar de aquí al año 2100 el aumento de la temperatura global a no más de 1,5-2 grados con respecto a los valores preindustriales. Este objetivo solo podrá alcanzarse si las emisiones de CO2 per cápita no superan 1 tonelada al año. O bien, según un modelo establecido por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, si la necesidad de energía primaria a escala global no supera una potencia continua de 2000 vatios por persona. Los 2000 vatios corresponden a un consumo anual de cerca de 17 500 kilovatios hora de electricidad o 1700 litros de petróleo. Hoy, la media mundial ronda los 2500 vatios. No obstante, los futuros inquilinos de la nueva urbanización tendrán que aceptar también algunas restricciones respecto a otras formas de vida. El espacio habitable no deberá superar los 60 m2 por persona y el garaje dispondrá únicamente de 27 plazas de aparcamiento, de las cuales solo podrán reservarse 15 y se dará prioridad a las personas con discapacidad. De hecho, Stöckacker Süd será un modelo de movilidad sostenible: el complejo se halla a escasos metros de una parada de transporte público y dispondrá de 510 aparcamientos para bicicletas, uno por cada habitación. Estas restricciones no parecen espantar a los potenciales inquilinos en Berna, donde más de la mitad de los hogares no tienen un automóvil. “Cuando presentamos este proyecto, mucha gente nos advirtió de que no conseguiríamos encontrar suficientes inquilinos. Sin embargo, en el plazo de un par de meses, después de abrir el periodo de inscripción, hemos recibido un número de solicitudes superior al de las viviendas disponibles”, afirma, satisfecho, Renato Bomio, director de los proyectos inmobiliarios de la ciudad de Berna, la promotora de este proyecto. Distribución equitativa de los recursos Stöckacker Süd figura entre los nuevos complejos habitacionales en Suiza que han obtenido la certificación ‘Áreas 2000 vatios’, creada por la Oficina Federal de Energía. Este sello se inspira en el modelo de sociedad de 2000 vatios que ha desarrollado la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (EPFZ). Según la EPFZ, el abastecimiento energético en el mundo solo será sostenible y equitativo si la necesidad de energía per cápita –todas las fuentes incluidas– no supera los 2000 vatios. Una potencia continua de 2000 vatios por persona corresponde en la práctica a la media que registraba Suiza en los años 60. Según los investigadores de la EPFZ, este objetivo se puede alcanzar sin comprometer sustancialmente el actual confort de vida, gracias a nuevas soluciones técnicas y una serie de medidas para mejorar la eficiencia energética. Hoy, sin embargo, Suiza está aún muy lejos de alcanzar esta meta. Solo el 2% de la población consume menos de 2000 vatios. La media por persona supera los 5000 vatios. Mucho menos que Estados Unidos, cuya necesidad energética per cápita es superior a los 10 000 vatios, pero muy por encima de la media africana que equivale a 500 vatios. Mientras los países industrializados están llamados a reducir su consumo energético, los países en vías de desarrollo disponen aún de un margen hasta alcanzar los 2000 vatios. A partir de este límite, afirman los autores del modelo de la EPFZ, un aumento del consumo no se traduce en una mejora relevante de las condiciones de vida. La visión de una sociedad de 2000 vatios, que se abre camino también en el resto del mundo, se ha convertido en los últimos años en un punto de referencia para la Confederación y para casi todos los cantones. Más de 100 municipios han integrado este objetivo en su reglamento municipal o en su estrategia energética. En algunas ciudades, como Zúrich, Zug y Aarau, ha sido la propia población quien ha sancionado, en votación, la nueva orientación de la política energética. Las áreas de 2000 vatios figurarán entre las principales medidas que promueven algunos municipios para fomentar una utilización sostenible de los recursos y de los vectores energéticos. Valor agregado Estos complejos habitaciones no interesan solamente a los poderes públicos, pues quienes llevan a cabo casi todos los primeros proyectos son empresas privadas. “La certificación ‘Área 2000 vatios’ ofrece varias ventajas a los inversores. Respecto a muchos otros grandes proyectos inmobiliarios, es más fácil obtener un permiso de obra de las autoridades para estas áreas. Generalmente originan menos recursos y resulta más fácil que la población los apoye cuando un proyecto se somete a votación”, subraya Heinrich Gugerli, responsable del centro de competencia Áreas 2000 vatios. Áreas 2000 vatios La certificación ‘Áreas 2000 vatios’ la otorga la Asociación Ciudad de la Energía, creada por la Oficina Federal de Energía para fomentar las energías renovables y una utilización sostenible de los recursos en los municipios suizos. Este sello distingue a barrios o urbanizaciones de al menos una hectárea de terreno que satisfacen determinados criterios de sostenibilidad en materia de construcción, saneamiento y gestión de los edificios, así como también en la movilidad inducida Hasta nueve barrios en siete ciudades –Zúrich, Basilea, Berna, Lucerna, Lenzburg (cantón Argovia), Kriens (Lucerna) y Prilly/Renens (Vaud)– han obtenido la certificación Áreas 2000 vatios. Dos están concluidos y la construcción, al menos parcial, de otros tres está prevista para este año. Una visión que comparte Massimo Guglielmetti, de la sociedad inmobiliaria de los Ferrocarriles Federales Suizos (FFS), encargado de desarrollar la urbanización Village Rösslimatt, al lado de la estación principal de Lucerna. “El certificado Áreas 2000 vatios representa un valor agregado en el ámbito del marketing no solo para promover nuestro proyecto en la ciudad, sino también para atraer a inquilinos, dado que entre los múltiples criterios que hay que cumplir para obtener este sello figura también el de una alta calidad habitacional”. Mientras los edificios de Stöckacker Süd estarán provistos de paneles solares y bombas de calor para asegurar la calefacción y el agua caliente, el complejo de Rösslimatt se abastecerá de una central de bombas de calor cercana, que utiliza la energía térmica de las aguas del lago de Lucerna. El proyecto de los FFS prevé la construcción, en el transcurso de los próximos 20 años, de un auténtico barrio de 4 hectáreas en el corazón de la ciudad, que comprenderá no solamente viviendas, sino también oficinas, negocios, restaurantes y un hotel. Situada a dos pasos de todos los medios de transporte público y de los aparcamientos de ‘car sharing’ (préstamo de vehículos), la futura área de 2000 vatios dispondrá solo de poquísimas plazas de estacionamiento. Estilo de vida adecuado El éxito de las áreas 2000 vatios dependerá también de la voluntad de sus habitantes para adaptar en cierta media su estilo de vita. “La idea no es que todos tengan que convertirse en veganos, renunciar a todo y llevar una vida absolutamente compatible con la sociedad de 2000 vatios. Pero es importante sensibilizar a los inquilinos sobre las opciones para reducir el consumo energético, por ejemplo, utilizar aparatos que tienen una óptima eficiencia energética”, explica Renato Bomio. “Los comportamientos individuales no se pueden fijar en un contrato. Sin embargo, se puede influir en ellos, por ejemplo, a través de contribuciones a los abonos de transporte público”, anota Heinrich Gugerli. “Está claro que limitarse a 2000 vatios no será factible si uno se salta todos los límites, o sea, deja siempre encendida la televisión, se ducha 4 o 5 veces al día, etcétera. Pero todos podremos permitirnos algún que otro un ‘vicio’”.

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El momento es ahora

Con crisis como el cambio climático y la COVID-19, muchos estarían de acuerdo en que ya es hora de que las ciudades se vuelvan inteligentes.

De conformidad con el Acuerdo de París de 2015, numerosos países, entre ellos Suiza, se han fijado como objetivo para 2050 cero emisiones netas. Mientras tanto, el Gobierno suizo quiere que para el año 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero de la nación se reduzcan a la mitad, tal y como establece la ley federal de CO2.

Sin embargo, la nación alpina ya va con retraso. La Oficina Federal de Medioambiente ha informado de que probablemente este año Suiza no cumpla su objetivo de reducir en un 20% las emisiones respecto a las de 1990.  

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Dondequiera que los países y las ciudades se encuentren en su camino hacia una mayor inteligencia y sostenibilidad, la embajadora holandesa en Suiza, Hedda Samson, destaca la importancia de compartir las mejores prácticas y disyuntivas. “Necesitamos una recuperación ecológica. Esta es una oportunidad única en la vida y tenemos que reconstruir mejor”, aclara.

Traducción del inglés: Lupe Calvo

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