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“Lo mejor que tengo como persona lo aprendí en Suiza”

Carlos Iglesias muestra una moneda de un franco suizo
A sus 51 años, Carlos Iglesias debuta tras las cámaras con una película de tintes autobiográficos. Fotofestival/Pedrazzini

Tiene una prolífica trayectoria en cine, teatro, televisión y una nominación a los premios Goya por su papel en 'El caballero Don Quijote', de Manuel Gutiérrez Aragón. Carlos Iglesias no necesita presentación. Pocos saben, sin embargo, que este consagrado actor madrileño vivió parte de su infancia en Suiza, país que le marcó para siempre. Entrevista.

swissinfo: ‘Un franco, 14 pesetas’ rinde homenaje a una generación de emigrantes españoles y a Suiza, el país que acogió a muchos de ellos. Es la historia de tus padres…

Carlos Iglesias: Sí, es la historia de mis padres y la de 58 personas – españoles e italianos – a las que yo hice entrevistas durante dos veranos alternos, tanto en España como aquí en Suiza. En esencia, me contaron historias muy parecidas a las que había vivido mi familia (…).

Había dos preguntas que para mí eran fundamentales: ¿Habían recibido el mismo sueldo que un suizo por hacer el mismo trabajo? Todos me contestaron que sí. Algunos me contestaron que tenían la certeza absoluta porque ellos eran los que recogían los sobres – eran sobres escritos a máquina por fuera –, por lo que sabían exactamente lo que le habían pagado a un suizo y lo que le habían pagado a ellos.

La segunda pregunta era: ¿Teníais acceso a la misma vivienda que los suizos si os la querías permitir? Los que se quedaron allí muchos años, por fin, accedieron a una vivienda igual que el suizo, porque ya no tenían la idea de ahorrar hasta el último franco. Los que como mis padres estuvieron cinco o seis años, pues, obviamente, nos metíamos en los sitios más humildes. Sin embargo, el sitio más humilde tenía una dignidad que no la tenía en nuestro país.

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“Vivir en Suiza nos abrió los ojos”

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swissinfo: Un aspecto importante en la película es el retorno a España. Curiosamente, el emigrar fue menos difícil que el volver…

C.I.: Sí, me lo ha dicho mucha gente y yo también lo había pensado desde el primer momento: Yo no he visto ninguna película donde el retorno sea más conflictivo que el ir. Sin embargo, después de hablar con tantísima gente que había pasado por nuestra misma experiencia, lo quise meter porque me parecía muy importante enseñar que no somos el ombligo del mundo.

Nuestro país era bastante más gris y más triste de lo que todos pensábamos desde lejos y, por supuesto, esa España de Franco – que, aunque nunca se le mencione, está ahí – era la causa fundamental de que fuéramos tan atrasados. Entonces, sí, realmente después de que habías visto la Europa rica, el volver a esa España miserable era trágico en muchos casos.

swissinfo: Es una película sencilla, honesta, muy humana, hecha con mucha ternura. ¿Cómo reaccionaron tus padres al ver plasmada en el celuloide su historia?

C.I.: Pues ellos, la primera vez que la vieron fue en el estreno, justo en la Gran Vía (de Madrid), en el Palacio de Música, con 1.500 personas alrededor. La Gran Vía es todo un símbolo dentro de la película cuando Martín dice: ‘Daría cualquier cosa por estar sentado en la Gran Vía tomándome una caña, viendo pasar gente’.

Conseguí que mi padre, de 80 años, que está enfermo, y mi madre, que es algo más joven, pudieran ver esta película. Fue un homenaje tan bonito, no te puedes ni imaginar. De pronto, cuando se hace la dedicatoria de ‘Dedicada a ellos, a todos ellos’ (al final del filme), se encendió un foco que iluminó a todos los actores. Mis padres estaban detrás de mí, entonces yo me incorporé y levanté a mis padres.

Y como, físicamente, mi padre y yo somos muy parecidos, todo el mundo asoció inmediatamente que era mi padre, y se volcaron. Fue una cosa tremenda. Se sentía tan emocionado que le tuve que meter en un taxi y volverle a casa porque el hombre no se tenía de pie… Fue muy, muy bonito… Y yo creo que es una de las mayores satisfacciones que he tenido en mi vida profesional.

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“Nos hemos volcado todos”

Este contenido fue publicado en En esta ocasión ha vuelto para presentar ‘Un franco, 14 pesetas’, arropado por gente que le quiere y ha compartido con él mucho más que el rodaje de la película… “Soy hija de emigrantes y este es el detalle que me lleva a hacer esta película. Primero, por compartir una experiencia personal, y segundo, porque…

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swissinfo: Hay un personaje central en la película que es Pilar. Me imagino que está inspirado en tu madre y en las mujeres de esa generación…

C.I.: Sí, yo creo que la protagonista real de la película es Pilar, es el motor de la historia, la que empuja a su marido a hacer la emigración y la que se esfuerza por que su familia entienda que ya no hay marcha atrás, que se tienen que adaptar, que se tienen que acostumbrar a la situación a donde han llegado.

En ese sentido, es un homenaje a esas mujeres que, sin ninguna formación – porque habían ido dos semanas a la escuela, sabían hacer la ‘o’ con un canuto y, por supuesto, no hablaban ningún idioma -, eran capaces de mover el mundo y de transformar su propio entorno hasta buscar ese bienestar – principalmente económico, porque era gente muy básica – pero se esforzaron muchísimo y eran muy valientes ante la vida.

Yo cuento siempre – y esto es cierto – que mi madre tardó exactamente 24 horas en haber conseguido un piso y en haber encontrado trabajo para ella misma, sin utilizar a mi padre, sin hablar una palabra, por supuesto, de alemán, italiano ni francés. Yo creo que eso tiene un valor increíble.

swissinfo: En la película transmites una imagen totalmente idílica y quizás excesivamente edulcorada de Suiza…

C.I.: Es sorprendente desde el punto de vista del director que Suiza os resulte tan idílica, porque quitando la historia de amor con las dos suizas, apenas hay trato con los suizos, lo cual es un ‘handicap’ porque esta soledad, que se traduce en ese invierno y en ese desear estar en la Gran Vía, tiene que ver con que no hay relación.

Sin embargo, hay dos posturas de dos suizas: La primera, la de Isabelle Stoffel cuando hace de camarera y dice: ‘Estos Tschingge (expresión despectiva hacia los emigrantes italianos) a ver qué van a querer’ y la de otra señora que aparece en la ventana y dice: ‘¿Han alquilado ustedes la casa a unos extranjeros y encima con un niño?’

Lo que pasa es que yo creo que todo está tratado con cariño, y entonces eso no se ve. Se ve que los paisajes son bonitos, pero para encontrar un paisaje feo en Suiza hay que esforzarse, ¿eh? (…)

En todo lo demás no hay relación con Suiza. La historia transcurre entre españoles, con sus mentiras, con sus envidias, con sus enfrentamientos, con los problemas de España, pero sobre todo es un mundo de españoles aislado del resto de Suiza.

Sin embargo, todos veis esa parte idealizada de Suiza, pero el 90% de la gente que yo entrevisté me contaron que como primera sensación lo que sintieron al llegar a este país era que llegaban a un jardín, que nadie había tenido una casa tan soleada y tan ventilada como la que tuvieron aquí, y que les asombraba la limpieza y las formas de trabajo que tenían aquí.

Muchos de ellos, incluso mi propio padre, me dijo que los mejores años de su vida fueron los que transcurrieron en Suiza. Y como esto no es un documental, como he dicho antes, sino una película de autor, que tiene que ver con mis sentimientos, con mi forma de entender la vida, yo lo cuento como lo he vivido. El que lo haya pasado peor que lo cuente en otra película.

Carlos Iglesias nació en Madrid el 15 de julio de 1955. De 1960 a 1966 vivió con sus padres en Suiza, una etapa que le marcó profundamente.

Titulado por la Real Academia de Arte, tiene una prolífica trayectoria en cine, teatro y televisión, además de una nominación a los premios Goya por su papel en ‘El caballero Don Quijote’, de Manuel Gutiérrez Aragón.

‘Un franco, 14 pesetas’ es su ópera prima como director y guionista y recibió tres premios en el Festival de Málaga.

Carlos Iglesias está casado con la actriz Eloísa Vargas, con quien tiene dos hijos.

swissinfo: Gran parte de la película está rodada en Suiza, en los cantones de San Gall y Rodas Exteriores. Fueron cinco semanas de rodaje en diferentes pueblos de la comarca de Toggenburg y la gente se volcó muchísimo con vosotros…

C.I.: Sí, en Uzwil, Oberuzwil, Schwellbrunn, Unterwasser, un montón de pueblecitos pequeños en Toggenburg para hacer la secuencia de la estación, para hacer la aduana, y nos entregaban cosas de una forma generosa que no te puedes ni imaginar cómo. Los ferrocarriles de Toggenburg pusieron a nuestro servicio un vagón ‘años 60’ y nos pusieron un revisor, vestido con el uniforme del año 60. Después no pudo salir el hombre porque yo tuve que cortar casi 25 minutos y se perdió esa secuencia.

Pero este hombre se bajaba en cada estación para evitar que el público normal entrara en nuestro vagón. Y a la hora de ir pagar al ferrocarril, nos dijeron que no pagáramos absolutamente nada, porque se sentían muy orgullosos que hubiésemos elegido su valle para rodar la película. Es de una generosidad que no tuvo nuestro propio país, donde RENFE me cobró tres millones y medio (de pesetas) por una jornada y estuvieron buscando tres semanas y media un tren, porque no cuidamos absolutamente nada.

swissinfo: Tú eres un actor consagrado con una larga trayectoria en teatro, cine y televisión. En esta película has debutado como director y guionista. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

C.I.: El proceso de creación del guión ha sido espectacularmente bonito. Como era mi primera experiencia, la verdad es que no suponía que podía ser tan enriquecedor para mí, porque ha sido recuperar cantidad de sensaciones, conversaciones larguísimas con mis padres y una intimidad con mi padre que no había tenido jamás. En ese sentido ha sido un proceso maravilloso.

Después, intentar vender el guión ya fue otra cosa, pues lo que os contaba en la rueda de prensa: Había gente que quería ver a suizos malísimos tratando mal a los emigrantes, y otros suizos que querían ver a la Guardia Civil pegando a los obreros a la salida de Pegaso. Como yo me resistía a ponerlo, tuve que ir pasando de productores hasta que encontré a alguien que creyó en la historia tal y como yo la contaba. En ese sentido tengo la satisfacción de que tengo el noventa y mucho por ciento del guión o de la película que yo quería tener.

España, 1960. Dos amigos, Martín y Marcos, deciden marcharse a Suiza en busca de trabajo. Dejan a sus familias en España y emprenden un viaje hacia una nueva vida en la Europa del progreso y las libertades.

Allí descubrirán una mentalidad muy diferente a la que deberán adaptarse, trabajando como mecánicos en una fábrica y viviendo en un pequeño pueblo industrial.

Con la llegada de Pilar, la mujer de Martín, con su hijo Pablo, y de Mª Carmen, la novia de Marcos, se les termina la vida de hombres solteros que llevaban en un país con tanta libertad.

El trabajo sigue siendo el día a día de Martín y Pilar, mientras el pequeño Pablo comienza a ir al colegio y a integrarse.

Con la muerte del padre de Martín, se plantean que lo que habían ido a buscar ya lo han conseguido y es hora de regresar. Para su sorpresa, será más difícil la vuelta que la ida.

swissinfo: En un momento intentaste una coproducción con Suiza, pero no funcionó.

C.I.: No funcionó. Tuvimos un colaborador que estaba encantado con el guión, que se llama Xavier y es un productor suizo de ascendencia española. La presentó en el Ministerio (Oficina Federal de Cultura), pero no les pareció interesante el proyecto y, además, no creyeron en el presupuesto que nosotros les dábamos, que era el máximo que podíamos conseguir y con el que hemos hecho realmente la película. Pero ellos no confiaron.

Digamos que somos muy poco conocidos aquí y allí – o eso nos transmitió Xavier. Entre productores no se conocen, entre televisiones no se conocen, hay muy poca relación, con lo cual siempre hay cierta prevención de ‘quién serán, qué es lo que quieren hacer’. Y entonces no encontré ayuda por Suiza, de lo cual me alegro ahora, porque nadie me podrá decir que he hecho la película así por tener dinero suizo. Todo el dinero sale absolutamente de España.

swissinfo: Desde hace muchos años vienes regularmente a Suiza, un país que – a decir de tu mujer y tus amigos – tú añoras mucho. ¿En qué te marcó este país, esos seis años que tú viviste aquí?

C.I.: Yo creo que me han marcado en una etapa fundamental de la formación del carácter de una persona. De los 5 a los 12 años es cuando realmente te estás formando y cuando captas como una esponja absolutamente todo lo que te rodea. Estuve justamente en esa edad donde se marca la personalidad de un ser y lo mejor de lo que yo considero que tengo como persona es una herencia directa de lo que yo vi hacer aquí.

Nadie me dijo que no había que tirar un papel al suelo, jamás. Pero era algo que se sobreentendía. Nadie me dijo que no había que hacer polvo un árbol con una navajita, pero era algo que… El respeto por la vida que tiene esta gente, el respeto por el paisaje, incluso por su cultura paisajística, me parece extraordinario y son valores que yo añoro en mi país.

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