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“Estamos diseñados para responder al estrés”

Terapia rompedora contra el estrés donde la gente podía destrozar un hotel entero en Madrid. Keystone

La científica española Carmen Sandi dirige el Laboratorio de Genética de la Conducta del 'Brain Mind Institute', de la Escuela Politécnica de Lausana (EPFL) en Suiza.

Allí investiga cómo el estrés afecta al aprendizaje, la memoria o el comportamiento, además de los fármacos y emociones que potencian la inteligencia.

El ‘Brain Mind Institute’, creado en 2003, es un centro de Neurociencia que intenta aplicar nuevas tecnologías para saber cómo está construido el cerebro y cómo crea la mente, el pensamiento o la creatividad.

Ante la pregunta de swissinfo.ch de si el estrés es un fenómeno de la vida moderna, Carmen Sandi lo tiene claro: “Generamos más estrés en la vida moderna pero somos organismos diseñados para responder al estrés, siempre ha sido así en la escala evolutiva. El ser humano se enfrentaba a peligros, carencias, con el objetivo claro de encontrar soluciones para sobrevivir”.

“Ahora mismo nos inventamos un poco tipos de estrés que no tienen mucho que ver con nuestras respuestas fisiológicas que liberan mucha energía -generar adrenalina, aumentar las hormonas. Nuestra respuesta es la de un organismo ancestral con un cierto desfase para adaptarse a la vida moderna”, explica la investigadora.

El estrés positivo

A pesar de que el estrés tiene habitualmente una consideración negativa, también es beneficioso para estimular la memoria como se ha estudiado. El estrés muchas veces nos hace recordar muchas cosas y es su potenciador cognitivo por sí mismo. Normalmente algo que nos estresó y preocupó mucho lo recordamos durante muchos años de nuestra vida.

“Nos interesa mucho estudiar en el laboratorio cómo está preparado y organizado nuestro organismo, ya que el cerebro debe recordar aquello que fue peligroso o estresante para dar una mejor respuesta en el futuro”.

“La interacción entre emociones y estrés ayuda a aprender mejor, con lo que un estrés moderado puede mejorar la memoria y la inteligencia”, afirma Sandi.

Lo que tratan ahora es la difícil tarea de saber qué cantidad de estrés sería ideal liberar. “Resulta complicado saber cómo funciona el cerebro ya que el estrés no afecta de igual forma a cada persona, ni a una misma persona en función del momento”, revela Carmen Sandi.

Agresividad hereditaria

El estrés excesivo tiene, por el contrario, aspectos negativos. Los hijos de una madre con problemas de alta ansiedad o depresión pueden heredarlo. “Sabemos que el estrés temprano, durante la infancia y la adolescencia, puede tener efectos negativos en el futuro del individuo y es uno de los elementos más importantes para que alguien pueda ser más agresivo”.

“Como sociedad somos responsables del estrés que generamos, ya que revierte en la propia sociedad en forma de cadena sociobiológica”, indica la experta.

Sandi conoce algunas formas que se han probado positivas para mejorar nuestras capacidades mentales de forma natural. Aparte de las más conocidas como hacer deporte, cuidar la alimentación o dormir lo suficiente, para mejorar la atención se ha comprobado que las técnicas de relajación orientales son positivas.

¿Fármacos de la felicidad?

Una de las aplicaciones más interesantes del trabajo del laboratorio está enfocada a la creación de unos fármacos, ‘potenciadores cognitivos’, que incrementan nuestra memoria a largo plazo y nuestra inteligencia. Un hallazgo que puede ser fantástico, pero que podría originar una sociedad aberrante de seres superdotados.

Algo que, como confirma Sandi, está abriendo un gran debate social y ético. “Se asemeja mucho al mundo del deporte y a su relación con las sustancias dopantes. La clave es responder a la pregunta ¿Qué es lo que queremos como sociedad?”.

“Hemos visto que algunos fármacos mejoran la memoria y el aprendizaje a largo plazo y afectan a moléculas muy importantes en la formación de circuitos neuronales”.

Lo más interesante -según Sandi- sería usar los fármacos que se desarrollen para potenciar casos deficitarios, como los de niños con algún tipo de retraso, la de individuos que no aprenden bien, y que es lo más fácil, como hemos visto en animales. En Copenhague ya se han hecho ensayos con humanos y no resultaron tóxicos para la salud.

“Creo que en cinco años puede haber fármacos que puedan dar solución a gente con problemas. Aunque creo que el problema es que se da un salto muy rápido de la investigación al tratamiento con personas. Hay que evaluar los posibles efectos secundarios y, en todo caso, sólo tomarlos cuando se necesiten”, advierte la investigadora.

Progresos prometedores

Las expectativas que se abren con estos compuestos en enfermedades como el Alzheimer son grandes. De momento, explica Sandi, se están realizando estudios en animales que sufren esta patología, y se ha visto cómo mejoran sus capacidades cognitivas. “Yo creo que veremos un tipo de tratamiento exitoso en los próximos 5 a 10 años”, reconoce la científica española.

En la EPFL se intenta que los anticuerpos de la vacuna ya existente estén más localizados para que actúen sobre la parte dañada y no afecten a otras partes del organismo.

“Se están haciendo progresos muy prometedores. La idea de la vacuna abrió una nueva forma de tratamiento. Se tiene que investigar a fondo las zonas afectadas antes de crear fármacos. Sin conocer bien el cerebro es difícil prosperar. La aplicación de fármacos suele ser válida sólo a corto plazo”, concluye Carmen Sandi.

Iván Turmo, swissinfo.ch

Carmen Sandi (Torrelavega, España 1961) se licenció en Psicología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España.

Posteriormente se doctoró en Neurobiología en el Instituto Cajal (CSIC) de Madrid y realizó cursos postdoctorales en la Universidad de Burdeos-INSERM y en la ‘Open University’ del Reino Unido.

En 1996 entró en la UNED de España donde lideró un grupo de investigación sobre el estrés y la memoria. Además allí impartió clases de Psicobiología.

En 2003 Sandi tomó un año sabático en el Instituto de Psicología de la Universidad de Berna. Poco después se interesó en la creación del ‘Brain Mind Institute’, donde desde hace seis años realiza su labor.

Es profesora de este centro y directora del Laboratorio de Genética de la Conducta que estudia las bases genéticas del comportamiento.

Esta entidad se beneficia de sinergias en el campus de la EPFL con otras disciplinas como la computación o la ingeniería en sus ensayos.

Suiza es un potencia en Neurociencia, con los números la Sociedad Suiza de Neurología, el país con 7,6 millones de habitantes tiene 1.000 miembros, una suma equiparable a países mucho más grandes en población como España, e incluso Alemania o Francia.

“Desde 2003 en Suiza se ha producido una explosión increíble en Neurociencia. Primero en Lausana, pero también en Ginebra, Basilea y obviamente Zúrich. Aquí la investigación en este ámbito está ‘in crescendo'”, asegura Carmen Sandi.

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